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Reflexiones sobre las prácticas de la profesión veterinaria y el contexto actual


M.V., Psic. Social Analía Civetta. Asesora técnica de Revistas Institucionales de Colegios y Consejos Médicos Veterinarios. Argentina.


El proceso de ajuste producido en nuestro país (Argentina) en los últimos años provocó significativos cambios a nivel político, económico y cultural, configurando un nuevo panorama social. Las profundas transformaciones que sufrió el Estado apuntaron a un debilitamiento del mismo, configurando una estructura económica muy concentrada, con sectores de gran dinamismo y otros profundamente deprimidos. Estas transformaciones económicas e institucionales impactaron  en la estructura y dinámica del trabajo, al combinar reestructuración productiva, reforma del Estado y estancamiento económico. Los procesos de transformación hacen referencia, entre otros, a fenómenos como la desregulación, el ajuste del estado, las privatizaciones, la flexibilización laboral, la precarización de los nuevos empleos, la desocupación, el aumento de la población que vive bajo la línea de pobreza, y que conllevan a la desigualdad, la fragmentación social, y fundamentalmente a la exclusión.

La apertura de los mercados y la flexibilización laboral implementadas han tenido un terrible impacto tanto a nivel económico como social, dejando como consecuencia altos índices de desempleo y vulnerabilizando a grandes sectores sociales.

Como consecuencia de este cambio en la estructura del trabajo, se fueron generando diferentes situaciones de exclusión y modalidades de inclusión en un sistema que expulsa en forma constante. Exclusión implica no sólo carencia económica, sino limitación de los medios de expresión para participar en lo social y político. Los excluidos han perdido identidad como actores sociales, inhibiéndoseles sus posibilidades para transformar su realidad.

Un modelo económico que se sustenta en el desempleo, en la flexibilización del trabajo, en la expulsión sistemática y en la vulnerabilización social, genera que gran proporción de la población quede excluida. La condición de excluido es un proceso cultural y  político, que implica no sólo una carencia económica, sino fundamentalmente, una limitación de los medios de expresión para poder participar en el escenario social y político. Condición  indispensable para constituirse como ciudadano. Esto, a su vez,  atenta contra la consolidación y ampliación de la democracia. Decir exclusión es hacer explícita una situación que significa ser pobre (carencias materiales), pero que también hace referencia a las dificultades o limitaciones para poder salir de tal situación.   La situación de subempleo o empleo precario en que se encuentran muchos colegas (principalmente jóvenes) también genera esta realidad de exclusión como sujetos de derecho, profundizado por los supuestos de posicionamiento social que la educación superior proporcionaría.

Dentro de este contexto se complejiza la forma para definir trabajo. ¿A quiénes se considera con empleo? ¿Bajo qué condiciones?
El concepto trabajo puede ser entendido como un aspecto de la vida cotidiana de los sujetos que les confiere pertenencia, identidad y les permite constituirse como sujetos sociales. Actúa como organizador de la cotidianeidad de los sujetos. Por ello, decir desempleado o subempleado significa que existe una desorganización de la persona como tal, como social, afectando su relación con los demás (familia y contexto).

El trabajo delimita un área específica donde se realiza una tarea en relación con otros sujetos y el contexto. Implica una modalidad de vínculo social y laboral con otros que deberá ser  definido y redefinido periódicamente, dadas las condiciones actuales de incertidumbre.

El desempeño laboral en un campo específico de la profesión va configurando una determinada representación acerca de la misma y le confiere una identidad profesional y social.

Un contexto de incertidumbre afecta por tanto, esa identidad, que posibilita, en el mejor de los casos, una redefinición del rol profesional.

Los principios conocidos por todos sobre globalización, calidad total, eficiencia, competitividad, optimización de recursos, máximo de ganancia con mínimo costo, capitales transnacionales se contradicen con un contexto atravesado por la marginación, el debilitamiento y empobrecimiento de las economías regionales. Estos conceptos fueron llevados a la educación. Pero en nuestro país aún siguen sin abordarse temas como: masificación de la educación, calidad educativa, exigencias de capacitación profesional permanente, inexistencia de ámbitos laborales predecibles para los egresados, entre otros.

