Yolanda M. Medina B. y Manuel Sánchez Palacín
Servicio de Cirugía de Sinergia Veterinaria
Imágenes cedidas por los autores
Nunca podemos decir que la resolución de una fractura es fácil, puesto que incluso las más limpias pueden resultar complicadas por el daño que producen al tejido blando.
Zen es un gato macho atigrado de dos años (figura 1) al que le gusta recorrer su urbanización y asustar a los animales de un coto de caza cercano a su chalet. El 7 de agosto de 2015 su suerte le falló, y volvió a casa con la extremidad anterior izquierda bastante dañada. Presentaba lesiones por quemadura debidas a un disparo, así como un dolor marcado y movilidad anormal de la extremidad.
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Figura 1. Zen, un gato macho atigrado de dos años. |
Se realizaron radiografías bajo sedación (figuras 2 y 3) en las que se puso en evidencia la existencia de una fractura conminuta de cúbito proximal con numerosos fragmentos de perdigón.
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El daño provocado en el tejido blando, así como el aspecto de la fractura, con numerosos fragmentos, y el hecho de que la articulación del codo estuviese tan afectada, nos hicieron plantearnos la amputación del miembro. Sin embargo, la edad de Zen y saber que tiene una propietaria responsable y muy dispuesta nos llevaron a intentar salvar esa pata.
Tras decidir que intentaríamos conservar la extremidad, y como posiblemente no íbamos a poder realizar la reconstrucción completa del cúbito, al menos debíamos conseguir la mejor colocación de este para hacer posible la funcionalidad de la articulación del codo, así como la rigidez necesaria para el funcionamiento del tríceps braquial. Decidimos optar por la colocación de una placa bloqueada de mínimo contacto para asegurar la estabilidad del implante y, al mismo tiempo, facilitar la revascularización del hueso.
Elegimos un implante de titanio, dado que sus características de fuerza, ligereza, resistencia a las cargas y el ser menos propenso a la generación de una respuesta inmunitaria lo hacían ideal para este caso en el que probablemente no podríamos llegar a retirarlo. Tras limpiar todos los restos que pudimos encontrar del perdigón, colocamos una placa de reconstrucción con 11 orificios de las características anteriormente descritas, que previamente moldeamos.
Como los fragmentos de hueso estaban muy astillados, y algunos desvitalizados, intentamos no tocar mucho la zona usando los más grandes para conseguir soporte y retirando solo aquellos que no tuvieran vascularización. En la zona del olécranon solo pudimos colocar un tornillo en cada uno de los dos fragmentos principales (figuras 4, 5 y 6).
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Figuras 4 y 5. Radiografía posquirúrgica lateral y anteroposterior. |
Cerramos por planos e instauramos un tratamiento posoperatorio con analgesia, antiinflamatorios y antibióticos durante 10 días y reposo estricto durante un mes.
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Figura 6. Zen el día de la cirugía. |
Durante los tres primeros días presentó una inflamación exagerada de la extremidad que fue remitiendo a partir del cuarto día tras la cirugía. Comenzó a apoyar la pata sobre terreno blando a partir del día 20 del posoperatorio y a usarla con delicadeza en su rascador.
Repetimos radiografías al cabo de un mes (figuras 7 y 8). Comprobamos que no había ningún cambio en los implantes y que sí se apreciaba un ligero callo óseo todavía inmaduro en la fractura más distal del cúbito, por lo que comenzamos a dejarle moverse más.
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A los tres meses de la cirugía el examen radiológico mostraba la consolidación de los fragmentos del olécranon y un callo en la fractura más distal (figuras 9 y 10). El animal usaba ya en ese momento su pata con total normalidad, sin que fuera necesaria en ningún momento la administración de medicación alguna.
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Se le dieron condroprotectores, y pienso suplementado con ellos, durante 10 meses.
Clínica Veterinaria Río Manzanares.
A mi amiga Silvia.