Un grupo de investigadores de la Universidad de de Nafferton ha realizado un estudio sobre la calidad de la leche de supermercados en el Noroeste de Inglaterra en distintos periodos durante dos años. Una de las principales conclusiones fue que la leche recogida durante un verano particularmente seco y el siguiente invierno tuvo mayor contenido en ácidos grasos saturados y menos ácidos grasos beneficiosos que en un año “normal”.
Así mismo, demostraron que cambiar a leche orgánica puede resolver estos problemas. La leche orgánica mostró mayores niveles de ácidos grasos beneficiosos nutricionalmente en comparación con leche “ordinaria”, independientemente del momento del año o de las condiciones climáticas.
El estudio, que se publica este mes en el Journal of Dairy Science, se apoya en investigaciones previas llevadas a cabo desde hace casi tres años en los que observaron diferencias entre leche orgánica y leche convencional en su origen (las granjas). Los científicos quisieron comprobar si lo que encontraron en las explotaciones era también aplicable a la leche en el supermercado. Según la investigadora principal, Gillian Butler, “sorprendentemente, las diferencias entre leche orgánica y leche convencional fue incluso más notoria. Mientras que en las granjas los beneficios de la leche orgánica se demostraron en verano pero no en invierno, en los supermercados fue significativamente de mejor calidad durante todo el año”.
También hubo mayor consistencia entre los suministradores de leche orgánica, ya que en las marcas de leche convencional la calidad variaba. Los investigadores se sorprendieron de las claras diferencias entre las marcas convencionales, no siendo las caras necesariamente las mejores. Algunas de ellas, que se promocionan como leche entera y producida en pastos frescos, parecían provenir de explotaciones muy intensivas. Algunas de estas marcas tienen leche con bajos niveles de ácido omega 3 y ácidos grasos poliinsaturados, lo que indica una dieta pobre en pasto fresco. También se encontraron evidencias de que las vacas eran suplementadas con un producto de grasa saturada derivado del aceite de palma.
Otra importante conclusión del estudio es que los resultados sugieren una mayor uniformidad de la práctica de alimentación en granjas que producen leche orgánica, ya que no había marcas que difiriesen en composición grasa. Los estándares de la producción láctea orgánica utilizan forraje, especialmente hierba, y en ausencia de fertilizantes nitrogenados, además de promover el uso de trébol rojo y blanco, que ha demostrado alterar la ingestión de ácidos grasos y la composición de la leche.
Según los investigadores, tomando leche orgánica se podría reducir en un 30-50% sin disminuir la ingestión de ácidos grasos beneficiosos, ya que los niveles de omega-3 son mayores, y se mejora el índice entre omega-3 y omega-6.
Mientras llevaban a cabo su investigación sobre las diferencias entre la leche convencional y orgánica, los científicos descubrieron el sorprendente nexo de unión entre la calidad de la leche y el cambio climático.
Existió una considerable diferencia entre la leche comprada en el primer periodo de muestreo (julio 2006 y enero 2007) y el mismo periodo un año después. El segundo conjunto de muestras que siguió a un particularmente húmedo verano en 2007 fue más elevado en ácidos grasos saturados y menos en ácidos grasos beneficiosos. Al parecer, estas condiciones pueden afectar a las vacas, reduciendo la ingestión de hierba y la producción de leche. Los ganaderos también incrementan con frecuencia la suplementación con concentrados o forraje conservado para mantener la producción de leche en estas condiciones.
Según los científicos si continúan estos patrones climáticos, tanto el manejo del forraje como el de la producción láctea tendrán que adaptarse para mantener la actual calidad de leche.