GrETCA ha publicado un documento en su página web en el que advierte de la existencia de numerosos problemas y riesgos asociados al uso de collares electrónicos y se posiciona en contra de su uso.
La elección del nivel adecuado de estimulación, suficiente para conseguir el efecto deseado, pero no excesiva, es complicada y depende de varios factores:
Determinadas circunstancias favorecerán el uso del estímulo eléctrico a una intensidad más elevada de la necesaria, por ejemplo, el uso poco racional por parte de propietarios enfadados o frustrados, o la utilización en animales que están muy excitados e ignorarán los niveles utilizados habitualmente.
El estímulo debe ser aplicado en el momento adecuado para que exista oportunidad de que el animal lo asocie con su conducta. De no hacerse así, puede asociarlo con otras conductas no objetivo de la terapia o con otros elementos del ambiente, sean características del entorno, personas presentes, etc. El bienestar del animal también puede verse seriamente comprometido simplemente si se varía la aplicación de la descarga en distintos momentos de la secuencia de conducta que hay que suprimir (Schalke et al., 2005 y 2007).
Este riesgo de asociaciones indeseables existe en cualquier caso y compromete el bienestar del animal, generándole estrés y ansiedad frente a elementos originariamente neutros como el cuidador o el entorno del entrenamiento (Schilder et al., 2004). El efecto de estas asociaciones negativas puede permanecer a largo plazo (DEFRA AW1402a, 2013).
Una aplicación inadecuada que haga que el animal no tenga ningún control sobre lo que está pasando puede generar indefensión aprendida, una condición que daña gravemente el bienestar, por la cual el animal inhibe todas sus conductas, ante la imposibilidad de escapar de una situación aversiva. Esto puede suceder ante una única aplicación de shock (Seligman y Maier, 1967).
Debido a su potencial para causar dolor, los estímulos eléctricos pueden desencadenar agresividad en un animal, como se ha documentado en diversas especies (descrito en Blackwell y Casey, 2006) lo que se magnifica si ya está en medio de un ataque (o mostrando agresividad). Además, con toda probabilidad aumentará la aversión que el animal ya siente hacia el estímulo que desencadena su agresividad, facilitando un empeoramiento del problema (y del riesgo).
Por último, aplicar descargas para castigar señales de aviso de la agresividad (p. ej., gruñir, enseñar los dientes, etc.), puede llegar a suprimir las mismas, con lo que el animal pasaría a atacar sin previo aviso, aumentando su peligrosidad.
El principal riesgo para la salud es la necrosis por presión en la piel del cuello: para que el dispositivo pueda funcionar, los bornes metálicos deben estar en contacto estrecho con la piel, por lo que el collar se ajusta muy apretado alrededor del cuello del animal. Además, existe el riesgo de mal funcionamiento de los dispositivos, que podría llevar a lesiones causadas por la electricidad; en un estudio se encontraron fallos en 2 de 21 dispositivos examinados (Lines et al. 2013).
En la mayoría de los manuales de instrucciones, se recomienda enseñar órdenes utilizando el impulso eléctrico de forma mantenida: se da al animal una orden y se aplica un estímulo constante hasta que el perro inicia la conducta. Esta técnica es la que emplea más electricidad sobre el animal.
Enseñar nuevas conductas mediante el uso de aversivos como las descargas eléctricas es menos apropiado que enseñarlas mediante el uso de premios, y es innecesario. Aunque el resultado pueda ser aparentemente el mismo, en el primer caso el perro realiza las órdenes como manera de evitar algo que le desagrada, y en el segundo realiza voluntariamente la conducta en cuestión para conseguir cosas que le gustan. El estado emocional, la relación con el propietario y la actitud ante las sesiones de entrenamiento será muy diferente en ambos casos (Schilder & van der Borg, 2004).
La mayoría de los propietarios en un estudio reciente declararon usar los collares eléctricos mayormente para solucionar problemas de conducta (DEFRA AW1402, 2013).
Los collares eléctricos no se recomiendan para el tratamiento de problemas de conducta porque no toman en consideración la causa del problema, ni tratan de corregirla. Así, el problema puede empeorar, quedar enmascarado o terminar por expresarse de otra manera.
Los collares eléctricos están especialmente contraindicados en los problemas de conducta que tengan que ver con la ansiedad, el miedo o la frustración, por el peligro de que aumenten estas condiciones y empeore el problema. Igualmente, están contraindicados en problemas relacionados con agresividad, debido al riesgo de que aumente la aversión que el perro ya siente ante lo que origina la agresividad, con los riesgos para la seguridad ya mencionados.
Los collares eléctricos asociados a vallas invisibles los llevan los animales sin supervisión durante largos periodos de tiempo. El dispositivo no impide la entrada de otras personas o animales, el animal puede escaparse en situaciones de elevada excitación (en cuyo caso no podrá regresar sin recibir la descarga) y pueden generarse asociaciones inconvenientes entre, por ejemplo, la descarga y los transeúntes que pasan o la salida al jardín.
Suponen un riesgo para la seguridad: el uso de estos sistemas fue relacionado con cinco casos de ataques graves sobre personas en un estudio de revisión (Polsky, 2000).
Las posibilidades de uso inapropiado por parte de propietarios sin el conocimiento de los riesgos asociados a estos dispositivos, ni de las situaciones en las que están especialmente contraindicados, así como sin la habilidad para aplicar el estímulo eléctrico al nivel adecuado y de la manera correcta, son enormes. Según encuestas, existen indicios de que los particulares ignoran o malinterpretan las instrucciones (DEFRA AW1402, 2013).
Los defensores de estos dispositivos alegan que su uso es completamente seguro y humanitario, cuando son utilizados por profesionales competentes. Sin embargo, se observa elevación de los marcadores de estrés en animales entrenados por profesionales, incluso en las condiciones más benignas (DEFRA AW1402a, 2013/ Cooper et al., 2014).
Muchas personas piensan que los collares eléctricos serían la única opción cuando se trata de un problema serio, que ponga en peligro la vida del animal o la de otros. No hay datos que apoyen esta creencia. Hasta ahora, los estudios en los que se comparan, bien mediante encuestas al propietario, bien mediante trabajo de campo, el efecto de los collares eléctricos frente al de métodos basados en el refuerzo positivo, revelan que estos últimos, no solo son igual de efectivos, sino que podrían ser más eficaces (Blackwell et al., 2012; DEFRA AW1402, 2013; DEFRA AW1402a, 2013/ Cooper et al., 2014; Arnott et al., 2014).
Conclusión
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El coste en cuanto a pérdida de bienestar animal es demasiado elevado como para poder justificar el uso de collares eléctricos, dado que existen alternativas igualmente efectivas e inofensivas para el animal y su propietario. Además de los riesgos que conlleva su utilización bajo los parámetros recomendados por los fabricantes, su mal uso o abuso resulta demasiado probable. Por lo tanto GrETCA siempre recomienda evitar el uso de collares eléctricos y utilizar en su lugar el adiestramiento basado en la recompensa |
Referencias