Los collares eléctricos, fabricados para transmitir impulsos eléctricos tras la activación con un mando a distancia, se utilizan con frecuencia para el adiestramiento de muchos perros. Sin embargo, según informa El País, la ministra holandesa de Agricultura, Naturaleza y Calidad Alimentaria, Carola Schouten, asegura que "causan un sufirmiento considerable" y ya no podrán utilizarse a partir del 1 de julio de 2020.
Existen muchos motivos por lo que no utilizar estos collares, uno de ellos es que fomentan el adiestramiento a través del castigo, "cuando el dueño de una mascota debe ser responsable y entrenarla bien sin necesidad de estos aparatos", añade Schouten. Los fabricantes aseguran que con la utilización de estos collares el perro aprende a no escapar y a no mostrarse agresivo, además de controlar sus ladridos. Sin embargo, un estudio publicado en 2014 por la Universidad británica de Lincoln, señala “cambios en su comportamiento, estrés y menor capacidad para relacionarse con otros perros y con las personas”. Por otra parte, en los dos grupos observados en el estudio, “con y sin collar, los que fueron recompensados con comida o caricias, aprendieron lo mismo”.
Los collares ya están vetados en otros países, entre ellos, Suecia, Noruega, Dinamarca Austria, Suiza, Alemania o Eslovenia (en España, Galicia, Comunidad de Madrid y Región de Murcia, los prohíben o restringen), de ahí que la Asociación Holandesa de Terapia Conductual para Perros, lo defina como “una medida que ha tardado mucho”. Sus portavoces admiten que estos aparatos son “indignantes”, pero también muy populares en Holanda, porque “los dueños no quieren perder el tiempo” en modificar algunos comportamientos caninos. Por útlimo, tampoco ayuda que estos dispositivos puedan obtenerse en tiendas para mascotas como un accesorio más y se considera necesario que los comerciantes adviertan sobre sus riesgos y sobre los cambios que se están produciendo en la legislación para restringir su uso.
Recientemente, el Grupo de Especialidad de Etología Clínica de AVEPA (GrETCA) elaboró un documento en el que se posicionaba en contra del uso de estos collares y recalcaba el riesgo que suponen para el bienestar de los animales y para la salud pública, no solo por el propio estímulo eléctrico que generan, sino por los problemas de comportamiento y las reacciones de miedo y agresividad que pueden producir en los animales.