Camino García-Morato Fernández-Baíllo
Veterinaria, Máster en Etología Clínica por la UAB. Residente ECAWBM.
Departamento de Ciencia Animal y de los Alimentos de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona (Servicio de Etología)
El miedo es una emoción que induce una respuesta de adaptación que permite al animal evitar situaciones y actividades que podrían ser peligrosas [1]. Para que el miedo resulte adaptativo sólo debería aparecer en aquellas circunstancias que realmente amenazan la seguridad del perro.
Sin embargo, también encontramos animales en los que la respuesta de miedo es desproporcionada frente a un estímulo concreto. En este caso estaríamos hablando de fobias [2]. La fobia más frecuente en los perros es, probablemente, la fobia a ruidos intensos, tales como los truenos o los sonidos producidos por la explosión de petardos o similares. Las reacciones de los perros varían en intensidad, desde una ligera intranquilidad a una auténtica reacción de pánico, que incluye conductas de evitación activa, temblores, jadeo, salivación y vocalizaciones intensas [3].
Este problema suele aparecer durante los primeros años de vida y empeora años tras año. Esto es debido a que una de las características de las fobias es que no responden a un proceso de habituación normal. Es decir, aunque el estímulo que desencadena la fobia se presente de forma repetida sin consecuencias negativas para al animal, la respuesta de miedo no sólo no desaparece, sino que incluso puede aumentar [4]. Esta reacción de miedo exagerada no es adaptativa, y llega a plantear un problema serio de bienestar en el animal que la padece [5].
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Desarrollo y mantenimiento de la fobia
Es importante conocer los factores que intervienen en el desarrollo y mantenimiento de las fobias a ruidos fuertes con el fin de comprender por qué aparece este problema de comportamiento y cómo se puede prevenir. Los factores que se deben tener en cuenta son los siguientes:
Son procesos incrementales (sensibilización)
La sensibilización consiste en un aumento de la respuesta a un estímulo debido a la presentación repetida de este, es decir, la respuesta del animal es cada vez más intensa [7,8]. Además, en el caso de las fobias a tormentas y petardos, la duración y la intensidad de los estímulos no es constante. Por ejemplo, en el caso de los petardos puede aparecer uno de forma puntual o varios seguidos, puede ocurrir durante un breve periodo -como en las celebraciones por un éxito deportivo- durante todo un día o incluso a lo largo de varios, como en la verbena de San Juan, las Fallas valencianas o las Navidades. Por tanto, el perro no es capaz de predecir la duración ni la intensidad a la que van a llegar los estímulos aversivos cada vez que se presentan. Esta falta de previsibilidad provoca que, aun mostrándose los estímulos fóbicos en su mínima expresión, la respuesta del animal sea desproporcionada porque anticipa la intensidad y duración mayor.
Estímulos compuestos
Cuando diferentes estímulos se presentan siempre juntos, forman una configuración de estímulos [8,9]. En el caso de las tormentas, por ejemplo, el estímulo aversivo sonoro suele ir acompañado de otros eventos, como cambios lumínicos, cambios en la humedad y en la presión atmosférica o la lluvia, entre otros. Muchos animales acaban asociando cualquiera de estos cambios al evento fóbico en su máxima intensidad (“la gran tormenta”), de manera que su respuesta es exagerada en comparación con el estímulo que realmente aparece, por ejemplo, un día lluvioso. Por tanto, la respuesta del animal será desproporcionada incluso en los momentos en los que sólo aparezca uno de los elementos de la configuración de estímulos.
Ineficacia de las respuestas conductuales
Las conductas de evitación por parte del animal buscando un lugar en el que la exposición al estímulo fóbico sea inferior no suelen resolver la situación aversiva [2,3,6]. Los estímulos que inducen miedo llegan al sistema nervioso central a través de los órganos sensoriales [10]. Durante el acontecimiento fóbico, el perro percibe los múltiples estímulos de la configuración estimular a través de los diferentes sentidos (visual, auditivo, olfativo e incluso táctil) de forma continuada. Por tanto, están expuestos permanentemente a la situación atemorizante y esta circunstancia limita las estrategias de afrontamiento del animal.
¿Cómo prevenir la aparición de la fobia?
