Se han publicado ya numerosos estudios sobre la salud mental de los veterinarios, pero uno de los más recientes muestra unas estadísticas preocupantes. Helene Seljenes Dalum, del departamento de Medicina del Comportamiento de la Universidad de Oslo, ha publicado los resultados de una encuesta en la que se afirma que casi tres de cada diez veterinarios habían sentido que la vida no valía la pena vivirla durante el último año. Asimismo, uno de cada veinte experimentó pensamientos suicidas graves, y uno de cada quinientos intentó quitarse la vida.
A esta encuesta respondieron casi tres cuartas partes de los 3.700 veterinarios de Noruega, y las respuestas resultan todavía más preocupantes si se tiene en cuenta que en un estudio anterior se decía que la tasa de suicidio entre los veterinarios noruegos era aproximadamente el doble que la de la población general.
Se da la circunstancia de que Dalum es también veterinaria, y ha señalado algunas posibles causas de estos resultados. También advierte de que el estudio publicado es transversal y que, por lo tanto, no puede llegar a conclusiones sobre las relaciones causales.
Muchos veterinarios, señala la investigadora, están bajo una gran presión de trabajo, a menudo están mal pagados y la eutanasia de animales es algo cotidiano. En muchas ocasiones no tienen colegas disponibles para orientarlos y aconsejarlos durante el transcurso de la jornada laboral. A diferencia de los médicos, que practican la medicina bajo supervisión durante 18 meses después de completar sus estudios, algunos veterinarios sienten que han tenido muy poca práctica durante su plan de estudios de pregrado y encuentran difícil la transición a la vida laboral.
Los veterinarios tienen que asumir la responsabilidad exclusiva de cualquier error que cometan. Por el contrario, los médicos de un hospital pueden apoyarse en la gerencia, que puede asumir la mayor parte de la culpa. Según la investigadora, un perro que muere despierta emociones fuertes. El abuso verbal dirigido a los veterinarios en las redes sociales es un problema nuevo y creciente.
Otro factor es la presión cruzada entre el bienestar animal y la economía. Dalum pone un ejemplo muy concreto referido a su entorno: un veterinario de acuicultura examina a los salmones de una piscifactoría y concluye que deben ser sacrificados debido a una enfermedad. Eso puede costarle a la empresa millones de pérdidas, y la investigadora declara que muchos veterinarios que trabajan en el sector de la acuicultura están atrapados en un aprieto entre salvaguardar el bienestar animal o las ganancias.
En los últimos 20 años, explica Helene Seljenes Dalum, se han producido grandes avances médicos en la ciencia veterinaria, especialmente en lo que respecta a los animales de deporte y las mascotas domésticas. Hoy en día se puede tratar a una proporción cada vez mayor de animales, en lugar de sacrificarlos, como hubiera sido antes la única alternativa. Aun así, el tratamiento cuesta mucho dinero.
Las personas en Noruega, prosigue, están acostumbradas a pagar solo una suma nominal cuando van a su médico de cabecera y no entienden lo caro que es operar una práctica veterinaria que no recibe subsidios estatales. Dalum revela que los veterinarios a menudo tienen que enfrentarse a discusiones difíciles con los clientes sobre el nivel de las tarifas del tratamiento. "Muchos propietarios de animales consideran que los tratamientos en el veterinario son caros. Sin embargo, nuestros animales no pagan impuestos y, por lo tanto, todos los gastos deben ser cubiertos por el propietario individual", dice Dalum.
La encuesta preguntaba a los veterinarios sobre eventos negativos en su vida, ya que se sabe que estos pueden afectar la prevalencia de pensamientos suicidas. Los problemas financieros fueron un factor importante entre aquellos que informaron haber experimentado pensamientos suicidas graves, es decir, que habían pensado específicamente en quitarse la vida e hicieron planes sobre cómo hacerlo. Ser soltero y sufrir síntomas de ansiedad y depresión fueron factores independientes adicionales para pensamientos suicidas graves.
"Además, podemos preguntarnos si los veterinarios están influenciados por el hecho de que tienen que defender rutinariamente la eutanasia como la solución adecuada cuando la calidad de vida de un animal es mala. ¿Baja eso el umbral para quitarse la vida? Por otro lado, los veterinarios también ven el efecto de sacrificar a un animal en las familias que lloran profundamente la pérdida de su mascota. Necesitamos investigar más sobre esta pregunta en particular", explica Dalum.
El estudio realizado por Helene Seljenes Dalum junto a los profesores Reidar Tyssen y Erlend Hem es el primer estudio científico que examina el trabajo, el bienestar y la salud mental de los veterinarios en Noruega. La investigadora subraya que se necesita más estudio para delinear el camino a seguir, pero espera que aumente la conciencia sobre la salud mental de los veterinarios, promueva debates sobre estos temas en la profesión y, sobre todo, genere cambios en la forma en que se enseña la medicina veterinaria.
"Hasta ahora, se ha prestado muy poca atención a cómo asumir el papel de veterinario y cómo comunicarse. Los veterinarios deben enfrentar muchas de las mismas situaciones emocionalmente exigentes con los pacientes que los médicos, y los dueños de animales piensan en su mascota como un miembro de la familia. Es un paso en la dirección correcta que la enseñanza de la comunicación clínica y la salud mental ahora se esté introduciendo en el plan de estudios de Veterinaria", afirma Dalum.