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Tratamiento de heridas profundas por mordedura de roedor en una tortuga


Luis Magen Moreno LV
El Kau Veterinari
elkau.mascotes@gmail.com
Imágenes cedidas por el autor

Se presentó de urgencia en la consulta un macho de Tortuga Mediterránea (Testudo hermanni) de unos 30 años por la aparición repentina (durante la noche) de unas grandes heridas en las extremidades anteriores. Se trata de un ejemplar de vida exterior que comparte instalación con hembras de la misma especie durante la época reproductora, pero que en el momento de la consulta se encontraba aislado. La instalación consiste en una parcela con abundante vegetación baja, delimitada por un muro de unos 50-60 cm sin ningún otro método de protección.

Exploración

En la exploración, el animal presentaba grandes heridas con exposición de cúbito y radio en ambas extremidades, aunque más pronunciadas en la extremidad izquierda (figura 1), además de laceraciones en la zona pectoral y traumatismos menos importantes en las extremidades posteriores. El peso del animal era de unos 600 g, se encontraba ligeramente deshidratado y apático.

Tratamiento

El tratamiento inicial consistió en la limpieza de las heridas mediante lavados con suero fisiológico en la misma consulta y se realizó un vendaje de las extremidades. Se pautó ceftazidima (30 mg/kg IM cada 48 h), meloxicam (0,2 mg/ kg SC cada 24 h), cura de las lesiones diaria y aplicación de pomada de sulfadiazina de plata. Se aconsejó mantener al animal en un terrario, con temperatura controlada (30 ºC) y radiación ultravioleta (bombilla específica para reptiles 5,0 UVB).

A las 24 horas, el animal se encontraba activo y se procedió a la sutura del defecto pectoral. Como premedicación se utilizó butorfanol (0,4 mg/kg IM) y midazolam (0,2 mg/kg IM). La anestesia fue inducida mediante alfaxalona (15 mg/kg IM) en la misma zona pectoral. Se realizó un patrón discontinuo con sutura de poliamida monofilamento no absorbible 4/0. El animal se recuperó satisfactoriamente de la anestesia.

Seguimiento

El pronóstico de las heridas en las extremidades fue reservado y pendiente de evolución. Se planteó la opción de amputar si la evolución era negativa. Se dio de alta con la medicación antes indicada y cambios de vendaje diarios. Se sondaron 6 ml de papilla reconstituida para herbívoros convalecientes y se pautó forzar la misma cantidad cada 72 h si la tortuga no era capaz de comer por sí misma.

En el control semanal el peso era de 670 g, presentaba buena hidratación y comía por sí sola por lo que no se forzó la alimentación. La sensibilidad de ambas extremidades estaba preservada y se optó por no amputar aunque presentaba algo de tejido desvitalizado. Se optó por utilizar apósitos impregnados de bálsamo de Perú y aceite de ricino en ambas extremidades que se debían cambiar diariamente.

Se realizó un hemograma de control (tabla 1) y el estudio del frotis sanguíneo. Se consideró un valor de hemoglobina por debajo del valor de referencia para la especie y sexo del animal [1]. Se programaron controles semanales para comprobar su evolución.

Tercera y séptima semanas

Durante la tercera y cuarta semana el peso del animal se incrementó hasta los 700 g, la actividad era normal. El tamaño de los defectos había disminuido. Apareció tejido desvitalizado en los márgenes de las heridas aunque se preservaba la vascularización en la mayor parte de la extremidad (figura 2). Se interrumpió la pauta con antibiótico. Se observó un enrojecimiento de los márgenes de las heridas de las extremidades. Se realizó un cultivo mediante hisopado con crecimiento de Hafnia alvei y Fusarium sp. Se consideró la presencia de contaminantes y se pautaron lavados de F10 (disolución 1/250) en las heridas antes de los vendajes.

Entre la cuarta y séptima semana la costra empezó a desprenderse. Las curas se realizaron cada 48 h.

Octava y decimonovena semanas

A la octava semana el peso fue de 730 g. La comprobación de la irrigación distal en ambas extremidades con aguja hipodérmica resultó positiva. Se visualizó tejido sano debajo de la costra ya formada (figura 3) y apareció tejido óseo desvitalizado, incluido en la costra. Se realizó una extracción de sangre de la vena caudal para hacer frotis cuyo resultado fue normal.

El animal se pudo reintroducir en su instalación exterior hacia la duodécima semana. Presentó comportamiento sexual activo, persiguiendo hembras (época de apareamiento) y empezó a ayudarse de las extremidades delanteras para comer.