Los cambios producidos a nivel científico y tecnológico, la mayor circulación de la información, las nuevas y diversas problemáticas que van apareciendo en las sociedades actuales y que desde hace algunos años vemos en nuestras prácticas cotidianas, la lucha entre las distintas disciplinas por abarcar mayor espacio de incumbencia dadas las condiciones de desempleo imperante, constituyen algunos aspectos que tiñen el contexto actual y exigen a las Universidades un cambio que permita a sus egresados un desempeño a la altura de las problemáticas vigentes, en una sociedad profundamente jerarquizada, selectiva e injusta.

Las características cambiantes que se producen en torno a las demandas del mercado laboral requieren de determinadas condiciones en la formación de  la fuerza de trabajo, que significan el logro de conocimientos, capacidades, competencias y actitudes para acceder y desenvolverse en los escenarios laborales actuales.

La situación ha variado sustancialmente. Los problemas no están claramente definidos y deben ser objeto de diagnóstico en contextos cambiantes y fluidos. En este sentido, la elaboración de soluciones demandan mayor creatividad.
La actividad humana se ha complejizado; las sociedades se han complejizado, por lo tanto, es necesario reorganizar la práctica profesional. Esto crea una nueva modalidad de demanda a la enseñanza superior, porque exige cierta sofisticación. La Universidad tiene que reencontrarse con la sociedad.


Antecedentes sobre redefiniciones de las prácticas de la profesión Veterinaria en Argentina

En 1983, se crea  la Fe.V.A. (Federación Veterinaria Argentina, entidad integrada por Consejos y Colegios profesionales de todo el país), enunciando como uno de sus objetivos principales promover cambios en la profesión para “dejar de actuar en las  urgencias y convertirnos en protagonistas de la asistencia científico-técnica del desarrollo pecuario en los aspectos tecnológicos, sanitarios y productivos, como así también de la salud Pública en el área que le compete a la Ciencia Veterinaria.” (1).


En 1986, bajo el título “Las Ciencias Veterinarias y la sociedad”, la comisión de Perfil Veterinario de la Fe.V.A., elabora un documento donde redefine el objetivo del ejercicio profesional y realiza una crítica al modelo veterinario tradicional, planteando la urgencia   de un cambio en la formación. El concepto sanitarista es el que ha imperado tradicionalmente en la formación veterinaria y en el imaginario  social.

En cuanto al objetivo de las ciencias veterinarias, la Fe.V.A. propone  “beneficiar a la sociedad a través de la promoción de la salud animal.” (2).  La profesión veterinaria se relaciona con la salud y el bienestar del ser humano a través de su trabajo directo e indirecto con animales.

Es decir, que “será incumbencia de la profesión veterinaria todo lo relacionado al desarrollo de la producción animal con el objetivo de satisfacer requerimientos nutricionales de la humanidad; el control de calidad y salubridad de los alimentos; la vigilancia y el control de la salud animal en lo referente a las zoonosis (enfermedades que los animales pueden transmitir al hombre); la preservación y promoción del bienestar del individuo y la comunidad a través del cuidado integral de sus mascotas, de los animales de deporte, de la fauna y del ambiente en general.” (3)

En 1997, la comisión de educación de la Fe.V.A.(integrada por médicos veterinarios docentes universitarios, entre otros), publica un documento proponiendo como “actividades generales y específicas propias de su ejercicio profesional” las siguientes: “Salud y producción de especies animales convencionales y no convencionales, tecnología y protección de alimentos, promoción y preservación de la salud pública, preservación del ambiente, gerenciamiento público y privado de sistemas sanitarios, de producción y de servicios relativos a sus prácticas, e investigación y transferencia del conocimiento científico y tecnológico.” (4).

Este documento, como lo propuesto por la FeVA en 1983 y 1986  acerca de la formación del profesional veterinario, no fueron tomados por las instituciones académicas. Estos son pequeños datos objetivos acerca de la desconexión existente entre las Asociaciones Gremiales (Consejos y/o Colegios Profesionales) y las Facultades.

A través de este breve relato podemos ver cómo los profesionales veterinarios fueron redefiniendo el rol de la profesión, ampliando su campo de acción a través de los años y las modificaciones del contexto.


La sociedad del conocimiento

El conocimiento cobra centralidad en la actualidad como insumo para el desarrollo económico. Es decir, un conocimiento que tiene valor sólo si es útil, y donde su valor es económico. Pero ¿Dónde está el conocimiento socialmente útil? La Universidad ya no es la única productora de conocimiento. En el escenario actual aparecen las empresas como otro espacio de producción de conocimiento compitiendo con las Universidades en investigación. Esto es lo que se llama “sociedad del conocimiento”.

