(1) Miembro del grupo LeishVet. Facultad de Veterinaria, Universitat Autònoma de Barcelona.
(2) Miembro del Grupo de Estudio de la Leishmaniosis Canina (GSLC). Hospital Clínic Veterinari, Universitat Autònoma de Barcelona.
(Imágenes cedidas por los autores)
Figura 1. Úlceras corneales profundas y panuveitis exudativa hipertensiva bilateral en un caso de leishmaniosis felina. (Foto: Servicio de Oftalmología del Hospital Clínic Veterinari, UAB)
El primer caso de leishmaniosis felina se describió hace un siglo en Argelia, en un hogar en el que también se diagnosticó un caso de leishmaniosis en un niño y un caso de leishmaniosis canina (Sergent et al., 1912).
Desde entonces se han ido describiendo de forma más o menos esporádica casos de leishmaniosis en gatos en prácticamente todos países en los cuales la leishmaniosis canina es endémica (España, Portugal, Francia, Italia, Grecia). Sin embargo, en la última década se han reportado con mucha más frecuencia casos de leishmaniosis felina, incluso se han publicado series relativamente largas (15 casos; Navarro et al., 2010).
En la actualidad, no sabemos si la prevalencia de la enfermedad aumenta o si, por el contrario, sólo han mejorado los procedimientos diagnósticos. En cualquier caso, es necesario que los veterinarios conozcamos esta enfermedad, su diagnóstico, su tratamiento y su importancia sobre la salud pública.La leishmaniosis felina en Europa está causada por Leishmania infantum, como la leishmaniosis canina, y es transmitida por los mismos flebótomos. Los flebótomos son muy poco selectivos y se alimentan de sangre de muchos mamíferos, entre ellos el gato, e incluso de aves (Ogusuku et al., 1994). Además, se ha demostrado que un gato infectado por Leishmania es capaz de infectar flebótomos de forma eficaz (Maroli et al., 2007).
Los estudios epidemiológicos realizados hasta el momento, han dado resultados muy diversos y es difícil dar una cifra única. Utilizando técnicas de PCR (que detectan infección) se han obtenido resultados tan distintos como un 63% de positivos (en gatos FIV+ en Sicilia) y un 0,43% en un estudio realizado en Madrid (Ayllon et al., 2008). En cambio, los estudios serológicos en general dan resultados algo más bajos, pero también muy diversos. En la tabla que hay a continuación, se recogen algunos de los resultados de los diferentes estudios.
Prevalencia de leishmaniosis felina en diversos estudios recientes. | ||
Autor y país | Técnica | Resultado |
Pennisi Italia (Sicilia) | IFI | 63% de gatos FIV + seropositivos a Leishmania |
Martín-Sánchez et al. (2007) España (Sur) | IFI PCR | 28,3% positivos (>1:40) 25,7% positivos (N=183) |
Solano_Gallego (2007) España (Mediterráneo) | ELISA Prot A ELISA IgG | 6,29% positivos 5,25% positivos (N=445) |
Solano_Gallego (2007) España (Mediterráneo) | ELISA Prot A ELISA IgG | 6,29% positivos 5,25% positivos (N=445) |
Maia et al. (2008) Portugal (Lisboa) | PCR IFI | 30,4% positivos 17,3% positivo débil (N=23) |
Ayllon et al. (2008) España (Madrid) | IFI PCR | 1,29% positivos 0,43% positivos (N=233) |
Nasereddin et al. (2008) Israel (Jerusalén) | ELISA | 6,7% positivos 17,3% positivo débil (N=104) |
Tabar et al. (2008) España (Barcelona) | PCR | 4% positivos (N=100) |
Diakou et al. (2009) Grecia (Thessaloniki) | ELISA IgG | 3,87% positivos (N=284) |
De todos estos datos parece concluirse que la infección en gatos por Leishmania no es rara y que, en zonas endémicas, hay un porcentaje de gatos infectados; bien de forma permanente o bien transitoria. Sin embargo, parece evidente que sólo una parte muy pequeña de estos animales desarrolla la enfermedad. De hecho, hasta el momento se han descrito menos de 100 casos de leishmaniosis en gatos, una cifra que seguro es muy inferior al numero de gatos infectados. Muy probablemente, el sistema inmunitario sano del gato es capaz de controlar la infección por este parásito, bien eliminándolo o bien manteniéndolo en un estado crónico subclínico. Sólo en una minoría de gatos, genéticamente predispuestos o con un sistema inmunitario debilitado (infecciones virales, fármacos inmunosupresores, neoplasias…) la infección progresa y genera signos clínicos (Leiva et al., 2005).
