La procesionaria del pino es un peligro tóxico potencialmente mortal para los animales de compañía. El más mínimo contacto requiere la atención inmediata de un veterinario. Está muy extendida en los pinares de toda Europa y en concreto de la península ibérica y ya ha comenzado a descender de los árboles.
Los distintos ayuntamientos de España están actualmente finalizando los trabajos de control y reducción de la oruga procesionaria que se llevan a cabo en los parques y zonas verdes de las ciudades. Debido a las altas temperaturas y a la escasez de lluvias se ha adelantado la bajada de estos insectos de sus nidos con los riesgos que conlleva. Es fundamental que se realicen de forma sistemática medidas de prevención.
El trabajo de control consta de cuatro fases:
Estos insectos son extremadamente peligrosos, especialmente para los niños y los animales de compañía que, debido a la curiosidad que generan, pueden llegar a tocarlos con todos los riesgos que esto conlleva.
Si un perro entra en contacto con las orugas generalmente sufre la inflamación del hocico y la cara, picores intensos en las partes afectadas y abundante salivación. Si llegan a comérselas la ingestión del tóxico que lleva sus tricomas puede provocar la necrosis de lengua o garganta. Hay que acudir inmediatamente al veterinario.
La acción de este insecto puede tener efectos urticantes en personas y animales, provocando lesiones oculares, cutáneas o mucosas.
Las larvas de la oruga procesionaria se apiñan durante el invierno en los bolsones que penden de los árboles y, según llegan febrero y marzo comenzamos a ver la bajada de la oruga procesionaria de las copas de los pinos.
Hace algunos años esto ocurría en los meses de abril y mayo, pero se está adelantando debido a las suaves temperaturas de los últimos inviernos por el cambio climático. Así, las orugas adelantan su marcha anual para buscar un lugar donde enterrarse y empezar su metamorfosis.