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Los especialistas no se ponen de acuerdo en si era necesario sacrificar a Excalibur para evitar el contagio de Ébola

Fue una decisión “dura y triste”, ¿también fue una decisión acertada?


Es complicado opinar sobre cualquier asunto relacionado con el virus Ébola en estos momentos sin entrar en el terreno emocional, más todavía cuando se habla de su hasta ahora pequeño aspecto veterinario, poniéndole “cara” y dándole nombre: Excalibur.

Excalibur era el perro de Teresa Romero, la auxiliar de clínica española primera infectada por el virus Ébola fuera de África. Un animal mestizo de 12 años de edad que fue sacrificado el 8 de octubre para evitar riesgos de contagio del mortífero virus tras habérsele diagnosticado a su propietaria. La polémica rodeó (y rodea todavía) esa decisión… y no es extraño que así sea: ni siquiera los especialistas veterinarios se ponen de acuerdo en cuál hubiese sido la mejor opción, si sacrificarlo o conservarlo con vida y estudiar si desarrollaba o no la enfermedad.

Las voces de Scott Weese y Juan José Badiola, contra el sacrificio

El estadounidense Scott Weese, veterinario y editor jefe de Clinicians Brief, afirma en un comunicado que AVEPA ha difundido por correo electrónico, que en todo este asunto del virus Ébola “la razón ha de prevalecer por encima de la paranoia”. Según los limitados estudios de los que se dispone hasta ahora, aunque parece que el virus es capaz de infectar a los perros éstos no desarrollan la enfermedad ni tienen un papel en su transmisión (Allela L, Bourry O, Pouillot R, et al. Ebola virus antibody prevalence in dogs and human risk. Emerg Infect Dis. 11: 385–390, 2005), lo cual está confirmado empíricamente hasta el momento por las observaciones de campo en África: Paciencia Melgar, la misionera africana que ha superado la infección y cuyo suero hiperinmune se ha utilizado para tratar a Teresa Romero, explica en un reportaje de El Mundo que “en Liberia los perros se comen los cadáveres de ébola que encuentran en los caminos. Y no se mueren. Ni se conoce que transmitan el virus. Tanto la OMS como las ONG lo habrían advertido”. No es una opinión científica, pero se trata de una observación directa.

Por su parte, el presidente del Consejo General de Colegios Veterinarios de España, Juan José Badiola, también terció en la polémica y en declaraciones a Europa Press insistía en los mismos términos: no está demostrado que los perros puedan transmitir el Ébola. Badiola explicaba que lo correcto hubiese sido aislar al animal, desinfectarlo y mantenerlo en cuarentena. Además, podía ser una oportunidad única para saber más acerca del virus y su interacción con los animales.

Fue la decisión más prudente, según José Manuel Sánchez-Vicaíno y Joaquín Goyache

José Manuel Sánchez-Vizcaíno, catedrático de Sanidad Animal en la Complutense de Madrid, y Joaquín Goyache, coordinador del Servicio de Zoonosis Emergentes, de Baja Prevalencia y Agresivos Biológicos de la misma Universidad, lamentan el sacrificio de Excalibur, pero lo califican de inevitable dadas las circunstancias.

“Había que sacrificar al perro. Lo ideal habría sido trasladarlo en condiciones de bioseguridad, […] ponerlo en observación, esperar 21 días y darle el alta, pero no tenemos instalaciones apropiadas en España para dejar al animal”, declaraba Sánchez-Vizcaíno al diario El País. Al parecer, España no dispone de ningún animalario de nivel 4, el de máxima seguridad, imprescindible para lidiar con un virus tan peligroso como el Ébola. El catedrático calificaba la decisión de “dura y triste”, pero inevitable. Goyache se explicaba en una noticia de La Razón en términos similares.

Otra forma de hacer las cosas

Mientras que en España se procedió al sacrificio de Excalibur a pesar de la negativa de sus propietarios y de las numerosas voces que se alzaron en contra, en Estados Unidos el perro de Nina Pham, la enfermera de Dallas que se infectó tratando a un paciente liberiano, ya fallecido, no ha corrido la misma suerte que su congénere del otro lado del Atlántico.

Una noticia de El Mundo precisa que Bentley permanece aislado y protegido, a la espera de que su propietaria se recupere. La noticia recoge las declaraciones del alcalde de Dallas, Mike Rawlings, que afirma “el perro es muy importante para la paciente y queremos que esté seguro”. Los estadounidenses parecen mejor preparados para la lucha contra este tipo de enfermedades infecciosas y, quizás por eso, dispongan de más medios para poder mantener al perro en cuarentena y estudiarlo sin riesgo de una hipotética diseminación del virus.

Difícil decidir si la decisión de sacrificar a Excalibur fue la más acertada. Tampoco está claro que hubiese más opciones, si lo que se buscaba era garantizar la seguridad de los veterinarios que hubiesen tenido que hacerse cargo del animal y del resto de personas que podrían haber estado en contacto con él. Los datos disponibles a día de hoy no hacen sospechar que los perros se contagien de Ébola y lo transmitan, pero sabemos, también por palabras de Juan José Badiola pronunciadas hace años durante la crisis de las vacas locas, que el riesgo cero en biología no existe.

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