Fernando Simón Martín
Laboratorio de Parasitología
Facultad de Farmacia
Universidad de Salamanca
Imágenes cedidas por el autor
Diversas especies de filarias (Nematoda: Filaroidea) pertenecientes a los géneros Dirofilaria, Acanthocheilonema y Cercopithifilaria (sins. Dipetalonema) parasitan a cánidos y félidos domésticos y silvestres en todo el mundo. De todas estas especies, las más frecuentes en las poblaciones de perros y gatos, en nuestro medio, son Dirofilaria immitis y Dirofilaria repens, de entre las cuales D. immitis es la que tiene mayor importancia clínica. Además de generar un importante problema veterinario, estas especies pueden causar infecciones zoonósicas, ya que se transmiten al hombre, en el que producen la dirofilariosis pulmonar y subcutánea.
Un parásito con historia |
La primera observación del gusano del corazón (Dirofilaria immitis) fue realizada en 1626 por Francesco Birago, noble lombardo que en su Tratado Cinegético, describió el hallazgo realizado en la necropsia de un perro de caza de su propiedad: “El perro sufre de otra enfermedad más, que es imposible de curar… Dos vermes se desarrollaron en el riñón. Son largos como medio brazo (probablemente Dioctophyma renale), gruesos como un dedo y rojos como el fuego… se mueven y migran al corazón (Dirofilaria immitis)…”. |
Epidemiología de la dirofilariosis en España
La dirofilariosis canina es cosmopolita. Está presente en áreas templadas y tropicales de todo el mundo, donde concurren factores ambientales que favorecen el desarrollo de las poblaciones de los mosquitos vectores de estos parásitos. Además de perros y gatos, se han descrito numerosas especies de animales silvestres (Barriga, 1982) como hospedadores naturales de D. immitis (figura 1). No obstante, la prevalencia es mayor en los cánidos que en el resto de las especies y, de todos ellos, el que mayor importancia tiene es el perro.
Distribución en España
La dirofilariosis es endémica en todos los países europeos del Mediterráneo. Por lo que se refiere a España, su distribución se conoce sólo parcialmente. Los datos actuales muestran que la dirofilariosis cardiopulmonar está presente tanto en la Península Ibérica como en las islas Baleares y Canarias (figura 2). No obstante, diversas provincias de Castilla-la Mancha, Castilla y León y de las comunidades de la Cornisa Cantábrica no han sido estudiadas. Las prevalencias más elevadas se han detectado en las Islas Canarias (20-58,89%), Menorca (39%), Huelva (36,7%), Tarragona (35,8%) y Alicante (18%) (Guerrero et al., 1989; Montoya et al., 2007). No obstante, es necesario matizar estos datos:
• En primer lugar, estudios recientes han revelado moderadas prevalencias de D. immitis en La Coruña y La Rioja (Simón et al., 2009a; Morchón et al., 2009), lo que sugiere que la falta de datos en algunas provincias del norte peninsular se debe más a la ausencia de estudios que a la inexistencia real de dirofilariosis.
• Por otra parte, la mayoría de los datos se han obtenido muestreando las poblaciones caninas urbanas que son llevadas a consulta veterinaria, lo que puede proporcionar un cuadro epidemiológico distorsionado. Ejemplos de esto lo constituyen los datos existentes en la provincia de Salamanca, en la que Pérez Sánchez et al. (1989) observaron una prevalencia general del 12%; sin embargo, cuando analizaron por separado la situación en un área de regadíos cercana a la capital en el valle del Tormes, con condiciones favorables para el desarrollo de las poblaciones de mosquitos vectores, la prevalencia de D. immitis en la población canina alcanzó el 33,3%.
Algo similar ocurre en otras áreas como El Bajo Llobregat en Barcelona y el Delta del Ebro en Tarragona, donde la prevalencia es muy superior a los datos generales de las respectivas provincias (Anguera 1995; Aranda et al., 1998; Rodes, 2006).
