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La salud intestinal de los pollos de carne


José Ignacio Barragán
Consultor avícola
Imágenes cedidas por el autor

Los productores de pollos de carne ven la producción como una búsqueda constante de los mejores resultados zootécnicos. La mejor conversión, el mayor crecimiento, los mejores resultados en canal o la reducción de la mortalidad, son siempre bien valorados por los técnicos. Desde el punto de vista de la nutrición, la búsqueda de los mejores resultados técnicos se asocia a la concentración de la dieta. A más energía y aminoácidos, mejor el resultado.

Pero, finalmente, el resultado técnico no es el único factor de satisfacción para el productor. Otros aspectos, como los problemas en campo (por ejemplo, camas húmedas o procesos metabólicos) o factores de calidad de canal (como calidad de piel, patas con pododermatitis u otros) pueden ser un problema grave para los productores, que en cierto modo cuestione las ventajas de las dietas muy concentradas.

En una proporción importante, estos procesos se reducen con una mejora de la digestibilidad de las dietas. Por ello, la digestibilidad pasa a ser, junto con la concentración, el otro platillo de la balanza de la producción de aves.

Y el fiel de esta balanza es precisamente la salud intestinal, la capacidad real del intestino para digerir y absorber los nutrientes puestos a disposición del animal a través de la dieta. Si esta es correcta, dietas concentradas serán a la vez digestibles, y podremos alcanzar al mismo tiempo buenos resultados técnicos y pocos problemas de campo. Si esta falla, los resultados serán peores o tendremos más problemas en campo o, incluso peor, ocurrirán ambas cosas.

Intestino de broiler que presenta enteritis necrótica.

Relación entre nutrición y salud intestinal

La flora del intestino compite con el pollo por los nutrientes. Esto quiere decir que, cuanto mayor sea el número de bacterias presentes en el intestino, mayor cantidad de alimento será empleada por estas, reduciendo la disponibilidad de la misma por el pollo. Desde este punto de vista, está clara la acción de los antibióticos promotores, ya prohibidos en muchos países. Un promotor, al reducir el número de bacterias del intestino, mejora la disponibilidad de nutrientes del animal, mejorando su crecimiento y su conversión. El problema se presenta al prohibirse los antibióticos como promotores de crecimiento. La pregunta es: ¿debemos utilizar sustancias de actividad similar o es mejor olvidar esa vía de acción?

Todo nutriente no empleado (digerido y absorbido) por el pollo podrá ser utilizado por la flora intestinal; de hecho, lo será. Esto quiere decir que dietas de baja digestibilidad, independientemente de su concentración, producirán un incremento de las bacterias intestinales, más probablemente de las proteolíticas, básicamente patógenas. Un cambio en el número de bacterias o en el perfil de la población se conoce por disbacteriosis, y está detrás de la mayor parte de los problemas de enteritis de las granjas de aves.

Por tanto, el objetivo de los técnicos y de los nutricionistas debe ser no sólo formular dietas con todos los nutrientes precisos en cantidad suficiente. Si dietas correctamente formuladas son de baja digestibilidad (pensemos en un problema con la calidad de la soja, por ejemplo) los pollos crecerán menos, las camas estarán en mal estado, las conversiones se incrementarán y probablemente la calidad de la canal también sufra.

Lesiones de enteritis por Eimeria acervulina.

Factores que reducen la digestibilidad de las dietas

Podemos encontrar problemas asociados con todos los componentes de la dieta. Los más habituales en nuestro país son los relacionados con los cereales o, más concretamente, con las enzimas empleadas para mejorar su digestibilidad y con las harinas de soja.

Con respecto a los cereales, en las condiciones que se dan en España, salvo en un determinado momento o en zonas concretas, el trigo es la materia prima más utilizada, aunque también se usan en ciertas circunstancias cebada, maíz o sorgo.

El trigo es rico en un polisacárido no amiláceo (PNA) llamado xilano, que genera problemas de viscosidad en el contenido de la dieta, lo que reduce su digestibilidad. El empleo de una enzima específica (xilanasa) resuelve el problema. Desgraciadamente, esto nos hace dependientes de esta enzima. Si la seleccionada no es la correcta, la dosificación es errónea o, más comúnmente, es destruida por la temperatura de fabricación del pienso, la enzima no actuará correctamente, dando lugar a problemas de viscosidad e, indirectamente, incrementando la conversión y reduciendo el peso de los animales.