El mundo de la empresa, de la economía surge como nuevo demandante. La lógica del mercado comienza a ser más fuerte, lo cual pone en cuestionamiento a la Universidad como única productora de conocimiento. En este sentido, podría suponerse que en la actualidad las universidades deberían ver incrementado su prestigio en forma conjunta con la creciente importancia que la economía y la sociedad le otorgan al conocimiento. Por supuesto que esto no ocurrirá  por generación espontánea. Al contrario, es muy común comprobar la disociación existente entre la sociedad y las Universidades.

Tampoco se ven políticas educativas que intenten ubicar al conocimiento en un lugar prioritario ni ejerciendo el rol de motor de un desarrollo socioeconómico.
La Universidad desempeñó en nuestro país durante muchos años una función crítica, de conciencia de la sociedad. Hoy esta función está siendo desplazada por otra más pragmática que implica la producción de conocimiento y de recursos humanos calificados. Estos cambios tienen un impacto en el funcionamiento de las instituciones de educación superior. Esta situación se presenta como un nuevo paradigma.

En el siglo XXI se les exige a las Universidades “pertinencia”, entendida como las contribuciones que la educación superior realiza al desenvolvimiento de la economía nacional, y, a través de ello, al mejoramiento de las condiciones de vida. Esta pertinencia debe demostrarla en forma continua. Las Universidades deberán adaptarse y esas adaptaciones significan cambios. Cada innovación será juzgada en función a la contribución que efectúe a la economía general. Su legitimidad social estará dada por su aporte al desarrollo. ¿Quiénes se benefician con una Universidad más pertinente? Ello remite a pensar sobre la producción del conocimiento, su acceso y distribución, y sus valores. El conocimiento como bien social,  ¿como derecho como mercancía?
El concepto de pertinencia está en relación con lo que la Universidad hace y lo que se espera de ella. (Entre “oferta y demanda”, según los tiempos que corren)
Pero ¿debe la Universidad responder a las demandas? En este sentido existen dos vertientes. Una “contextualista”, que plantea una relación donde las variables (valores) del contexto que tienen mayor peso en cada momento histórico son las que definen su rumbo. Ello se relaciona con la tradición que funda a  la Universidad moderna. Una Universidad al servicio del desarrollo del estado, con formación de cuadros, de consolidación de ingenieros, médicos, abogados que prestaran servicios al desarrollo. Una Universidad profesionalista.

La otra versión, “esencialista”, sostiene que la misión de esta institución trasciende el presente y las demandas del hoy. Plantea una formación académica, de investigación, que tiene sus orígenes en la Universidad de Berlín, cuyas categorías esenciales son el resguardo crítico de la sociedad, la ciencia como universal y valiosa más allá de su aplicabilidad social. En los últimos tiempos se apuntó a la crítica de la posición esencialista. La puja entre estos dos modelos está presente y es la presión constitutiva de la Universidad moderna.

En la actualidad, donde existe una retracción del estado y un aumento del mercado, se presenta con más fuerza el modelo contextualista dado el peso que se le atribuye al conocimiento en este momento histórico respecto de su aplicabilidad. La pertinencia no es de resolución sencilla y está relacionada con las tensiones existentes.

En el siguiente esquema se trata de relacionar algunos aspectos que están en juego constante en la definición y redefinición de las prácticas profesionales, y que influyen en el logro de la pertinencia exigida a las Universidades y Facultades en particular. Cabría preguntarse quiénes definen y evalúan su pertinencia o no:

*RRSS: Representaciones sociales, entendidas como creencias, tradiciones, ideologías e historias que existen en una institución, específicamente en los actores institucionales. Las representaciones sociales son construcciones sociales que un grupo determinado realiza en torno a un aspecto de su contexto. Ello posibilita comprender la interdependencia entre lo cultural, lo social y lo psicológico. Es un proceso de construcción y reconstrucción,  creación colectiva e individual que hacen significativos algunos aspectos respecto de otros.; estable, pero susceptible de modificaciones en el tiempo.

