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“La ley de bienestar animal no afecta solo a los animales”

En este artículo de opinión Carmen Martínez Leandro, veterinaria municipal del Ayuntamiento de Orihuela, expresa su queja sobre el anteproyecto de Ley de Protección Animal por no contar con ellos para su aplicación.


Carmen Esperanza Martínez Leandro
Veterinaria Colegiada 730 por el Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios de Alicante, en ejercicio profesional en el Ayuntamiento de Orihuela

He sufrido un calvario para estar donde estoy; era lo que quería, es lo que quiero y no quiero estar en otro lugar o en otro tiempo. Amo lo que hago porque hago lo que quiero, y sufro porque no puedo hacer más; a veces es por falta de conocimiento, a veces por falta de habilidades sociales, a veces por falta de fuerza moral, a veces simplemente porque “no me da la vida”.

Soy veterinaria municipal, funcionaria de carrera desde hace 10 años. He crecido profesionalmente admirando mi profesión y a los profesionales con los que he trabajado, y no he encontrado a uno solo del que pueda decirse que no respeta el mundo animal. Creo que no me equivoco si digo que todos los compañeros que he conocido aman el mundo animal en todas sus facetas, pero esto ya es una opinión.

Diferencio los términos amor y respeto: el amor es un sentimiento. El respeto a los animales, sin embargo, es una cualidad moral, que además está tipificada normativamente y que, en el caso de los veterinarios, además de venirnos dada con nuestra vocación nos viene impuesta en nuestro código deontológico.

Respeto por el mundo animal

Desde los inicios de mi profesión, e influida por mi vocación de servicio, me incliné siempre por la función pública y en este terreno me he nutrido de grandes profesionales. Tampoco en este campo he conocido a nadie del que se pueda poner en tela de juicio su respeto por el mundo animal y sus necesidades.

Para ello también hay que tener en cuenta el avance de la ciencia y del conocimiento, así como el avance de la sociedad y sus sensibilidades.  Como en todo, no se puede juzgar con estándares morales del siglo XXI lo que se hacía dentro de la legalidad en el siglo XX.

Me entristece ver, después de todo lo que he pasado para llegar hasta aquí, que se ponga en tela de juicio la necesidad de mi trabajo como garante del bienestar animal.

Está claro que son necesarias muchas visiones para solucionar un problema como es el maltrato, el abandono o la ausencia de bienestar animal. Y está claro que los funcionarios no llegamos a todo.

Pero no es menos evidente que los funcionarios continúan siendo garantes de la veracidad de un documento público y que los veterinarios funcionarios son los mejores impulsores de un procedimiento administrativo que afecta al bienestar animal.

No es menos claro que los funcionarios veterinarios son los únicos que tienen entre sus obligaciones no solo cumplir con su código deontológico profesional, sino también cumplir y hacer cumplir las leyes, con principios de objetividad, eficacia, eficiencia y servicio al ciudadano.

Asimismo, los veterinarios funcionarios son una herramienta útil para vigilar el cumplimiento de las normas que afectan a los animales, para impulsar su aplicación de manera transversal  en todos los ámbitos de la administración y para garantizar la veracidad de los datos de abandono, maltrato,  bienestar, salubridad y trazabilidad.

Como una losa

Por eso me cayó como una losa la exposición que hizo el pasado 27 de enero la Dirección General de Derechos de los Animales sobre el anteproyecto de Ley de Bienestar Animal.

En primer lugar se realizó una exposición clara de la necesidad y de la competencia de este departamento para desarrollar esta ley, respecto a la que nada hay que objetar al margen de algunas discrepancias de tipo burocrático y, en cualquier caso, subsanables.

En segundo lugar, y a mi parecer, lo que hicieron fue un lavado de cara frente a la profesión veterinaria, al hilo de las críticas vertidas en diferentes medios, referentes a que no se había tenido en cuenta la profesión. Para ello, expusieron todos los puntos del anteproyecto que contradicen estas críticas (porque dan más importancia al veterinario), pero obviaron explicar aquellos aspectos de la norma que ningunean a los veterinarios profesionales en beneficio de otros sectores implicados que aún están por definir, después habrá que certificar y por último registrar: cuidadores, educadores, etc.

