Los fármacos son considerados contaminantes emergentes, incluyendo los antibióticos que son comúnmente utilizados en medicina veterinaria. Los tejidos de los animales domésticos tratados con antibióticos, como el ganado, pueden acumular residuos de estos productos químicos, de modo que, al morir, si sus cadáveres son puestos a disposición de las aves carroñeras en muladares o puntos de alimentación suplementaria, estas pueden resultar expuestas, con efectos tan devastadores como los ya descritos para fármacos como el diclofenaco en Asia.
Entre los antibióticos disponibles, las quinolonas (agentes antimicrobianos sintéticos usados para el tratamiento de infecciones bacterianas) han sido las más frecuentemente detectadas en aves carroñeras, y aunque no son consideradas tan tóxicas para las aves como los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) o los barbitúricos, la exposición de forma crónica se ha asociado a la aparición de patologías en pollos de aves necrófagas. Sin embargo, y a pesar de su extendido uso, la información ecotoxicológica sobre las quinolonas, incluidos los factores que condicionan la exposición de las aves carroñeras a estos productos, es muy escasa.
Científicos del Grupo de Investigación en Toxicología de Fauna Silvestre del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC – CSIC, UCLM, JCCM), la Universidad de Oviedo (CSIC) y la University of the Highlands and Islands (Reino Unido) han estudiado si las poblaciones de buitre leonado (Gyps fulvus) están más expuestas a las quinolonas cuando se alimentan de carroñas provenientes de ganadería intensiva en comparación con ganadería extensiva o fauna silvestre.
Los resultados muestran el 12,9 % de los buitres analizados presentaron residuos de quinolonas en plasma, con niveles comprendidos entre 0,1 ng/ml y 36,7 ng/ml de enrofloxacina y entre 1 ng/ml y 66 ng/ ml de ciprofloxacina (su principal metabolito). Estas concentraciones no representarían un riesgo de toxicidad aguda para la especie, aunque se han descrito efectos en la microbiota oral en pollos de buitre tras la exposición a niveles similares en estudios previos.
En este trabajo, además de aportar una descripción completa sobre los niveles de quinolonas en plasma de buitres, se exponen los factores relacionados con las carroñas aportadas en muladares que influyen positiva o negativamente en la presencia de antibióticos en estas aves carroñeras. Así, la prevalencia de estos antibióticos en plasma varió en función del muladar donde se capturaron los buitres, estando positivamente asociada con un mayor aporte de masa total de carroñas en los muladares, especialmente si esta carroña era de porcino. Además, se observó una asociación negativa entre la prevalencia de quinolonas en buitres y el aporte de carroñas de ovino y vacuno en los muladares, precisamente un tipo de ganadería tradicionalmente menos intensiva que la de porcino. Adicionalmente, se observa una asociación positiva entre los aportes con carroña de conejo pocos días antes de la captura de los buitres y las concentraciones de quinolona en plasma de estas aves.
Por su parte, el análisis de las carroñas aportadas en muladares revela una prevalencia total de quinolonas del 17,9 %, detectándose en hígado y músculo de porcino y ovino. Las concentraciones halladas en las carroñas de porcino alcanzaron niveles de enrofloxacina de hasta 3358,6 ng/g en hígado y 3127.4 ng/g en músculo, respectivamente, mientras que en oveja la concentración más alta detectada en músculo era de 52,2 ng/g. Además, teniendo en cuenta la farmacocinética de la enrofloxacina en porcino, se estima que hasta el 5,3 % de las carroñas analizadas provenían de animales que murieron no más de un día después del tratamiento.
El consumo de carroñas de porcino (más ligado a ganadería intensiva) fue uno de los factores más determinantes en la presencia de quinolonas en plasma de buitre leonado. Por otro lado, la prevalencia de quinolonas en plasma de buitre se asoció negativamente con los niveles de plomo en sangre en esta especie, que tiene su origen en el consumo de carroñas de animales silvestres cazados. Esto sugiere que un mayor consumo de animales cazados reduce la exposición a fármacos de uso veterinario, pero aumenta el riesgo de exposición a plomo y viceversa.
En su conjunto, este trabajo indica que el aporte de carroñas de animales domésticos en muladares para la alimentación de aves carroñeras debería tener en cuenta los riesgos potenciales derivados de la exposición a fármacos. De este modo, el estudio señala la importancia de informar correctamente a través de los prospectos a los veterinarios y ganaderos directamente relacionados con la gestión de los aportes en estos muladares para evitar introducir carroñas con residuos de fármacos, especialmente los de mayor toxicidad aguda como son los AINE o los agentes eutanasiantes. Además, los autores del estudio señalan que un muestreo continuado de las carroñas aportadas para la alimentación de buitres podría ser de gran utilidad para completar una evaluación de riesgo de fármacos veterinarios para estas especies, especialmente mientras fármacos altamente tóxicos, como el diclofenaco o el pentobarbital, sigan autorizados en la veterinaria de animales de abasto en Europa.