Alicia Diosdado [1], Fernando Simón [1], Rodrigo Morchón [1], Alberto Montoya-Alonso [2], Elena Carretón [2], Javier González-Miguel [1]*
1. Laboratorio de Parasitología, Facultad de Farmacia, Universidad de Salamanca.
2. Laboratorio de Medicina Interna, Facultad de Medicina Veterinaria, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
*Correspondencia:
Javier González-Miguel
Laboratorio de Parasitología, Facultad de Farmacia, Universidad de Salamanca.
C/ del Licenciado Méndez Nieto s/n, 37007, Salamanca, España.
Tel. +34 923294535, Fax +34 923294515, e-mail: jglez@usal.es
Imágenes cedidas por los autores
Con el nombre genérico de dirofilariosis se denomina a las infecciones causadas por los nematodos del género Dirofilaria, principalmente Dirofilaria immitis y Dirofilaria repens. Es una parasitosis de transmisión vectorial que afecta primariamente a cánidos y félidos domésticos y silvestres (McCall et al., 2008). Las personas residentes en o que visitan zonas donde la enfermedad es endémica en los perros también pueden resultar infectadas, por lo que la dirofilariosis se considera una zoonosis. Los responsables de la transmisión son diversas especies de mosquitos culícidos pertenecientes, principalmente, a los géneros Culex, Aedes y Anopheles (Simón et al., 2012).
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Figura 1. Distribución de la dirofilariosis canina causada por Dirofilaria immitis en España y Portugal basada en los últimos datos de prevalencias provinciales publicados. |
Puesto que el desarrollo del ciclo vital de los mosquitos vectores está íntimamente ligado al agua y requiere una temperatura diaria elevada, el clima y sus variaciones son determinantes en la distribución de la dirofilariosis (Simón et al., 2012). En general, el riesgo más elevado de dirofilariosis aparece en zonas tropicales, semitropicales y templadas que presentan una temperatura media elevada durante todo o parte del año y una alta humedad, proporcionada por la existencia de precipitaciones abundantes o por su proximidad a masas de agua o cultivos de regadío (Simón et al., 2014).
Por otra parte, en las últimas décadas la dirofilariosis (en especial la causada por D. repens) está experimentando en Europa una expansión desde los países históricamente endémicos del Mediterráneo, hacia el centro y norte del continente, donde no había sido detectada previamente (Genchi et al., 2011). Esta modificación en el patrón de distribución se atribuye no solo al cambio climático, sino también a causas antropogénicas. Actividades humanas como la creación de áreas de regadíos y su poblamiento, el creciente hábito de adopción de mascotas y su traslado de áreas endémicas a otras libres del parásito, en muchos casos sin controles adecuados, y la ausencia de profilaxis generalizada en muchas áreas son algunos de los factores que están contribuyendo a la tendencia expansiva de la dirofilariosis en nuestro continente (Simón et al., 2012), y probablemente en otras partes del mundo. No obstante, la actividad humana no se traduce siempre en un aumento de la prevalencia de la dirofilariosis.
La desparasitación rutinaria de los perros con complejos medicamentos que incluyen productos activos contra microfilarias y contra vermes redondos en general, así como la utilización creciente de insecticidas en urbanizaciones y campos de cultivo, pueden estar contribuyendo a la disminución de la prevalencia en algunas zonas sin perseguir específicamente la eliminación de la dirofilariosis (datos propios no publicados).
Los estudios epidemiológicos, tanto los que incluyen zonas extensas como los locales, muestran que la prevalencia canina de D. immitis es mayor en las islas, en zonas costeras de la Península y en regiones interiores próximas a masas de agua o áreas de regadío, que además presentan una temperatura media-elevada durante periodos de duración variable.
En el territorio peninsular las prevalencias medias por provincias/distritos varían entre 0,85 % y 36,7 % (Guerrero et al., 1989; Ortega-Mora et al., 1991; Morchón et al., 2012; Alho et al., 2014; Vieira et al., 2014 y 2015; Maia et al., 2015a; Montoya-Alonso et al., 2015) (figura 1). Sin embargo, como se ha mencionado anteriormente, las prevalencias pueden ser muy diferentes entre zonas muy próximas, como se observa en algunas áreas de las que se dispone de datos tanto provinciales como locales. El caso más representativo es el del Delta del Ebro, en donde se han referenciado prevalencias del 35,8 % y 26 % (Anguera-Galiana, 1995; Rodes, 2006), mientras que la media provincial es de 0,85 % (Solano-Gallego et al., 2006) (figura 2A). Por lo general, en las aglomeraciones urbanas la dirofilariosis presenta prevalencias muy bajas, a diferencia de lo que ocurre en zonas periurbanas o rurales con elevada población, que cuentan con urbanizaciones y/o con campos de regadío.