• Finalmente, puesto que la dirofilariosis es una enfermedad de transmisión vectorial, los cambios en las condiciones ambientales, junto con otros factores determinan variaciones, a veces importantes, de los parámetros epidemiológicos de la dirofilariosis canina, que son analizados más adelante.
Presencia en gatos
Diversas encuestas epidemiológicas demuestran que donde hay dirofilariosis canina existe dirofilariosis felina (Genchi et al., 2007). No obstante en España, que nosotros sepamos, sólo se ha publicado un trabajo que muestra la presencia de D. immitis en la población felina de la isla de Gran Canaria, donde 9 de los 49 gatos analizados serológicamente presentaron anticuerpos contra D. immitis y/o contra la bacteria endosimbionte Wolbachia presente en D. immitis (Morchón et al., 2004). No hemos encontrado denuncias de casos clínicos de dirofilariosis felina publicadas en España.
D. repens
D. repens también está presente en el territorio español. La dirofilariosis subcutánea se ha detectado en la zona este peninsular e Islas Baleares. Así mismo, cinco casos de dirofilariosis subcutánea canina fueron observados en perros procedentes de la isla de Tenerife (Stenzenberger, R. & Gothe, R., 1998).
Vectores
En España existen numerosas especies de mosquitos que potencialmente pueden actuar como vectores de D. immitis y D. repens. No obstante, la presencia de las larvas de los parásitos sólo se ha demostrado en dos ocasiones mediante el empleo de la reacción de la polimerasa en cadena (PCR). En Salamanca se detectó ADN de D. immitis en Culex pipiens, la especie más abundante en la zona y con un periodo de actividad anual más largo (Morchón et al., 2007). Así mismo, se ha identificado la presencia de D. immitis en Cx. theileri de la isla de Gran Canaria (datos propios no publicados) (figura 3A). No obstante, no puede descartarse que otras especies estén implicadas en la transmisión de la dirofilariosis en éstas y otras áreas endémicas españolas.
Cambios en la distribución de la dirofilariosis
Como señalan Genchi et al. (2007), los factores que generalmente se consideran más importantes en la difusión y transmisión de la dirofilariosis y en los cambios que puede experimentar su cuadro epidemiológico son variados:
1. La presencia en un área dada de reservorios en los que el parásito es capaz de desarrollarse y producir microfilarias necesarias para su transmisión.
2. La presencia de especies de mosquitos vectores capaces de asegurar la transmisión, y la existencia de condiciones ambientales adecuadas para el desarrollo de sus poblaciones.
3. El fenómeno del calentamiento global, que parece estar sufriendo la tierra, que influye sobre la duración del periodo anual de transmisión en las áreas endémicas y en la transformación de zonas no endémicas en zonas de riesgo.
4. La introducción y adaptación, en áreas endémicas de zonas templadas, de nuevas especies de mosquitos vectores procedentes de áreas endémicas o de áreas tropicales alejadas.
5. Las malas prácticas profilácticas en zonas de baja prevalencia, que crean focos no controlados, a partir de los cuales se puede difundir a zonas aledañas.
6. La expansión urbanística que puede recrear unas condiciones idóneas para la transmisión de la enfermedad, al introducir mascotas y favorecer el desarrollo de mosquitos vectores.
En Europa
En Europa, la evolución de la situación epidemiológica de la dirofilariosis se caracteriza por dos hechos fundamentales:
• una expansión hacia el centro y norte del continente, a partir de los países endémicos del Mediterráneo y,
• un aumento en las poblaciones de mosquitos vectores, debido a las modificaciones de la situación climático/ambiental con la introducción de especies no autóctonas (Cancrini et al., 1995).
En España
En España existe aún poca información para poder determinar si se están produciendo cambios en la situación epidemiológica. No poseemos datos que nos permitan atribuir la reciente denuncia de D. immitis en poblaciones caninas de dos provincias del norte peninsular (La Coruña y La Rioja), anteriormente reseñada, a una expansión del parásito desde áreas endémicas situadas más al sur, o a que su existencia no había sido convenientemente estudiada.
