Jordi Aguiló Gisbert
Departamento de Medicina y Cirugía Animal
Universidad Cardenal Herrera-CEU
Clínica Veterinaria Tot Exòtics València, www.totexoticsvet.com
Imágenes cedidas por el autor
La cobaya (Cavia porcellus) es un roedor (orden Rodentia) que pertenece a la familia Caviidae y al género Cavia. Las cobayas han sido utilizadas a lo largo de la historia principalmente para consumo humano e investigación, pero en la actualidad se han convertido en una de las mascotas más populares, por lo que su presencia en las clínicas veterinarias es cada vez más notable.
La medicina preventiva en estos animales es un campo en expansión en los centros veterinarios, sin embargo, es frecuente que una cobaya no sea explorada por un veterinario en toda su vida o solo lo haga cuando presente una patología evidente, si bien un estudio retrospectivo en 1.000 cobayas exploradas reveló que solo 81 individuos no presentaban ninguna patología [1].
Debido a factores anatómicos y fisiológicos como un periodo gestacional largo y un tamaño de las crías al nacimiento proporcionalmente grande, las patologías de origen reproductivo son frecuentes en esta especie. Se considera que son las que se diagnostican más comúnmente en hembras, y el tercer grupo de enfermedades más frecuente incluyendo también machos, tras las alteraciones dentales y dermatológicas. En el siguiente artículo describimos la anatomía y fisiología reproductiva de las cobayas hembra y las patologías reproductivas más frecuentes.
La diferenciación entre machos y hembras se realiza por visualización externa y puede llegar a ser complicada en animales muy jóvenes para el clínico no experimentado, puesto que la distancia anogenital, que permite distinguir entre machos y hembras en otras especies de roedores, es muy pequeña en ambos sexos. Además, las hembras presentan un clítoris muy desarrollado que se puede confundir con el pene. En la hembra la salida genital tiene forma de “Y”, mientras que la del macho tiene forma de “i”. En machos a partir de dos meses de edad, aproximadamente, el pene se externaliza con facilidad y los testículos son más obvios, aunque se debe tener en cuenta que, al presentar un canal inguinal abierto, los testículos pueden localizarse en la cavidad abdominal en el momento de la exploración (figura 1. Zona genital de una cobaya de 11 días de edad: hembra (izq.) y macho.).
La anatomía del aparato reproductor femenino de las cobayas es similar a otras especies: poseen dos ovarios, un infundíbulo y dos cuernos uterinos, pero a diferencia de las conejas, tienen un único cuello uterino que separa el útero de la vagina.
Otra de las peculiaridades es que las cobayas poseen una membrana vaginal que únicamente se abre durante el estro y el final de la gestación. Igualmente, presentan solo dos glándulas mamarias ubicadas en la zona inguinal.
La madurez sexual se alcanza a los dos meses de edad. Las cobayas son poliéstricas no estacionales, por lo que pueden reproducirse durante todo el año [2].
El ciclo estral dura de 15 a 17 días (con un rango de 13 a 21 días), y el estro dura de 24 a 48 horas, pero la hembra solo acepta al macho por un periodo de 6 a 11 horas [2]. La ovulación es espontánea y se produce unas 10 horas después del inicio del estro. Los signos externos de estro suelen ser lordosis, montas a otras hembras, aceptación del macho y ligera inflamación de los genitales.
Las cobayas tienen un periodo de estro fértil en las primeras 2 a 25 horas posparto, hecho de gran importancia que hay que tener en cuenta para un buen manejo poblacional, ya que las hembras fecundadas en ese periodo tienen un índice de gestación entre el 60 % y el 80 % [3].
El periodo de gestación es más largo que en otras especies de roedores: dura entre 59 y 72 días (con una media de 68 días) [2]. Este periodo suele acortarse en gestaciones más numerosas y con crías de menor tamaño. Las camadas suelen ser de entre una y seis crías. Conviene tener en cuenta que las gestaciones menos numerosas suelen dar como resultado crías más grandes y, por lo tanto, con mayor probabilidad de complicaciones durante el parto [4].
En condiciones normales el parto es muy rápido, en unos 30 minutos todas las crías son expulsadas, con un intervalo de 2-5 minutos entre la expulsión de un feto y el siguiente [5,8]. La hembra limpia a las crías y deglute la placenta como en otras especies. Las crías son muy precoces; nacen con pelo, ojos abiertos, dentadura totalmente formada y en pocos minutos después del parto son capaces de correr con total normalidad. Pueden comer comida sólida tan solo tres días después del nacimiento y el destete completo se produce a las 3-4 semanas tras el parto [3,4].