Con respecto a la soja, nuestra “sojadependencia” es aún mayor que la “enzimadependencia”. La calidad de la soja no es siempre uniforme, y esto lo saben bien en las integraciones, donde de repente los resultados empeoran sin que nadie sea capaz de explicar la causa. Podemos afirmar que la baja calidad de la soja está detrás de muchas de estas caídas. Sólo a través de una exigente política de análisis y de control se podrá intentar asegurar una calidad uniforme de esta materia prima tan importante. Por supuesto, cuanto más alto sea el nivel de proteína solicitado o tengamos menos materias primas alternativas, mayor es nuestra dependencia de la soja.

Otras materias primas, como las grasas o las harinas de pescado, allí donde se usen, y ciertas alternativas a la soja, como la colza, también aportan factores de riesgo (peróxidos, aminas, sílice u otros). Nuevamente, sólo un correcto programa de análisis y control nos puede garantizar una dieta más digestible.

Intestino con lesiones debidas a disbacteriosis.

Alternativas para mejorar la digestibilidad

Actualmente se trabaja en varias líneas de investigación con el fin de mejorar la digestibilidad de las dietas de pollos de carne.

Es evidente que se pueden emplear aditivos con cierto efecto sobre la flora bacteriana del intestino. En este sentido, muchas empresas emplean sustancias como ácidos orgánicos, prebióticos, probióticos, extractos de plantas o aceites esenciales como medio de reducir el número de bacterias o al menos, el número de las más patológicas. Su efecto está descrito en diferentes trabajos y su acción, aunque no siempre evidente, demostrada.

Otra alternativa es tratar de mejorar el estado de la mucosa intestinal, admitiendo que esta estará afectada por los factores antinutricionales presentes en las materias primas o por la propia acción de virus, bacterias y protozoos de la población. La combinación de betaína y de ácido butírico ha demostrado ser también eficaz en reparar y proteger el epitelio intestinal, mejorando la digestibilidad de la dieta.

Un camino alternativo pasa por el empleo de dietas con partículas groseras. En los piensos actuales, presentados siempre en forma de gránulo, las materias primas deben molerse muy finamente para mejorar la calidad de este. Esto hace que a la molleja lleguen partículas de muy pequeño tamaño y, a menor tamaño de partícula, más pequeño se hace el tamaño de la molleja. El problema es que mollejas más pequeñas generan contracciones más débiles, y que de la fortaleza de las contracciones de la molleja depende un fenómeno del intestino, los movimientos retroperistálticos, que mejoran el tiempo de presencia de los alimentos en contacto con la mucosa intestinal. Si las partículas son más grandes, la molleja también lo es, y los movimientos retroperistálticos son más fuertes, de modo que se incrementa el tiempo de contacto del alimento con la mucosa y mejora la digestibilidad de la dieta.

Este proceso explica el cada vez mayor empleo de dietas que mezclan el alimento granulado con un determinado porcentaje de trigo entero, normalmente un 10%. A la granja llega esta mezcla y el pollo selecciona comer pienso o trigo. En la práctica, el consumo es muy homogéneo y el resultado final es igual o mejor, a pesar de la evidente dilución de la dieta en este caso. Esto nos demuestra una vez más cómo la correcta combinación de concentración y digestibilidad nos garantizará los mejores resultados con menos problemas en el campo. Todas las empresas que emplean esta técnica reportan mejoras muy evidentes en el estado de las camas de las granjas con este sistema de alimentación.

6 medidas para mejorar la salud intestinal de los pollos
Se pueden considerar estas medidas para mejorar el estado de salud intestinal de las granjas:
  1. Ser crítico con los niveles de energía y proteína de las fórmulas. Dietas con altos niveles de ambos nutrientes suelen ser más difíciles de digerir que otras menos concentradas, y no siempre es necesario un pienso de elevada concentración.
  2. En la medida de lo posible, emplear valores de aminoácidos asociados a proteína ideal, y valorar no sólo lisina y metionina, también treonina, triptófano, valina, isoleucina o fenilalanina.
  3. Vigilar el estado de control de las coccidiosis, especialmente las subclínicas, que puedan servir de puerta de entrada de otros procesos.
  4. Controlar y analizar de continuo la calidad de las materias primas, específicamente la soja, y verificar el correcto funcionamiento de las enzimas empleadas.
  5. Seleccionar algún aditivo de complemento, pero sin pretender que resuelva por sí solo los problemas.
  6. Mantener un criterio de formulación que incluya la idea de digestibilidad de la dieta.
De esta forma será más sencillo reducir los problemas de salud intestinal y tener a la vez buenos resultados técnicos y un estado general de menores problemas de campo.

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