Tal y como publica Dicyt en su página web, un estudio desarrollado por investigadores de la Universitat Politècnica de València (UPV), pertenecientes al Centro de Tecnologías Físicas.
Este trabajo se enmarca dentro de la investigación llevada a cabo por el grupo LARS-UPV de la UPV, en la que participan los investigadores Elena Sánchez García, Itziar Irakulis Loitxate y Luis Guanter.
Su trabajo se centra en el desarrollo de técnicas de teledetección para la monitorización global de emisiones de gases a la atmósfera.
Para ello, el equipo de la UPV ha analizado imágenes satelitales de la misión Sentinel-5P del programa Copernicus de la Agencia Espacial Europea (ESA) y ha comparado datos de dos periodos:
A partir de estos datos, han generado una serie de mapas que muestran las concentraciones de dióxido de nitrógeno en algunas de las principales ciudades españolas.
Los resultados demuestran que los niveles de concentración del dióxido de nitrógeno (NO2), uno de los principales responsables de la contaminación del aire, han disminuido una media del 64 % en las principales ciudades españolas tras las medidas decretadas para la lucha contra el COVID-19.
Por ciudades, la reducción ha sido de un:
Aunque la variabilidad atmosférica (vientos y precipitación) puede afectar los números calculados para cada ciudad, el efecto debido a las medidas impuestas por el Gobierno relativas a la limitación de la movilidad de los ciudadanos y a la actual situación de confinamiento es dominante.
Según destacó Elena Sánchez-García, investigadora del grupo Land and Atmosphere Remote Sensing (LARS-UPV) del Centro de Tecnologías Físicas de la UPV, el NO2 es un importante indicador de la calidad del aire. “Altas concentraciones de este gas pueden afectar al sistema respiratorio y agravar ciertas patologías. Además, este gas está relacionado con la formación de lluvia ácida”, apuntaba.
“Tal y como se ha comprobado en el caso de Wuhan (China), o el Norte de Italia, nuestro estudio constata cómo las medidas de confinamiento y reducción de actividad económica se han traducido en una clara disminución de la contaminación atmosférica en todo el país”, añadió Sánchez-García.
El NO2, cuya fuente principal es el transporte - representa un 82,3 % del total de las emisiones estatales - afecta muy directamente a la calidad del aire, principalmente de las ciudades, por la aglomeración de vehículos.
Además del NO2, el transporte emite el 99,2 % del dióxido de azufre (SO2) en España, un potente contaminante atmosférico producido por la combustión de combustibles fósiles.
Asimismo, el transporte representa el 26,1 % del total de las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) estatales – particularmente en forma de dióxido de carbono (CO2) -, las cuales contribuyen significativamente al calentamiento global y mantienen un ritmo ascendente desde 2012.
Por su parte, el sector agrario, emite el 11,6 % de las emisiones de GEI, menos de la mitad de lo que emite el sector transporte y con una función estratégica en el suministro de alimentos.
Además, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que establece la senda de reducción de emisiones para los próximos 10 años, contempla una reducción de emisiones para el sector agrario de un 12 % para 2030 respecto a 1990, mientras que para el transporte se limita a un escaso 2,5 %.
“Esta crisis debe hacernos reflexionar sobre las prioridades de reducción de emisiones en el largo plazo y de los sectores que deben afrontar más esfuerzos” insisten desde Unión de Uniones. “El sector agroalimentario estatal cumple con una labor fundamental como es la de producir alimentos para la población, por lo que deben marcarse objetivos realistas que no comprometan dicha labor” concluyen.