En estas zonas, la población canina suele ser elevada, está más expuesta a la picadura de los mosquitos y, en muchos casos, la profilaxis no está generalizada. Existen datos concordantes con esta situación en la provincia de Salamanca (capital 0 %, regadíos del río Tormes 18 %) (datos propios no publicados) (figura 2B), Madrid (capital 0,6 %, regadíos del Tajo/Jarama 6,8 %) (Guerrero et al., 1989 y 1992) y Barcelona (capital 0 %, regadíos del Bajo Llobregat 12,8 %) (Aranda et al., 1998; Montoya-Alonso et al., 2015) (figura 2C). Sin embargo, también se ha observado la situación opuesta, con prevalencias mucho mayores en el casco urbano de una capital respecto de la existente en su provincia o distrito. Tal es el caso de Figueira da Foz, perteneciente al distrito de Coimbra, en la parte central de Portugal. En esta ciudad, la prevalencia de D. immitis es del 27,3 %, mientras que en el conjunto del distrito de Coimbra se sitúa en el 8,8 % (Vieira et al., 2014). Este hecho se debe, probablemente, a que se trata de una ciudad costera que posee amplias zonas verdes, y está atravesada por el río Mondego, lo que favorece el desarrollo de las poblaciones de vectores en zona urbana.
Otro hábitat particular lo constituyen las islas (Baleares, Madeira y Canarias), cuyas temperaturas son moderadas/altas y en las que el ambiente marino es responsable de una elevada humedad. En el pasado se detectaron prevalencias significativamente altas (superiores al 50 % en Gran Canaria) (Montoya et al., 2011), si bien los datos disponibles indican que las prevalencias actuales se encuentran entre 19 y 30 % (Araujo, 1996; Rodes, 2006; Montoya-Alonso et al., 2016) (figura 1).
En Tenerife y Gran Canaria este descenso se ha debido a la aplicación generalizada de profilaxis en los perros de compañía, si bien la prevalencia se mantiene en niveles del 40 % en los podencos canarios, que no están sometidos a medidas preventivas (Montoya-Alonso et al., 2010). Sin embargo, no podemos generalizar la situación en las islas de un mismo archipiélago en función de los datos referentes a alguna isla en particular. Las islas Canarias se han considerado área hiperendémica de dirofilariosis cardiopulmonar durante años, aunque solo se disponía de datos de Tenerife y Gran Canaria. Recientemente se ha realizado un estudio en el que se incluyeron todas las islas del archipiélago canario, y en el que se han encontrado grandes diferencias entre las distintas islas e incluso entre distintas zonas dentro de una misma isla. En el Hierro y Lanzarote no se encontró el parásito; en Fuerteventura la prevalencia canina no alcanzó el 2 %, se sitúa alrededor del 16 % en La Palma y en La Gomera, y está en torno al 20 % en Gran Canaria y Tenerife. Estas diferencias se deben tanto a características climáticas como demográficas particulares de cada isla.
En general, la infección es más frecuente en zonas templadas que tienen una humedad elevada proporcionada por los vientos alisios, la presencia de estanques abiertos para el almacenamiento de agua, típicos de algunas islas y/o la proximidad a la costa (figura 2D). Por otra parte, en la isla de El Hierro, en la que existen las condiciones ambientales favorables antes señaladas pero donde existe una baja población de mascotas y con poco intercambio con otras islas, no existe D. immitis (Montoya-Alonso et al., 2016).
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Figura 2. Ejemplos representativos de la influencia de factores locales en la distribución y prevalencia de la dirofilariosis canina en España: Delta del Ebro (Tarragona) (A); Salamanca (B); Barcelona (C); Gran Canaria (D). En esta última las flechas indican la localización de estanques abiertos en los que se almacena el agua. Imágenes tomadas de Google Earth, Image © 2016 DigitalGlobe. |
Aunque el gato es un hospedador más resistente y menos adaptado que el perro, también es susceptible a D. immitis. En el gato la carga parasitaria es más baja, la vida media de las filarias adultas es menor y no suele aparecer microfilaremia, de manera que su papel como reservorio es muy limitado (Venco, 2007). Todo ello, junto con las características clínicas particulares de la dirofilariosis felina, dificulta el diagnóstico de la enfermedad en este hospedador, por lo que son muy escasos los datos epidemiológicos referentes a gatos. A pesar de ello, cada vez son más frecuentes las denuncias en zonas en las que existe dirofilariosis canina. En España, investigaciones recientes realizadas en las islas Canarias y Barcelona muestran unas prevalencias de 18,1 % y 11,47 %, respectivamente (Montoya-Alonso et al., 2014 y 2016). En Portugal, en un estudio que incluyó varios distritos se han detectado prevalencias que varían entre el 5 y el 19 % (Maia et al., 2015c; Vieira et al., 2015).
