Sergio Ródenas González [1] y Christian Maeso Ordás [2]
[1] LV, MRCVS, Diplomado ECVN. Responsable del servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Veterinario Valencia Sur.
[2] LV. Interno del servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Veterinario Valencia Sur.
Imágenes cedidas por los autores
La epilepsia es una enfermedad cerebral compleja en la que una actividad súbita y anormal en la red neuronal predispone a la aparición de crisis epilépticas. La prevalencia de la epilepsia en perros es desconocida pero, según varios estudios, se estima que se encuentra en el 0,6-0,75 % de la población canina.
En medicina humana, desde 1964, la epilepsia ha sido clasificada y organizada por la Liga Internacional Contra la Epilepsia (ILAE). En medicina veterinaria, sin embargo, no ha habido un consenso para la clasificación y terminología de la epilepsia, lo que ha originado confusiones tanto a los veterinarios clínicos como a los propietarios de las mascotas que padecían esta enfermedad, ni una uniformidad en las definiciones y la terminología. Para intentar solventar esta situación, en 2015 se creó un comité científico, llamado Grupo de Trabajo Internacional sobre Epilepsia Veterinaria (IVETF), para tratar de unificar los diferentes criterios sobre la epilepsia canina.
A continuación se definen los términos más relevantes con relación a la epilepsia:
Una crisis epiléptica consta de cuatro fases diferenciadas: pródromo, aura, fase ictal y fase posictal. Según la sintomatología asociada a la crisis, se puede clasificar en tres grupos: focales, generalizadas o focales que evolucionan a generalizadas.
Las fases que conforman una crisis epiléptica son:
Según los síntomas que presenta el paciente, las crisis epilépticas se pueden clasificar en: focales, generalizadas o focales que evolucionan a generalizadas.
Están caracterizadas por signos lateralizados/regionales (motores, autonómicos o comportamentales), que pueden aparecer solos o en combinación. Tienen su origen en un área determinada de un hemisferio cerebral. Se pueden presentar como:
Se caracterizan por involucrar a ambos hemisferios cerebrales y pueden ocurrir de forma primaria o ser secundarias a una crisis epiléptica focal. En este tipo de crisis, la consciencia generalmente está alterada y frecuentemente aparecen signos autonómicos como hipersalivación, micción y defecación Las crisis generalizadas se dividen, a su vez, en:
Son aquellas que involucran inicialmente una región cerebral y que posteriormente involucran a ambos hemisferios cerebrales, empezando con signos motores regionales, autonómicos o comportamentales que rápidamente evolucionan a pérdida de consciencia con actividad bilateral tónica, clónica o tonicoclónica. En perros, este tipo de crisis epiléptica es la más frecuente.
Según su etiología, la epilepsia se puede clasificar en dos grandes grupos: idiopática o estructural. A su vez, la epilepsia idiopática puede ser clasificada según si su origen es genético, probablemente genético o de causa desconocida.
Se trata de un término muy general. Se puede clasificar en tres subgrupos:
Cuadro 1. Principales razas caninas en las que se ha identificado un componente genético que justifique la epilepsia genética.
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En este caso las crisis epilépticas están provocadas por una patología intracraneal (cuadro 2). Es necesario realizar pruebas de diagnóstico por imagen, examen del líquido cefalorraquídeo, test genéticos, etc. En la tabla 1 se resume la clasificación de epilepsia estructural.
La aproximación diagnóstica al paciente con sospecha de crisis epilépticas se basa en dos pasos fundamentales:
Lo primero y lo más importante es obtener una anamnesis completa del animal. Para ello, es imprescindible recopilar una reseña del paciente, su historial médico previo y su historia presente. Para completar el último punto, se debe realizar una serie de preguntas fundamentales al propietario (cuadro 3).
Posteriormente, un examen físico y neurológico minucioso es imprescindible para identificar anormalidades que sugieran enfermedades subyacentes que provoquen el cuadro clínico. Todo esto tiene como objetivo diferenciar si se trata de una crisis epiléptica o de otro evento paroxístico episódico no epiléptico (tabla 2).
El siguiente paso es determinar la causa subyacente, que será importante para establecer el mejor tratamiento posible y un pronóstico. Tanto las enfermedades intracraneales como las metabólicas pueden provocar actividad convulsiva (figura 1).
Figura 1. Aproximación diagnóstica de los ataques epilépticos. |
Las convulsiones reactivas pueden ser debidas tanto a desórdenes metabólicos (hipoglucemia, desequilibrio electrolítico, encefalopatías hepáticas, etc.) como a intoxicaciones (carbamatos, organofosforados, metaldehído, estricnina o etilenglicol, entre otros) (figura 2). En un estudio publicado recientemente, las causas más frecuentes de convulsiones reactivas fueron intoxicaciones (39 %) e hipoglucemia (32 %). Estos pacientes, tienen un alto riesgo de presentarse en estado de epilepsia. En el examen físico se pueden encontrar anormalidades y en el examen neurológico generalmente se detecta una afectación del prosencéfalo difusa, bilateral y a menudo simétrica. En cualquier caso de crisis epilépticas, en primera instancia hay que eliminar cualquier problema metabólico (cuadro 2).
La epilepsia estructural está provocada por desórdenes estructurales en prosencéfalo (figura 3) que pueden provocar crisis epileptiformes. Entre las causas se incluye: enfermedades vasculares, inflamatorias o infecciosas, traumáticas, anomalías congénitas o del desarrollo, neoplásicas y degenerativas comentadas con anterioridad y resumidas en la tabla 2. El examen neurológico suele ser anormal y revela déficits neurológicos consistentes con una lesión en hemisferio cerebral. Sin embargo, un examen neurológico normal no descarta completamente una epilepsia estructural debido a la existencia de regiones como el lóbulo frontal u olfatorio que pueden dar lugar a crisis epilépticas como único signo clínico.
Figura 3. Pacientes con epilepsia estructural debida a distintas causas. (A) Imagen transversal de resonancia magnética (RM) en secuencia T2 en un perro en la que se observa una lesión compatible con un infarto de la arteria cerebral media. (B) Imagen transversal de RM en secuencia FLAIR en un perro en la que se observan múltiples lesiones compatibles con un proceso inflamatorio-infeccioso (encefalitis necrosante). (C) Imagen transversal de RM en secuencia T2 en un perro en la que se observa una lesión compatible con edema posictal. (D) Imagen transversal de RMN en secuencia T2 en un perro en la que se observa una lesión compatible con glioma. |
El tipo de crisis epiléptica tampoco debería ser usado para predecir la presencia de una epilepsia estructural, ya que en estudios recientes se ha demostrado una prevalencia muy similar de crisis epilépticas generalizadas entre perros con epilepsia estructural y epilepsia idiopática.
Su diagnóstico se lleva a cabo por exclusión y se realiza en función de la edad de aparición de las crisis epilépticas, los exámenes físicos y neurológicos interictales normales y por exclusión de enfermedades metabólicas, tóxicas y estructurales mediante diferentes pruebas diagnósticas.
Es importante recordar que, en algunos casos, tras sufrir crisis epileptiformes se pueden observar en la resonancia magnética las denominadas lesiones posictales (generalmente en lóbulo temporal y piriforme). Estas lesiones son secuelas de las propias crisis epileptiformes y no una lesión estructural primaria, con lo cual es importante reconocerlas.
El protocolo diagnóstico cuando se presenta un paciente con epilepsia idiopática queda resumido en el cuadro 4.
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