Por otra parte, es también escasa la información sobre la evolución de la prevalencia en las áreas endémicas. De hecho, solamente poseemos datos de Gran Canaria. En esta isla el primer estudio epidemiológico realizado reveló una prevalencia de 36% en los perros de la capital, Las Palmas de Gran Canaria (Guerrero et al., 1989); en 1994 había alcanzado el 67,02% en el conjunto de la población de la isla, disminuyendo al 52,18% en 1996 (Montoya et al., 1998). En la actualidad la prevalencia en la población canina general es de 19,36%, mientras que en los podencos canarios se mantiene muy elevada (41,6%).
Estas discrepancias se atribuyen a que la aplicación de quimioprofilaxis es más habitual en los perros de los núcleos urbanos, mientras que las condiciones de mantenimiento de los podencos son mucho más precarias, ya que están expuestos continuamente a la picadura de los mosquitos y no reciben tratamiento profiláctico (Montoya, comunicación personal).
Por otra parte, la presencia en la Península Ibérica de Ae. albopictus (el mosquito tigre) ha sido señalada en la comarca del Vallés (Cataluña), donde Aranda et al. (2006) observaron que dicha especie no sólo se ha introducido, sino que ya ha desarrollado densas poblaciones que avalan su adaptación a las condiciones ambientales existentes. Ae. albopictus fue introducido en Europa a través de Albania en 1979, procedente del sureste asiático (figura 3B).
En el año 1990 fue detectado en Italia; en 1999, en Francia y, posteriormente, como ya se ha indicado, en la Península Ibérica. Esta especie transmite 22 arbovirus y su papel como vector de Dirofilaria immitis y Dirofilaria repens ha sido demostrado en su área de origen y en Italia (Gratz, 2003), así como en algunas áreas de Norteamérica.
Por ello, se hace necesaria una vigilancia epidemiológica para determinar si su área de distribución en España se incrementa.
![]() ![]() Figura 3. Vectores de la dirofilariosis. (A) Composición de las poblaciones de mosquitos culícidos en dos áreas endémicas de Salamanca y Gran Canaria donde se han realizado estudios epidemiológicos para localizar larvas del parásito. Culex pipiens y Culex theileri son las dos especies más abundantes en cada área y en las que se han encontrado ejemplares parasitados con larvas de D. immitis. (B) Diseminación de Aedes albopictus en Europa a partir de Albania. |
La dirofilariosis humana
El primer caso de dirofilariosis pulmonar humana se atribuye a Dashiel (1961). No obstante, existen denuncias anteriores de filarias caninas localizadas en el corazón y vasos importantes del hombre. Magalhaes (1887) describió la presencia de un verme en la parte derecha del corazón de un joven de Río de Janeiro, que se constituyó como una nueva especie, denominada Dirofilaria magalhaesi. Posteriormente, se descubrió un gusano adulto de 12 cm de longitud en la vena cava inferior de una mujer de 73 años de Nueva Orleans (Faust et al., 1941). Inicialmente se le atribuyó el nombre de Dirofilaria lousianensis, aunque más tarde el mismo Faust sugirió que la verdadera identidad de la especie era Dirofilaria immitis.
Desde que se realizaron estas primeras denuncias hasta el presente, el número de casos de dirofilariosis humana publicados (tanto de localización pulmonar como subcutánea) se ha ido incrementado paulatinamente. Sin embargo, aún no se conocen con certeza, ni la distribución ni la incidencia de la dirofilariosis humana en muchas áreas debido, probablemente, al desconocimiento de esta parasitosis por la mayoría de la comunidad médica y a la falta de herramientas diagnósticas para una correcta evaluación de la situación epidemiológica.