En este sentido, es posible enunciar que de los aspectos que se toman como condicionantes de las prácticas profesionales, el único que ha mostrado cambios significativos en los últimos 15 años ha sido el contexto socioeconómico y político. Existen  representaciones sociales (creencias y tradiciones), que poseen los docentes médicos veterinarios sobre la profesión que continúan atravesando el currículum formal y sobre todo, el real (el que se lleva a la práctica). Por lo tanto, no ha variado sustancialmente la definición del perfil profesional que se pretende. Esto lleva a suponer  que, a pesar de la fuerte presión que ejerce el mercado en las Universidades actuales (Visión contextualista en relación a las demandas de la sociedad), si bien se han realizado ajustes relativos a ellos, ni siquiera se ha instalado con la fuerza suficiente como para modificar la visión del veterinario en su rol sanitarista, limitado a la atención médica de los animales, cuando, para el caso de los animales de producción el mercado solicita y empuja  al profesional a tener  una visión del sistema agropecuario como atributo para su inclusión en el mercado laboral. Para el caso del campo laboral de pequeños animales, tampoco se forma profesionalmente para la atención al cliente y comercialización de zooterápicos, que es lo que en la práctica actual sustenta económicamente al profesional dedicado a la clínica de pequeños animales.

El área de formación en salud pública veterinaria continúa relegada a pesar de su importancia tanto en lo referente al control de alimentos de origen animal como de aquellas enfermedades comunes a los animales y el hombre (zoonosis). La producción animal parecería estar en un segundo plano, como consecuencia de la acción sanitaria del veterinario.

Visto desde una óptica más abarcativa, todavía resta mucho por andar en lo relativo a una formación profesional donde el conocimiento adquirido sea el punto de partida que nos permita caminar hacia una organización social más incluyente, donde podamos vincular conocimiento y contextos diversos. Es decir, se continúa con la tradición de los orígenes de la profesión. 

Desde sus orígenes la veterinaria tuvo una fuerte vinculación con las problemáticas de los hombres y las sociedades, y estaba enfocada a resolver los problemas referidos a la salud animal. La fuerte impronta que posee la salud animal en la formación veterinaria muchas veces actúa minimizando o excluyendo otros campos disciplinares inherentes a la profesión.

Sin negar la incumbencia específica que tiene la veterinaria en la salud animal, no podemos desconocer las urgencias del medio relativas a producción animal y salud pública, como así también, al desarrollo del conocimiento. En este sentido, es que todavía resulta complejo definir un perfil profesional que interaccione con las necesidades del medio socio-productivo, generando acciones que anticipen los cambios y permitan una mayor flexibilidad y pertinencia de la profesión a su entorno inmediato.

Parecería que el contexto y la formación de grado corren en forma paralela, tomando en cuenta que dada la situación de incertidumbre en que se vive debería existir una interacción entre el contexto (con miras al futuro cercano, al menos) y el currículum, que permita diseñar un modelo curricular que tome aspectos relevantes del contexto y que promueva aquellos que como institución transmisora y productora de conocimiento, y formadora de profesionales brinde sustento válido a su rol y no pierda su esencia.

Si estamos dentro de lo que llamamos la Universidad profesionalista, en contraposición a una formación académica o de investigación, donde el ejercicio profesional cambia, se amplía, se complejiza, ni siquiera logramos ese objetivo, porque no se logra una formación profesional ajustada a las necesidades de la sociedad actual. Los elementos que se les brinda a los futuros graduados son precarios. ¿Qué tipo de profesionales estamos formando? ¿Para actuar dónde? ¿Quiénes se benefician con su accionar? ¿Quién o quiénes deben o deberían pautar la orientación de la formación profesional para lograr mayor pertinencia: el mercado laboral, el estado, las instituciones académicas, las Asociaciones Gremiales (Consejos y/o Colegios profesionales), el sector productivo o la interacción entre todos ellos?

Es necesario que nuestro objetivo sea la formación de ciudadanos culturalmente democráticos y laboralmente capacitados para la renovación constante de conocimientos y dispuestos al cambio.

Debemos evitar que la lógica del mercado subordine y desvirtúe los fines específicamente culturales y científicos que le dan sentido a la educación superior. Este es el desafío urgente que incluye a todos los actores e instituciones sociales con capacidad de intervención, entiéndase instituciones educativas, asociaciones profesionales, estado.

Las instituciones ligadas directamente a la formación profesional (facultades, Colegios y Consejos profesionales) se adeudan un trabajo articulado de forma sistemática como política académica y gremial que les permita, a su vez, constituirse como referentes de profundos cambios culturales asociados principalmente a nuevas formas democráticas. Podremos ser muy buenos clínicos, mejores en asesoramiento productivo, pero si ello no se acompaña de un ser humano con valores y principios claros seremos demasiado vulnerables y permeables a lo que tanto repudiamos: la corrupción, la mentira, el doble discurso, el individualismo. 