Los quistes ováricos son la patología más frecuente en cobayas, y hasta un 76 % de las cobayas adultas pueden presentarlos6. El número de quistes y su tamaño aumenta con la edad del animal. La edad de presentación es amplia, ya que pueden aparecer desde los tres meses de vida, siendo significativo que un 10 % de animales con menos de dos años ya pueden presentarlos.
Se cree que su existencia puede ser normal en la especie y ser no funcionales en la mayoría de hembras, pero en ocasiones estos quistes presentan actividad hormonal. Los quistes ováricos patológicos cursan habitualmente con alopecia dorsal bilateral endocrina [3]. En determinadas ocasiones, debido al tamaño que pueden llegar a alcanzar, pueden cursar con sintomatología generalizada como anorexia, letargo o debilidad y, en estadios más avanzados incluso con sangrado vaginal y reducción de la fertilidad. Su presencia suele ir asociada a mucometra, endometritis y fibroleiomiomas.
El diagnóstico presuntivo de los quistes ováricos puede realizarse mediante palpación abdominal y se confirma ecográficamente. La radiografía no suele ser muy sensible para su detección. Se puede iniciar un tratamiento paliativo con agonistas de la hormona liberadora de gonadotropina (GnRH), aunque su eficacia es controvertida y el tratamiento definitivo es la extirpación quirúrgica (figura 2. Imagen ecográfica de un quiste ovárico (foto: Jacobo Giner).
Una característica de las cobayas respecto a hembras de otros roedores y conejas es que la sínfisis púbica no se fusiona totalmente en hembras en edad reproductiva menores de siete meses, para facilitar la expulsión de los fetos durante el parto. Esto se debe a que durante la última semana de gestación la hormona relaxina causa la desintegración del cartílago de la sínfisis púbica [5]. En cambio, en hembras primerizas mayores de siete meses se produce la osificación de este cartílago, lo que aumenta la probabilidad de sufrir distocia. Por este motivo, si se conoce la fecha de la cópula, la hembra debería ser explorada a los 60 días para comprobar la desintegración o no del cartílago, lo que se puede realizar mediante palpación o radiológicamente. Si no lo está, es recomendable la programación de una cesárea [9].
Las camadas fruto de montas durante el periodo de estro justo posterior al parto tienen mayores posibilidades de ser numerosas, por lo que estas madres tienen mayor probabilidad de sufrir una distocia. Otros factores que predisponen a la aparición de distocias son una edad avanzada, obesidad, inercia uterina e hipovitaminosis C.
Las cobayas no construyen nido y los signos externos de inicio del parto son casi imperceptibles [6]. Los partos son rápidos, en condiciones normales todos los fetos son expulsados en 30 minutos. Si se observan contracciones no productivas durante 20 minutos se debe considerar la distocia, que suele ir acompañada de signos clínicos como vocalización, mordisqueo de los flancos, depresión y ocasionalmente descarga vaginal hemorrágica o verdosa. El diagnóstico se realizará radiológicamente y se determinará el número de fetos, su tamaño y ubicación. Así mismo nos va a permitir medir la separación de la sínfisis púbica, ya que si no es mayor de 2,5 cm, está indicada la realización de una cesárea. En el caso de que la sínfisis púbica esté dilatada, se puede administrar calcio y oxitocina para facilitar las contracciones.
La toxemia de gestación se presenta con más frecuencia que en otras especies de roedores [9] y suele aparecer aproximadamente dos semanas antes del parto debido a una mayor demanda energética en el periodo final de la gestación. La obesidad, malnutrición, estrés o cambios bruscos en la dieta, ambiente deficiente o falta de ejercicio son factores predisponentes. Su presentación es más habitual en hembras primíparas y los signos clínicos incluyen depresión, disnea y anorexia, observándose hipoglucemia, hiperlipidemia, hiperpotasemia, proteinuria y cetonuria. El tratamiento es de soporte agresivo mediante la administración de fluidoterapia, calcio y glucosa oral. El pronóstico es de reservado a grave.
Las vaginitis suelen ir asociadas a malas condiciones de manejo y las piometras y endometritis, a quistes ováricos. El diagnóstico se puede realizar por palpación y confirmar ecográficamente. Las bacterias implicadas con más frecuencia son Bordetella bronchiseptica y Streptococcus. El tratamiento puede ser médico o quirúrgico en función de la gravedad del proceso, y es similar a otras especies.
Las neoplasias reproductivas son frecuentes e incluyen leiomiomas, adenocarcinomas mamarios, fibroadenomas y teratomas uterinos. El diagnóstico y tratamiento es similar a otras especies (figura 3. Útero engrosado por neoplasia).
El autor agradece a Jacobo Giner su ayuda en la redacción del artículo y la cesión de imágenes.