En este sentido pienso que, como los mismos ponentes expresaron, la Veterinaria es la única profesión reglada de todas las implicadas. Si esto es así ¿por qué hacemos continuas llamadas en la ley a un desarrollo reglamentario de profesionales que aún no existen? Y sin saber cómo, cuándo y por quién se va a reglamentar.

Se supone que un veterinario, atendiendo a su código deontológico profesional y a su obligación de no causar daño, ya cuenta entre sus responsabilidades la obligación de buscar asesoramiento externo cuando sus conocimientos no son suficientes. Entonces ¿por qué se ha sacado a los veterinarios de la ecuación en los procesos normativos de tipificación de profesionales?

Por otra parte, la ausencia de bienestar animal, a día de hoy, solo puede ser diagnosticada mediante una exploración exhaustiva clínica y comportamental, así como la búsqueda de signos o síntomas compatibles con la ausencia de bienestar animal, descartando, en todo caso, cualquier enfermedad como primera causa de ausencia de bienestar.

 Entonces, ¿me pueden decir qué profesional es el mejor cualificado para hacer un diagnóstico de ausencia de bienestar?

La capacidad de los veterinarios de la Administración

Por último y a riesgo de cometer por mi parte todos los sesgos definidos en la literatura al interpretar la exposición, manifestaron que los veterinarios de la Administración no tienen capacidad suficiente para gestionar las necesidades del bienestar animal existentes en la actualidad, por lo que es necesario crear una nueva ley para la aplicación del bienestar animal al margen de las competencias de los veterinarios de ganadería.

A los veterinarios municipales no los nombraron ni de pasada, no sé si por desconocimiento de su existencia o porque piensan que el veterinario municipal es, en principio, enemigo de esta norma.

Decir que me entristece es un eufemismo, porque no sé expresar de manera correcta, a la par que educada, cómo me siento. Podría decir indignada, frustrada, enfadada... ¡Necesitaría muchos emoticonos!

Pero no es así como me siento, es mucho peor. No sé cómo me puedo sentir después de llevar 25 años nadando contracorriente para hacer lo que hago, hacerlo lo mejor que puedo, según mi leal saber y entender, cumpliendo la legalidad y al mismo tiempo luchando por el bienestar de los animales de los que soy responsable, para después escuchar a una persona que se presenta como Jefe de un Servicio de un Ministerio, con semejante afirmación.

No puedo explicar cómo me siento al ver cómo se ha ninguneado a la administración local, que se supone va a ser la última destinataria de esta norma y la última responsable de su aplicación.

Y por último, no puedo explicar cómo me siento al ver que los grupos políticos y sectores sociales miran para otro lado sin entrar a valorar esta ley. Porque al margen de mis quejas, mis sentimientos u opiniones, pienso que esta norma es necesaria, era necesaria hace 20 años y ahora es además, urgente.

Y es necesaria para todos porque el mundo animal es un sector económico potente, que afecta a muchos puestos de trabajo que deben ser armonizados, porque los animales son seres sintientes que deben ser objeto de derechos y tutela administrativa para vigilar su bienestar, porque las personas que cuentan con animales entre los miembros de su familia deberían tener derechos de accesibilidad que aún no están  reconocidos. Y sobre todo, porque necesitamos de manera imperiosa un registro de identificación animal único, que asegure la trazabilidad de nuestros animales de compañía para frenar el abandono.

Unas preguntas finales

Estemos de acuerdo o no, esta ley nos afecta a todos, al margen de la sensibilidad que tengamos respecto al bienestar animal, porque afecta a las personas, a la convivencia, a la economía y al desarrollo profesional, además de a los animales.

Así que me pregunto: ¿cuál es el posicionamiento de todos los sectores sociales implicados, cuál es su opinión? Al margen de la crítica de artículos más o menos oportunos, ¿cuáles son sus propuestas o alternativas?

Me podrían contestar que me remita al periodo de alegaciones, pero me pregunto: ¿acaso es tan pequeño su interés que no merece ni una declaración seria en prensa, un artículo de opinión, un posicionamiento claro?

Parece que todo el mundo se queda en el debate de dos artículos más o menos populares o antipopulares, pero en lo que se refiere al bienestar animal continúan mirando para otro lado, y esto es lo que más me entristece.

Gracias por llegar hasta aquí si han leído esto, y perdón si en alguna de mis expresiones he podido equivocarme u ofender a alguien.

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