Por lo que se refiere a las infecciones en reservorios silvestres, solo se ha denunciado la presencia de D. immitis en un lobo en Lugo (Segovia et al., 2001) y algunos casos esporádicos en zorros en Salamanca y Barcelona (Mañas et al., 2005; Simón-Vicente, com. pers.) Sin embargo, el dato más revelador de la extensión de D. immitis en reservorios silvestres, así como de la influencia de las condiciones ambientales en su infección, fue aportado por Gortázar et al. (1994), que encontraron prevalencias del 32 %, 1,7 % y 0 % en zorros de los regadíos del Ebro, de zonas de secano y de montaña de la provincia de Zaragoza, respectivamente.
Los estudios iniciales llevados a cabo en la costa mediterránea mostraron una prevalencia muy baja (alrededor del 1 %) en las provincias de Málaga y Cádiz (Rojo-Vázquez et al., 1990), pero más recientemente, en un estudio llevado a cabo en perreras de Alicante y Elche se encontraron prevalencias del 84,6 % y del 37,1 %, respectivamente. Sin embargo, la prevalencia en perros de las mismas zonas que acudían a consulta veterinaria fueron solamente del 5,1 % y 2,6 % (Cancrini et al., 2000).
En el hospedador humano, tanto D. immitis como D. repens causan nódulos benignos, pulmonares y subcutáneos respectivamente, que pueden confundirse con carcinomas pulmonares o cutáneos, con la consiguiente alarma para el paciente, en ocasiones acompañada de intervenciones quirúrgicas innecesarias, muy agresivas en el caso de los nódulos pulmonares (Simón et al., 2009). Existen muy pocas denuncias de casos clínicos, todos ellos en España. Se han diagnosticado ocho casos pulmonares atribuidos a D. immitis (seis en Salamanca y dos en las islas Canarias) y otros ocho subcutáneos/oculares causados por D. repens en diversas provincias de la zona mediterránea (Simón et al., 2012). No obstante, los estudios seroepidemiológicos muestran una alta tasa de contacto de D. immitis con el hospedador humano ya que el 20 % de los individuos residentes en áreas de endemia canina presentaron diversos isotipos de anticuerpos específicos anti-D. immitis (Simón et al., 1991; Espinoza et al., 1993). No existen estudios similares en relación con D. repens.
Estos estudios, a pesar de ser escasos, muestran dos hechos de importancia: la existencia de dirofilariosis humana en la población española, y la frecuencia de las infecciones, aunque muchas de ellas no deriven en alteraciones clínicas.
Tanto España como Portugal son países con condiciones favorables para la transmisión de la dirofilariosis. Las predicciones basadas en modelos GIS y los datos empíricos obtenidos por encuestas epidemiológicas son concordantes e indican que la dirofilariosis tiene una distribución discontinua, con áreas fuertemente endémicas en las islas, costas y áreas interiores con regadíos. Existen drásticas diferencias entre áreas muy cercanas cuyas condiciones ambientales difieren claramente. Además, el comportamiento humano respecto del manejo de las mascotas tiene también una fuerte influencia en la distribución, en la prevalencia y en los cambios que estas experimentan.
Hasta el momento, D. repens se ha detectado solamente en la costa mediterránea española, Islas Baleares y un caso en el sur de Portugal, y no se ha experimentado la expansión fulminante que se ha constatado en Europa. A pesar de su escasez, los datos sobre dirofilariosis humana documentan firmemente el riesgo zoonótico existente en España y Portugal. Una búsqueda de casos más intensa probablemente revelaría tasas de infección y de casos clínicos mucho más elevadas que las existentes actualmente.
El análisis retrospectivo de los datos epidemiológicos muestra que donde se ha aplicado la profilaxis en las poblaciones caninas las prevalencias disminuyen claramente. Sería necesario que estas medidas se aplicaran de manera generalizada, ya que esto reportaría un beneficio no solamente desde el punto de vista veterinario, sino que también contribuiría a la disminución del riesgo de infección en humanos.