El rumor de que el veterinario Albert Bourla, director ejecutivo de Pfizer, provocó la aparición de la enfermedad de las vacas locas al ocurrírsele la idea de tomar tripas de animales de matadero no utilizadas y triturarlas en alimento para ganado es completamente falso.
La noticia se ha difundido durante los últimos días a través de Facebook, y señala a Bourla, que ha estado al frente del desarrollo de la vacuna contra la COVID-19, y que como veterinario estaba al frente de la división de Sanidad Animal de Pfizer en Europa en los años 90, como responsable de que se produjera el brote de encefalopatía espongiforme bovina (EEB). Sin embargo, tanto la práctica de utilizar carne y huesos de ganado para la alimentación animal como la epidemia de la enfermedad de las vacas locas son anteriores, según ha informado la página web maldita.es.
El bulo sobre el director ejecutivo de Pfizer también ha llegado a México, donde ha sido desmentido por los verificadores de Animal Político, miembros del International Fact-Checking Network (IFCN), y a quienes Juan Antonio Montaño Hirose, exmiembro de la Comisión Científica de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), explicó que este técnica de alimentación animal ni surgió en la década de 1990 ni fue creada por Pfizer.
La epidemia de encefalopatía espongiforme bovina comenzó en el Reino Unido, en 1986 se notificó por primera vez en este país pero, tal y como indica la OMS, es probable que algunos casos ya se hubieran dado durante la década de 1970.
Por lo tanto, la enfermedad es anterior a los inicios de Albert Bourla en Pfizer. Según la biografía publicada en la web de la compañía, en 1993 empezó su carrera como director técnico en Grecia de la división de Sanidad Animal. Y, durante la década de los 90, ocupó "puestos de creciente responsabilidad dentro de Sanidad Animal en toda Europa" hasta que se trasladó a Nueva York en 2001.
La práctica de utilizar los desechos de carne y huesos del ganado para la alimentación animal se remonta a principios del siglo XX.
Como se señala en el texto que está circulando, está enfermedad sí se ha relacionado con el uso de los desechos de carne y huesos de los mataderos. Según la OMS, "la naturaleza del agente de la EEB aún se está debatiendo", pero hay evidencias que sostienen que está compuesto por una proteína denominada "prión". Esta proteína "se transmite a través del consumo de suplementos de harina de carne y huesos contaminados con EEB en la alimentación del ganado".
Javier Hermoso de Mendoza, investigador del Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (VISAVET) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) explicó que una vez se obtiene la carne en los mataderos quedan grasas, restos de músculos, huesos, piel y vísceras que no pueden destinarse al consumo humano. Se les denomina Subproductos de origen Animal No Destinados A Consumo Humano (SANDACH), a los que se les ha dado usos como "la suplementación de dietas animales".
Según la OMS, esta práctica de "reciclar la proteína animal como ingrediente de alimentación animal se remonta al menos a la década de 1920". En este estudio de 2003 sobre la EEB se explica que, a comienzos del siglo XX, se determinó que los restos de carne y huesos del ganado eran ricos en proteínas y podrían ser reutilizados "como suplemento dietético" para la alimentación animal.
"Surgen así las harinas de huesos y carne cuyo uso y producción en cadena experimentó un auge entre 1970-1990 en Europa y EEUU", señala Hermoso de Mendoza. Y añade: "La regulación de su uso ha dependido siempre de las autoridades sanitarias. La empresa farmacéutica en cuestión [Pfizer] no tiene potestad para legislar sobre la composición de los piensos animales".
En esta misma línea, Ignacio De Blas, profesor del Departamento de Patología Animal de la Universidad de Zaragoza, afirma: "Dudo que ni Pfizer ni Bourla tengan algún papel en la emergencia de las vacas locas. El origen de las vacas locas fue culpa de los gobiernos británicos (especialmente los de Margaret Thatcher en los 80) que favorecieron el procesado a bajas temperaturas de los desechos animales para hacer harinas de carne por motivos económicos y presiones de la industria transformadora de esas harinas, de forma que no se inactivaban los priones". Algo en lo que coincide en apuntar Aranzazu Mateos San Juan, investigadora de la ETSI Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas de la Universidad Politécnica de Madrid.
En resumen, la enfermedad de las vacas locas se notificó por primera vez en el Reino Unido en 1986 y la práctica de utilizar carne y huesos de ganado para la alimentación animal se remonta a décadas atrás. Por lo tanto, son anteriores a la carrera de Albert Bourla en Pfizer.