Debido a las características en el desarrollo de este tipo de fobias, el tratamiento en los perros ya sensibilizados puede ser complicado. Por este motivo conviene enfatizar la importancia de la prevención [11]. Para reducir la probabilidad de que los perros tengan fobia a las tormentas y a los petardos se deberían evitar las experiencias negativas durante los primeros meses de vida del cachorro [12]. Además, conviene anticiparse y comenzar a hacer la habituación del cachorro a todos los elementos que constituyen la configuración de estímulos aversivos, tanto de las tormentas como de los petardos o fuegos artificiales.
Se trata de descomponer el evento aversivo, por ejemplo, la tormenta, en sus componentes y habituar al cachorro a los mismos. Cómo hacerlo:
Habituación al sonido
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Durante el periodo de duración del protocolo de habituación debe evitarse en la medida de lo posible la exposición al estímulo real desencadenante de la fobia; por tanto, se recomienda iniciar este programa en periodos del año en los que no se prevean eventos desagradables para el perro. |
Habituación al resto de estímulos asociados a la tormenta
¿Qué hacer en el caso de perros ya sensibilizados?
Existen dos estrategias frente a un problema de miedo a ruidos fuertes:
Terapias curativas
Su objetivo es erradicar la respuesta de miedo, es decir, que el perro deje de asustarse de los petardos y/o las tormentas. Para conseguirlo se aplican técnicas de desensibilización en las que se utilizan grabaciones de los sonidos aversivos [13]. Debe advertirse al propietario que el proceso puede ser largo y complejo, y no necesariamente satisfactorio.
En general, el éxito de estos programas de habituación es muy variable y depende –entre otros factores- de la fidelidad con que puede recrearse el estímulo que desencadena la fobia. Con frecuencia, los animales no identifican el sonido del DVD como real [2,3,4,13]. Esto puede paliarse utilizando equipos de sonido de alta calidad y situándolos en una ventana, de forma que el ruido llegue del exterior de la casa. En cualquier caso, de todos los elementos de la configuración de estímulos que constituyen la tormenta o los petardos, únicamente podemos intentar controlar el sonoro, y esto limita el éxito de esta estrategia.
Por otro lado, conviene señalar que durante el periodo de duración del protocolo debe evitarse en la medida de lo posible la exposición al estímulo real desencadenante de la fobia; por tanto, se recomienda iniciar este programa en periodos del año en los que no se prevean eventos desagradables para el perro.
Terapias paliativas
Su objetivo no es eliminar el miedo, pero sí controlar su intensidad cuando aparece.
La base del tratamiento es la administración de medicación ansiolítica en el momento, o mejor aún, antes de que aparezca el estímulo que asusta al perro. Las benzodiacepinas resultan útiles en estos casos, ya que, además de presentar propiedades ansiolíticas, tienen efectos amnésicos que en estas situaciones nos pueden interesar [14]. No se aconseja el uso de acepromacina para el tratamiento de fobias a ruidos. Este fármaco dificulta la capacidad motora del animal, pero el perro sigue percibiendo todos los estímulos atemorizantes del ambiente, con lo que puede incluso aumentar la sensibilidad del animal a los ruidos.
Además, conviene llevar a cabo la creación de una zona de cobijo. Como hemos comentado antes, los truenos y los petardos son estímulos que un perro difícilmente puede evitar. Una de las pocas estrategias útiles para el animal es tratar de esconderse, para así reducir la presencia e intensidad de aquello que lo asusta. El propietario debe ayudar todo lo posible a su perro a encontrar un refugio alejado de la fuente del ruido donde pueda sentirse más tranquilo. Si el propietario nota que su perro, en días de tormenta o petardos, va a esconderse, de forma natural, a alguna zona determinada (en la habitación más interior del piso, por ejemplo) puede colocar allí la cama y los juguetes del perro. También puede ayudar cerrar ventanas, bajar las persianas y poner música o encender el televisor para amortiguar el sonido que llega de fuera.
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Representación de los nueve ruidos que provocan con más frecuencia sensibilización en una población de 1.516 perros (agudo vs. gradual) [6] Sherman and Mills 2008 Canine anxieties and phobias: An update on separation anxiety and noises aversions. VetClin North Am 38, 1081 – 1106. |
Bibliografía
1. Boissy A 1995 Fear and fearfulness in animals. Quarterly Review of Biology 70(2): 165-191