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Anestesia para cirugía de cataratas en psitácidas


Torralbo del Moral D[1], Soto Martín M[1], Benito de la Víbora J[2], Villagrasa Hijar, M[3] y Sández Cordero I[1]
1. Servicio de Anestesiología de Sinergia Veterinaria
2. Grupo de Investigación en Dolor. Dpto. Medicina y Cirugía Animal (UCM)
3. Centro Oftalmológico Veterinario, Madrid
Imágenes cedidas por los autores

Los principales sistemas que entran en funcionamiento en una anestesia son el nervioso y el cardiorrespiratorio. Debido a las peculiaridades que este último tiene en las aves debe conocerse su fisiología y anatomía cardiopulmonar para comprender sus necesidades anestésicas y los riesgos que conllevan. La tráquea de las aves está formada por anillos completos con una mucosa muy sensible a la presión. En términos generales, la longitud de su tráquea es 2,7 veces mayor y 1,4 más ancha en relación a la de los mamíferos, lo que equivale a un espacio muerto cuatro veces mayor. Esto lo compensan con un mayor volumen tidal y mayor frecuencia respiratoria. Su intercambio gaseoso no se realiza en los alveolos, ya que son avasculares, sino en los bronquios terciarios (parabronquios) mediante un flujo continuo de aire desde los sacos aéreos, lo que da lugar a una respiración mucho más eficiente. De esta forma, se estima que pueden aprovechar alrededor del 60 % del O2 consumido (el hombre sólo el 20-25 %).

Caso clínico

El paciente era un Loro del Amazonas (Chrysotis amazonas), de 48 años de edad y 450 g de peso al que se le iba a realizar una cirugía de cataratas en el ojo derecho. La analítica sanguínea preoperatoria y la exploración general eran correctas. Se dejó al animal con acceso a la comida y al agua hasta 30 minutos antes de la cirugía.

Anestesia

El manejo de las aves siempre es complicado por el nivel de estrés al que se ve sometido el animal. Por esa razón en este caso se inició la anestesia directamente mediante inducción con mascarilla (evitando la premedicación previa). El animal permaneció en la jaula en presencia de su propietario, y fue él quien lo envolvió en una toalla controlando en todo momento las alas, las patas y el pico. Se preoxigenó al paciente durante 3 minutos antes de administrar el agente inhalatorio (en este caso, isoflurano). La concentración de isoflurano se fue aumentando progresivamente, para minimizar la aparición de apneas y la sobredosificación.

Una vez logrado el nivel de hipnosis necesario se procedió a la intubación endotraqueal con un tubo de 3 mm de diámetro sin cuff. El tubo se fijó al pico con esparadrapo, para evitar su extracción accidental o posibles daños en la tráquea por movimiento. Había un interés especial en mantenerlo intubado: para un mejor control de la oxigenación y del plano anestésico, para evitar la aspiración de contenido alimenticio que hubiera en el buche y para asistir al paciente en la ventilación. Se conectó el tubo endotraqueal del loro a un circuito de no reinhalación (T de Ayre) con un flujo de oxígeno de 200 ml/kg/min.

La posición mantenida durante la intervención fue decúbito supino ligeramente girado hacia el lado derecho para permitir la realización de la cirugía.

Además, desde el primer momento se puso en marcha una serie de medidas para mantener la normotermia del animal (guantes con agua caliente alrededor del paciente y en la entrada de flujo de aire).

Monitorización

Se monitorizó el electrocardiograma (ECG) con la colocación de tres pinzas de pequeño tamaño, pulsioximetría (saturación de O2) mediante la colocación de una pinza en una de las patas del animal, capnografía (CO2 espirado), acoplando una aguja de 23G a la línea de muestra del capnógrafo para evitar el aumento del espacio muerto que suele añadir la pieza de conexión convencional. Por último se colocó una sonda de temperatura por vía intrarrectal (figuras 1 y 2).

Figura 1. Monitor multiparamétrico.
Figura 2. Colocación de las sondas para monitorizar al animal.

En lo que respecta al registro anestésico se realizó una toma de datos básica cada 2-3 minutos (frecuencia cardiaca y respiratoria mediante fonendoscopio) para garantizar el diagnóstico precoz de posibles apneas o bradicardias, ya que se producen cambios muy rápidos en las frecuencias. Cada 10 minutos se registraba además el CO2 espirado y la temperatura (figura 3).

Figura 3. Recogida de datos.

