Los gatos afectados por esta enfermedad suelen ser jóvenes (edad media 1 año) y mantienen una buena salud y condición corporal, pero muestran una diarrea creciente y menguante. De manera característica, las heces tienen la misma consistencia que las de vaca y, a menudo, contienen moco y/o sangre. En muchos gatos, la diarrea se resuelve espontáneamente sin tratamiento después de varios meses, pero en algunos casos continúa aumentando y disminuyendo durante muchos años.
Se cree que el culpable, T. foetus, un flagelado de elevada movilidad en forma de lágrima, se transmite de gato a gato a través de la vía fecal-oral; los gatos adquiridos en los criaderos y refugios están en mayor riesgo de infección, ya que la elevada densidad de población en estas viviendas favorece esta vía de transmisión. T. foetus también infecta al ganado, en el que se transmite sexualmente y es una causa potencial de aborto e infertilidad. El impacto económico de la enfermedad para la industria ganadera en todo el mundo ha dado lugar a un campo en rápido desarrollo de investigación en estos parásitos. Sin embargo, es muy frustrante para los veterinarios, ya que cuanto más se ha aprendido acerca de la tricomoniasis en los gatos, más difícil se ha convertido su tratamiento.
Las complicaciones y controversias que rodean a la tricomoniasis felina se exploran en un artículo de revisión del estado de la técnica publicado este mes en el Journal of Feline Medicine and Surgery*. Los autores, el Dr. Jody Gookin y sus compañeros del College of Veterinary Medicine, North Carolina State University, explican que uno de los desafíos más apremiantes es que la tricomoniasis felina es resistente a todos los antiprotozoarios que se utilizan comúnmente. Hoy en día, el único fármaco que ha demostrado ser eficaz en gatos es el ronidazol, pero este agente tiene un estrecho margen de seguridad y cada vez es más patente su resistencia clínica. Un gato tratado con el fármaco puede en efecto mostrar una resolución completa o casi completa de su diarrea, pero puede ser muy difícil determinar si el tratamiento ha erradicado verdaderamente la infección o simplemente ha ocultado los signos clínicos. Esto, a su vez, plantea la cuestión específica del riesgo que puede presentar un gato tratado a otros gatos si, digamos, se reintroduce en un grupo de cría. En términos más generales, habida cuenta de estas dificultades y de la resolución espontánea de la diarrea observada en muchos gatos, surge la controvertida pregunta: ¿deberían los veterinarios tratar incluso la infección en gatos?
Parte de los estudios se centraron en aprender cómo T. foetus se adhiere al revestimiento del intestino. Una vez conocido esto, los investigadores comenzaron a buscar maneras de bloquear esta unión e identificaron tres compuestos que parecen prometedores como tratamientos futuros para la infección por T. foetus. Los autores concluyen que, si bien la investigación ha recorrido un largo camino en el avance de la comprensión de esta infección, quedan muchas preguntas sin respuesta que son fundamentales para su futuro progreso. ¿Los genotipos felinos y bovinos de T. foetus son realmente biológicamente distintos, residen en huéspedes separados o existe la posibilidad de infección cruzada entre el ganado y los gatos? ¿Deberían tratarse también todos los gatos en contacto con un gato infectado con la especie Tritrichomonas? ¿Cuál es el efecto a largo plazo de la infección por especies de Tritrichomonas en la salud gastrointestinal felina, y se pueden identificar medicamentos más seguros y más eficaces para el tratamiento de la infección?
El artículo completo se puede leer aquí.
*Jody L Gookin, Katherine Hanrahan, Michael G Levy. The conundrum of feline trichomonosis. Journal of Feline Medicine and Surgery, 2017; 19 (3): 261 DOI: 10.1177/1098612X17693499