Esta información aparece publicada en el número 224 de la revista Argos (diciembre de 2020), que se puede leer íntegramente aquí.
El estrés oxidativo se define como el
desequilibrio entre la producción de
especies reactivas oxidantes (prooxidantes)
y la capacidad antioxidante del
organismo, de manera que se supera la
capacidad del organismo para neutralizar
las especies reactivas y se incrementa su
concentración. Puede oscilar en
intensidad, desde un nivel fisiológico
(estrés positivo) hasta niveles patológicos
(estrés negativo), que daña biomoléculas y
son nocivos para las células.
Existen multitud de compuestos que pueden incrementar la capacidad antioxidante, pero tal vez uno de los más estudiados y de interés actual es la astaxantina, una xantofila con elevada capacidad antioxidante. Se ha evaluado su papel neuroprotector en el síndrome de disfunción cognitiva asociado con el envejecimiento y diferentes patologías, como la diabetes mellitus.
Aunque la mayoría de los estudios se han
realizado en pruebas in vitro (por ejemplo,
con cultivos celulares) o con pequeños
animales de laboratorio, comienza a acumularse
información en otras especies. En
este sentido, se
ha observado en perros que la administración
diaria de 3 mg/kg de peso disminuye
el índice general de peroxidación lipídica
en plasma, así como los niveles de triglicéridos
y de lactato deshidrogenasa, cuya
actividad se incrementa en situaciones de
estrés oxidativo.
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