Un tema controvertido es la posible predisposición de los gatos infectados por retrovirus (FeLV, FIV) a desarrollar leishmaniosis. Si bien en las series publicadas hay varios casos de gatos FIV+ (Pennisi et al. 1998; Hervás et al., 1999; Pennisi et al., 2004; ), estudios epidemiológicos extensos no han sido capaces de demostrar esta relación (Solano-Gallego et al., 2007, Martín-Sánchez et al., 2007).
En la mayoría de casos descritos, los gatos con leishmaniosis clínica presentan lesiones cutáneas, mucocutáneas u oculares (figura 1). En un porcentaje pequeño se presentan formas viscerales semejantes a las del perro. Las lesiones más comunes consisten en nódulos dérmicos-subcutáneos, de varios mm a varios cm de diámetro, no dolorosos, situados en la cabeza (orejas, párpados), en las manos y pies (cojinetes) o en cualquier parte del cuerpo (Rufenacht et al., 2004, Leiva et al., 2005, Navarro et al., 2010).
En otros gatos se presentan lesiones ulcerativas-costrosas. Menos frecuentes son las lesiones nodulares-ulcerativas en las membranas mucosas o las lesiones oculares (blefaritis, conjuntivitis, panoftalmitis). En la mayoría de los casos se presenta también linfadenopatía regional o generalizada y astenia o anorexia, indicando una cierta extensión y efectos sistémicos de la infección.
En un número menor de casos, la leishmaniosis felina es visceral y cursa con insuficiencia renal o hepática graves. Hígado, bazo y riñón suelen ser los órganos más afectados por la infección cuando se extiende. La mayoría de casos se diagnostican mediante citología por aspiración o biopsia de las lesiones cutáneas, mucocutáneas y/o oculares y posterior confirmación mediante inmunohistoquímica (figuras 2, 3 y 4), PCR o serología.
Figura 2. Numerosos amastigotes de Leishmania (color marrón) en el estroma corneal evidenciados con una tinción inmunohistoquímica
Figura 3. Dermatitis granulomatosa difusa, también carácterística de la leishmaniosis felina.
Figura 4. Frecuentemente es necesario utilizar una tinción inmunohistoquímica para identificar los amastigotes de Leishmania en las biopsias. Aparecen de color marrón.
No hay estudios sólidos sobre la mejor terapia para la leishmaniosis felina. De los pocos casos publicados parece deducirse que el tratamiento más efectivo es el alopurinol (10-20 mg/kg/12h o 24h), durante meses, hasta la curación clínica. En algunos casos se han utilizado la sales de antimonio a dosis muy diversas (5-50 mg/kg/24h durante 30 días) con resultados variables. La miltefosina no se ha probado, pero podría ser una opción en el futuro. La PCR cuantitativa puede ser útil para el seguimiento de la respuesta de los gatos al tratamiento. Obviamente, si se conocen elementos inmunosupresores, hay que corregirlos. El pronóstico es reservado. En los pocos casos descritos hay evoluciones muy diversas. Algunos gatos controlan la infección con la ayuda del tratamiento, en la mayoría de casos alopurinol. En otros -probablemente la minoría-, sin embargo, la infección progresa y aparecen signos sistémicos graves (insuficiencia renal).
Como conclusión clínica podríamos decir que en zonas endémicas de leishmaniosis canina, en los gatos que presentan signos clínicos que si fuese un perro serían sugestivos de leishmaniosis, hay que incluir a esta enfermedad en el diagnóstico diferencial.
El papel del gato en la epidemiología de la leishmaniosis todavía no se ha determinado. Dado el porcentaje de gatos infectados (considerable en algunas zonas), posiblemente es mejor considerar al gato como un reservorio secundario, de mucha menor importancia que el perro, pero no únicamente un hospedador accidental como podrían ser el caballo, la cabra o la oveja.
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