Por ello, además de transmitir conceptos sobre las áreas específicas, estas instituciones “educativas” deben constituirse en espacios de formación de sujetos participativos. Deben ser reproductoras de valores sociales, pero también y principalmente, transformadoras, productoras de nuevas formas de interacción social, formas más justas, equitativas y solidarias.

“Cuando nos preocupamos sólo del mercado laboral o de la distribución sociolaboral de los estudiantes, alteramos los valores de lo que debe ser una buena formación y olvidamos las finalidades que deben orientarla. Como docentes universitarios nuestra preocupación es formar en cada campo de actuación personas competentes (ya el mercado las hará competitivas), con amplios conocimientos que vayan más allá de la inmediatez de un empleo determinado. Al hacerlo, probablemente garanticemos con miras más amplias las posibilidades de un desempeño competente y profesional altamente cualificado en nuestros estudiantes. Y antes, tal vez garanticemos la formación equilibrada de las personas. Pero si la enseñanza está condicionada por la perspectiva funcionalista, que tampoco garantiza por sí misma una adaptación automática al mundo laboral, por una parte, agotaremos las potencialidades de formación limitándolas a preparar para; y por otra, limitaremos nuestra función docente a ser llave de paso de “empleabilidad”. El oficio de enseñar se limitará entonces a preparar para la adquisición de ciertas habilidades, dejando de lado aquellas que desde un punto de vista pragmático no sean rentables. Cualquier otra referencia a valores morales, intelectuales, de autonomía y de emancipación que da el acceso al saber, quedarán relegados al ámbito de lo utópico, por irreales, por inalcanzables o por inaplicables.” (5)

 

(1) Juster, Guillermo F.. (nov. 1996). Boletín informativo nro. 4 de la Federación Veterinaria Argentina. (Fe.V.A.).
(2) Boletín informativo nro. 3 de la Fe.V.A. Julio de 1996.
(3) Boletín informativo nro.3 de la Fe.V.A. Julio de 1996.
(4) Documento de la Comisión de Educación de la FEVA. 1997.
(5) Alvarez Mendez, Juan Manuel. Especialista en evaluación. Docente Universidad Complutense de Madrid.  Entrevista en el marco del 2 Congreso internacional de educación, Santa Fe. Argentina. Octubre de 2004.

BIBLIOGRAFÍA
-      Altbach; Arnoud; Juri; Fanelli, A.; Pérez Rasetti, C. Desafíos y propuestas para la educación superior en el siglo XXI.
-   Angulo, J. F. Y Blanco, N. (Coordinadores). "Teoría y desarrollo del currículum". Málaga. 1994. Aljibe.
- Boletín informativo de la Fe.V.A. nro. 3 (julio 1996), nro. 4 (nov. 1996)
- Bricall, Joseph. Tendencias actuales del conocimiento. Universidad 2000. Informe CRUE.
- Camilloni, Alicia. "Modalidades y proyectos de cambio curricular", en Aportes para un cambio curricular en Argentina 2001. OMS. UNICEF. 2001.
- CEPAL/UNESCO "Educación y conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad". Publicaciones de las Naciones Unidas, Sgo. de Chile, 1992.
- Clark, B. "El sistema de educación superior. Una visión comparativa de la organización académica". Nueva Imagen. México D.F. 1983.
- De Alba, Alicia. “Currículum: crisis, mitos y perspectivas”. Miño y Dávila editores S.R.L. Argentina. 1998.
- Fe.V.A. Comisión de educación. “Perfil veterinario”. Argentina. 1997.
- Krotsch, Pedro. Unidad  III: Modelos analíticos para la comprensión de la educación superior. En “Educación superior y reformas comparadas”. Universidad Nacional de Quilmes Ediciones.
- Pérez, O. Boletín especial de la Asociación Argentina de Historia de la Veterinaria (ASARHIVE). Noviembre de 2001.
- Pugliese, Juan Carlos. Reforma del Estado y reforma universitaria.  Revista Generación. Septiembre de 1999. Tandil.
- Pugliese, Juan Carlos. Tendencias Actuales en la Gestión Universitaria. IIPE-Unesco. París 2002. Introducción.
- Shugurensky, Daniel. La reestructuración de la educación superior en la era de la globalización: ¿Hacia un modelo heterónomo? En “Educación, democracia y desarrollo en el fin de siglo”. Siglo XXI editores.

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