La distribución conocida de la dirofilariosis humana es mucho más restringida que la de la dirofilariosis canina, porque es consecuencia de un interés de la comunidad científica en áreas geográficas determinadas. La obtención de datos epidemiológicos en el hospedador humano se realiza de dos maneras: mediante la revisión retrospectiva de casos publicados previamente y por medio de estudios seroepidemiológicos que permiten la detección de anticuerpos específicos anti-Dirofilaria. Estas dos fuentes de información proporcionan dos puntos de vista diferentes pero complementarios (Simón et al., 2005).
La revisión retrospectiva no ofrece una definición de la distribución real de la dirofilariosis humana, porque sólo proporciona información relacionada con áreas donde existe interés por Dirofilaria. En la mayoría de las áreas endémicas son más numerosas las denuncias de casos de dirofilariosis subcutánea/ocular que de dirofilariosis pulmonar, a pesar de que la incidencia de la dirofilariosis cardiopulmonar puede ser superior a la de la dirofilariosis subcutánea, en las poblaciones de reservorios animales de esas áreas. Esta situación puede deberse, al menos en parte, a que la dirofilariosis subcutánea/ocular humana es más fácil de detectar, siendo el propio paciente el que, frecuentemente, detecta la presencia del parásito o de los nódulos que produce.
En cambio, la dirofilariosis pulmonar es mucho más difícil de descubrir debido, tanto a su carácter generalmente asintomático, como a su localización en zonas profundas de la anatomía de los pacientes (Simón et al., 2009b). En España se han detectado, hasta la fecha, 12 casos de dirofilariosis humana, la mitad atribuidos a D. immitis y la otra mitad a D. repens. Su distribución geográfica coincide con la de la dirofilariosis canina. Los casos de dirofilariosis pulmonar humana se han observado en la parte oeste del país, en tanto que los de dirofilariosis subcutánea/ocular se han denunciado a lo largo de la costa mediterránea e Islas Baleares (Ruiz-Moreno et al., 1998; Cordero et al., 1992).
Tendencias actuales en la investigaciónsobre la dirofilariosis
En los últimos años se están produciendo avances significativos en diversos aspectos del conocimiento de la dirofilariosis, algunos de los cuales tienen una aplicación inmediata y otros pueden sentar las bases para el futuro desarrollo de herramientas de diagnóstico y control. Tres son los aspectos más novedosos:
1. La aplicación de nuevas tecnologías para el estudio de la epidemiología y el desarrollo de modelos de predicción, tales como el Geographic Information System (GIS) y Remote Sensing (RS). Estudios recientes realizados en Europa, aplicando estas técnicas, han demostrado que en algunas áreas endémicas españolas es donde comienza más tempranamente el periodo anual de transmisión y donde éste es más largo (Genchi et al., 2005 y 2009).
2. La incorporación de antibióticos (doxiciclinas) al tratamiento de la dirofilariosis animal, en combinación o no con medicamentos con capacidad filaricida como la ivermectina y la melarsomina. La razón reside en que los citados antibióticos son capaces de eliminar, al menos parcialmente, las bacterias simbiontes del género Wolbachia presentes en las especies de Dirofilaria. Su eliminación, aparte de contribuir a la destrucción de las filarias, resulta en una disminución de las reacciones inflamatorias subsiguientes al tratamiento (Kramer et al., 2008).
El estudio de las relaciones entre Dirofilaria spp. y sus hospedadores a nivel molecular, mediante técnicas de proteómica (Oleaga et al., 2009), está proporcionando una gran cantidad de información sobre los antígenos del parásito que participan en procesos metabólicos, antiestrés, de evasión de la respuesta inmune, etc. y sobre su reconocimiento por el sistema inmune de los diversos hospedadores. Esta información básica permitirá, en el futuro, desarrollar nuevas herramientas de diagnóstico y de control como vacunas, que actualmente no es posible desarrollar, al faltar información sobre las moléculas que deben ser seleccionadas para una eficaz interferencia de los procesos de supervivencia del parásito.
Bibliografía disponible en: www.argos.grupoasis.com/bibliografias/dirofilariosis117.doc