Adeline Marcos. Servicio de Información de Noticias Científicas (SINC).
En 2010, el Parlamento catalán -a propuesta de la Iniciativa Legislativa Popular antitaurina en Cataluña- podría dar un paso más en la prohibición de una práctica que desconcierta, y también en la protección de este animal. El toro de lidia, como cualquier ser vivo, tiene un lugar en este planeta, pero ¿cuál? Para José Enrique Zaldívar, veterinario por la Universidad Complutense de Madrid y vicepresidente de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia (AVAT), es un animal doméstico “porque su existencia y supervivencia depende exclusivamente de la especie humana, la que se ha ocupado de su selección y de su alimentación. No sobreviviría a su libre albedrío, no es un bovino salvaje”.
Su crianza parece estar ligada de manera inexorable a la lidia, o a ciertos espectáculos taurinos. “El hombre crea al toro de lidia; no nace por generación espontánea”, asegura Zaldívar. Pero no todos los toros son iguales. Cambian su pelaje, su cornamenta y su estructura corporal en función de la ganadería.
Un mito de carne y leche
La creencia es que el toro de lidia es descendiente directo del bóvido salvaje, conocido por Uro primigenio o Bos taurus primigenius, y que desapareció de los bosques de Lituania en 1627. Pero este bovino de grandes dimensiones también llamado Auroch, es, en realidad, el ancestro común de todas las especies de bóvidos de carne y de leche.
En la actualidad, un equipo de científicos pretende “resucitar” a Auroch en Holanda, dentro del Proyecto Taurus, y repoblar algunos ecosistemas de Europa a partir de cruces de bóvidos. Resulta ilustrativo que entre las subespecies de la Península Ibérica elegidas para el proyecto no figure el toro de lidia. “Se han elegido la Pajuna, la Sayaguesa, y la Tudanca”, informa Zaldívar.
El toro de lidia tiene la riqueza genética de cualquier otra subespecie y el factor cultural que la sociedad quiera darle. Pero ¿es más importante que la Avileña (bovino ibérico) o que el Guará Català (burro catalán)? “Posiblemente, no”, matiza Antoni Dalmau, investigador en el Subprograma de Bienestar Animal del Instituto catalán de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA).
Del campo al ruedo
Antes de tener una “utilidad” exclusivamente lúdica, la domesticación de los bóvidos se inició con un fin alimenticio, como ha pasado con otras especies animales. De estos bóvidos se seleccionaron los bovinos con mayor “fiereza”, que en realidad eran los más complicados de manejar para la crianza, para los espectáculos que dieron lugar a la tauromaquia, pero al final, “es tan vaca la de Milka de los anuncios como la madre de cualquier toro de lidia”, indica Dalmau.
Pero no está sólo el toro, también lo están las dehesas en las que habita. “Las dehesas estaban antes que este animal”, comenta Zaldívar que cuestiona la idea de que el toro de lidia sea beneficioso para estos espacios protegidos. “Si desaparece el toro, las dehesas van a permanecer ya que son utilizadas por los mismos ganaderos de lidia, para la crianza del cerdo ibérico, explotación de ganado ovino, de otras razas de vacuno, e incluso como cotos de caza”, apunta el veterinario.
En el caso de abolirse la tauromaquia, “el toro de lidia y su crianza dejarán de tener sentido”, afirma el vicepresidente de AVAT. Pero el animal no desaparecería. Al igual que el burro, que ha dejado de tener “utilidad” como animal doméstico, se conservarían algunos ejemplares del toro para mantener esta subespecie.
Para el investigador del IRTA, “resulta complicado saber cómo se gestionarían algunas fincas dedicadas a la cría de este ganado si éstos no existieran”. Podrían abandonarse o criar otros toros más dóciles. “Muchos équidos, porcino y ovino han desaparecido a lo largo de los años y nadie ha clamado por ello”, señala Zaldívar que está en contra de “la crianza de un animal cuyo fin es ser torturado y muerto en un espectáculo que agrada a una parte de la ciudadanía”. Los toros que no acaban en el ruedo, son seleccionados y enviados al matadero o a algún otro tipo de “espectáculo”.
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(Foto: Sxc.hu) |
El sufrimiento del toro, paso a paso | ||
José Enrique Zaldívar, el investigador y veterinario que lleva tres años estudiando este tema, considera que el toro “sufre una enorme agonía durante la lidia”. Además de provocar lesiones anatómicas como son la rotura de músculos (más de 20), de ligamentos, tendones, vasos, y nervios, a causa de los instrumentos empleados por los toreros, también se producen fracturas de estructuras vertebrales, de costillas y de sus cartílagos de prolongación. Zaldívar explica que las puyas insertadas en el animal durante la lidia le limitan su movilidad, ya que afectan al plexo braquial, que se ocupa de la inervación del tercio anterior. “Como consecuencia de las puyas el toro puede perder entre un 8 y un 18% de su volumen sanguíneo”, precisa el veterinario. La estocada le provocará la muerte por una profusa hemorragia en la cavidad torácica. “En sólo el 20% de las ocasiones la espada va a seccionar los grandes vasos del tórax, lo que haría la agonía más corta”, comenta Zaldívar. La puntilla le provoca la asfixia por cortarle el bulbo raquídeo. Según las analíticas sanguíneas realizadas por los veterinarios, existen graves alteraciones orgánicas durante la corrida. “El 93% de los toros lidiados presenta acidosis metabólica, compatible con el sufrimiento, y la incapacidad del organismo para regular sus constantes vitales”, señala Zaldívar. Otros estudios científicos señalan importantes lesiones musculares por el sobreesfuerzo que supone la lidia para el toro, “para la que es evidente que no está preparado”. Además, el 23% de los toros lidiados tienen lesiones oculares. Según el taxidermista de la plaza de Las Ventas en Madrid, “el 60% de los toros lidiados en esta plaza presentan fracturas o fisuras de cráneo”. |