Las extremidades se dejaron descubiertas durante la decimocuarta semana de trata­miento. Parte del tejido costroso se desprendía (figura 4) y el animal parecía incómodo así que se recortaron los bordes. Presentaba tejido cicatricial sano. La locomoción era correcta con las extremidades delanteras.

Pasado el verano, hacia la decimonovena semana de tratamiento el peso era de 625 g. La parte distal de las extremidades parecía haber perdido volumen, se desprendieron dos uñas. Apareció una pequeña depresión del tejido (figura 5). Se comprobó la irrigación con una aguja hipodérmica y sangraba con normalidad. Se palparon las depresiones en la zona de los defectos (articulación). Presentaba una ligera disecdisis en la misma zona; se limpiaron y desinfectaron las extremidades.

Últimas semanas de tratamiento

Durante la vigesimosegunda semana de tratamiento se realizaron radiografías de control (figura 6) y extracción de sangre para un hemograma (tabla 1), estudio del frotis (figura 7) y bioquímica de control (tabla 2). En la radiografía se observa la pérdida de tejido óseo en ambas extremidades, correspondiente a la zona articular húmero-cúbito-radial que había quedado expuesta. La pérdida era más acusada en la extremidad izquierda (zona metafiseal humeral). La imagen no mostró osteomielitis. En la analítica se observó una recuperación de la hemoglobina y un incremento de ácido úrico sobre el valor de referencia [1]. El peso era de 630 g y se dio de alta al paciente.

Veinte meses después, el animal se encuentra en su instalación en un estado de salud óptimo.

Discusión

Las lesiones producidas por mordeduras de roedor son comunes en quelonios de vida exterior mantenidos en cautividad. Sobre todo ocurren durante el periodo de hibernación y suelen verse afectadas principalmente las extremidades, aunque también son frecuentes las lesiones en el cuello o la cola.

El manejo veterinario en casos de mordeduras de roedor no muy graves requiere tratamiento médico basado en antibioterapia, analgesia y curas frecuentes. Los casos con pérdida masiva de tejido donde las extremidades pierden vitalidad requieren una amputación quirúrgica.

En el presente caso, incluso con una gran afectación del tejido se optó por el tratamiento conservador, a la espera del cierre por segunda intención aplicando apósitos impregnados y realizando seguimientos periódicos para comprobar la viabilidad de las extremidades.

Las escamas de los reptiles corresponden a piel modificada compuesta por tres capas: epidermis (estrato córneo en forma de placas en quelonios, estrato intermedio y germinativo) además de una dermis aglandular [6].

Los estadios de cicatrización de las heridas son aplicables a los animales exóticos [5]. En el caso de los reptiles este proceso puede verse alterado por condiciones externas como la temperatura ambiental. Se recomienda que la temperatura externa coincida con la temperatura de confort de la especie que se va a tratar para acelerar el proceso de cicatrización.

Las mordeduras se consideran heridas contaminadas (clase IV) y requieren pautas generales de manejo como la descontaminación, desbridamiento y aplicación de antibioterapia tópica [5].

En este caso se optó por un cierre por segunda intención, caracterizado por extenderse en el tiempo y requerir curas frecuentes. Es recomendable durante el proceso de cura realizar seguimientos seriados y realizar pruebas diagnósticas complementarias como analíticas de sangre o cultivos de las heridas.

Los valores hematológicos de referencia en Testudo hermanni son variables, dependen del estado fisiológico y sexo del animal [1]. Estos se deben interpretar con cautela juntamente con los signos clínicos del paciente. Es necesario realizar un estudio del frotis sanguíneo para comprobar la morfología celular debido a su variabilidad [2] y poder detectar cambios significativos.

Figura 7. Linfocitos y heterófilos en frotis sanguíneo (400x).

Es frecuente en estos casos la aparición de osteomielitis caracterizada por un engrosamiento y distorsión del tejido óseo con pérdida de definición corticomedular [4], lo que hace imprescindible realizar un estudio radiográfico de la zona.

En el presente caso se pudo comprobar cómo el tratamiento conservador en casos de mordeduras profundas puede ser exitoso y conservar las extremidades y su funcionalidad, aunque requiere un largo seguimiento y tratamientos intensivos.

Agradecimientos

El autor quiere mostrar su agradecimiento a los propietarios del animal, Montse y Pau, por su confianza y rigurosidad en cuanto a controles, curas y pruebas diagnósticas realizadas durante tantas semanas de tratamiento.

Bibliografía disponible en www.argos.grupoasis.com/bibliografias/tortuga189.doc

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