Se realizó la ventilación manual 1-2 veces por minuto a una presión pico máxima en vía aérea de 15 cm H2O para garantizar un buen intercambio gaseoso, a pesar de que no hubo periodos de apnea en ningún momento. A continuación se administró butorfanol, a 0,4 mg/kg por vía intramuscular (IM) en los pectorales, a un lado de la quilla, para proveerle de analgesia. Como coadyuvante de la analgesia se administró también meloxicam a 0,2 mg/kg. Se administró 5 ml de suero Ringer Lactato por vía subcutánea.

Posoperatorio

Antes de la extubación, se administró oxígeno al 100 % sin anestésico y se examinó la glotis para revisar la posible presencia de secreciones en esta zona. Tras la extubación, se envolvió de nuevo al ave en una toalla para evitar autolesiones por aleteo hasta que coordinó sus movimientos y se aguantó en pie. Se le mantuvo en un ambiente calmado, en penumbra y silencio. Tuvo acceso libre al alimento para que comenzase a comer lo antes posible y evitar la hipoglucemia.

En el caso aquí descrito el despertar fue rápido y tranquilo. Una vez consciente se dejó al animal en su jaula, subido al palo. Pasados 15 minutos comenzó a comer.

Como tratamiento analgésico ambulatorio se prescribió meloxicam por vía oral, a 0,2 mg/kg cada 24 horas.

El posoperatorio inmediato y tardío transcurrió sin problemas ni sucesos reseñables.

Discusión

Uno de los pilares en el abordaje del procedimiento anestésico en psitácidas, como en cualquier ave, es reducir el estrés por el manejo en la medida en que sea posible. Con esta premisa, si bien en la literatura está descrito el inicio de la anestesia con la administración de una premedicación inyectable, la mayor parte de las veces la mejor opción es proceder a la inducción con el anestésico inhalatorio directamente. Además en este caso, la edad del propio animal nos desaconsejaba el uso de anestésicos parenterales.

Disponer de una vía sanguínea permeable es siempre recomendable, pero en estos animales la cateterización puede ser a veces complicada. Como último recurso se puede introducir un catéter intraóseo. En nuestro caso la administración de suero se hizo por vía subcutánea.

Si bien en la literatura se pueden encontrar recomendaciones de ayuno de cuatro horas o más, no se optó por ello ya que en las aves, debido a su alta tasa metabólica, unida a su baja disponibilidad de glucógeno en el hígado, existe un riesgo de hipoglucemia ante periodos excesivos de ayuno.

Durante la inducción de la anestesia el aumento de concentración de halogenados se realizó paulatinamente, pues las aves sufren mayor depresión respiratoria a causa de estos agentes que los mamíferos. Esto es debido a la relajación de los músculos torácicos, empleados en la ventilación, que hace que disminuya el volumen corriente (volumen tidal) y la eliminación de CO2. Se empleó un tubo endotraqueal sin cuff dada la especial anatomía de sus anillos traqueales (cerrados) y la especial sensibilidad de su mucosa.

Se mantuvo al loro en decúbito supino y ligeramente ladeado, pues en decúbito dorsal o supino es como se deprime en mayor medida su ventilación y además, de esta manera se permitía la correcta realización de la cirugía, que en este caso transcurrió sin ninguna incidencia.

La aparición de una apnea es algo ante lo que siempre se debe estar alerta al anestesiar a un ave; además, el porcentaje de gas anestésico capaz de producir apnea suele estar muy próximo a la concentración alveolar mínima (CAM), por ello, la monitorización de estos animales debe ser aún más continua que en un mamífero.

La cirugía de cataratas no se considera un procedimiento especialmente doloroso, de modo que en este caso el manejo analgésico se hizo de forma sencilla (un opiáceo y un antiinflamatorio no esteroideo). El butorfanol, aunque en mamíferos no tiene un gran potencial analgésico, es eficaz en aves, debido, en parte, a que estas tienen una mayor concentración de receptores opiáceos tipo kappa y el butorfanol es específicamente un agonista de los receptores kappa.

El mantenimiento de la anestesia se realizó con isoflurano, y el porcentaje de este se debe regular en función de los signos clínicos de profundidad anestésica (relajación muscular, movimientos de retirada, frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria y reflejos).

Conclusiones

Debido a las limitaciones inherentes a estas especies, resulta difícil realizar una completa monitorización durante la anestesia. Esta limitación debe ser suplida con una constante y estrecha vigilancia manual por parte del anestesiólogo.

Además, los cambios fisiológicos, principalmente cardiorrespiratorios tienen en estas especies una rápida aparición con consecuencias no siempre deseables. Por ello, es de vital importancia la realización de un registro anestésico en intervalos de tiempo pequeños y la preparación previa de todo el material necesario para anticiparse a la aparición de posibles complicaciones.

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