M.V. Falceto [1,2], A. Vela [3], C. Bonastre [1], A. Suarez [1] y O. Mitjana [1]
[1] Departamento de Patología Animal
[2] IA2
[3] Departamento de Producción Animal y Ciencia de los Alimentos
Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza
Imágenes cedidas por los autores
El aumento estival de la temperatura ambiental repercute en la endocrinología y los parámetros productivos de las cerdas. Es probable que el desequilibrio endocrino del eje hipotálamo-hipofisario-ovárico aparezca de forma indirecta como consecuencia del estrés térmico. La especie porcina es muy sensible a las altas temperaturas, ya que apenas tiene glándulas sudoríparas y solo pierde calor por convección al aire o al agua, o por conducción a superficies más frías.
Durante el estrés térmico, la adrenalina estimula al hipotálamo para que secrete el factor de liberación de la corticotropina (CRF). La hormona adrenocorticotropa hipofisaria (ACTH) induce la liberación de glucocorticoides y pequeñas cantidades de mineralocorticoides. También modifica las secreciones hipotalámicas del factor liberador de las gonadotropinas (GnRH) y del resto de las hormonas hipofisarias: hormona del crecimiento, tiroestimulina, prolactina y gonadotropina folículo estimulante (FSH) y luteinizante (LH). Además, el cortisol provoca cambios en el metabolismo, en el comportamiento y en los sistemas inmunitario y reproductivo de la cerda.
El desorden hormonal se agrava incluso más cuando al estrés térmico del verano se suman otras situaciones estresantes concomitantes y repetitivas en el tiempo relacionadas con el alojamiento, la alimentación, el manejo, la enfermedad y la jerarquía social. Además, el fotoperiodo más largo del verano podría influir en el desarrollo folicular y en la calidad de los ovocitos, cuerpos lúteos y embriones (De Rensis, 2017). Como consecuencia del desequilibrio endocrino, las disfunciones ováricas que aparecen con más frecuencia en verano son anestro, celo silencioso, inadecuada maduración ovocitaria, ciclos anovulatorios, quistes ováricos únicos y múltiples, baja tasa de ovulación, insuficiencia luteal, etc.
¿Cómo reducir los efectos del calor en la actividad ovárica?
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La mejor opción para contrarrestar los efectos negativos del calor en las granjas es controlar la temperatura y la humedad ambiental. Cuando la temperatura es superior a los 30 ºC se debe refrescar a las cerdas y asegurar que no les falta el agua. Además es muy útil revisar la alimentación y el manejo reproductivo en cada fase productiva, teniendo en cuenta las necesidades individuales. Es fundamental reducir el estrés causado por fallos de manejo y aumentar el bienestar de las cerdas reproductoras. Los tratamientos hormonales preventivos son útiles durante el verano, pero solo son una solución temporal durante el resto del año, mientras se detectan y corrigen las causas del fallo reproductivo. |
Las altas temperaturas pueden impedir el equilibrio hormonal necesario para el desencadenamiento del primer ciclo sexual a los 6-7 meses de edad y, por ello, en verano aumenta el porcentaje de cerditas que presentan retraso de la pubertad. Cuando la hembra no alcanza su primer celo antes de los 8 meses de edad se denomina anestro prepuberal (figura 1) y si alcanza la pubertad pero posteriormente no se mantiene cíclica, anestro pospuberal.
Figura 1. Ovarios de cerdita en anestro prepuberal. |
Solo el uso de gonadotropinas coriónica equina (ecG) y coriónica humana (hCG) puede estimular al ovario y provocar la salida en celo de las cerditas en anestro. Las nulíparas en anestro continuarán en anestro tras la sincronización ovárica con progestágenos. Un mayor porcentaje de anestro estacional es la causa de una menor respuesta al altrenogest en verano en aquellas granjas que lo utilizan sin tener en cuenta si ha habido o no un celo previo. Para prevenir el anestro estival en las nulíparas se puede utilizar ecG y hCG o peforelina tras la retirada del progestágeno. La ecografía abdominal permite diferenciar el desarrollo del aparato genital entre hembras púberes e impúberes antes de incluirlas en un programa de sincronización del celo. En las cerdas dudosas se puede medir en la granja el nivel de progesterona mediante un test comercial de ELISA.
El aumento del porcentaje de nulíparas en anestro prepuberal en verano hace que cumplir el objetivo de inseminaciones programado suponga un reto. En esta época del año es fundamental preparar en la granja mayor número de cerdas nulíparas y reducir el sacrificio de cerdas viejas destetadas, con el objetivo de inseminar más hembras, en previsión de un posible fallo gestacional estacional.
La nutrición y la condición corporal desempeñan un papel fundamental en la salida en celo después del destete de los lechones; especialmente en las hembras primíparas, que presentan menor capacidad de ingestión de alimento, y además se encuentran en crecimiento, con un sistema endocrino todavía inmaduro. Esta situación empeora con el calor del verano.
Figura 2. Ovarios de cerda en anestro posdestete. |
La cerda requiere LH para el crecimiento folicular terminal y salida en celo. La respuesta hipofisaria al destete y la producción de LH es menor con temperaturas altas. Además, el calor origina un consumo menor de alimento y una mayor pérdida de peso que pueden determinar alteraciones metabólicas y disfunciones endocrinas en la cerda. La frecuencia y amplitud de liberación de LH es insuficiente en las cerdas que se encuentran en estado catabólico. Por lo tanto, el crecimiento folicular y la consecuente salida en celo se retrasan y las manifestaciones clínicas de la infertilidad estival incluyen una mayor duración del intervalo destete-cubrición (IDC) y una disminución del porcentaje de cerdas que presentan un índice destete-salida en celo menor de una semana.
Para que el porcentaje de cerdas en anestro posdestete (figura 2) en la granja sea menor al 7 % (Rodriguez-Estevez, 2010), los esfuerzos deben dirigirse a ofrecer una dieta equilibrada adaptada a las diferentes necesidades de cada cerda, tanto durante la gestación como durante la lactación. Además, se debe conseguir que las cerdas coman durante toda la lactación pese a la disminución del apetito que producen las altas temperaturas. El aumento de la duración de la lactación y la alimentación individualizada puede mejorar el estado corporal de las cerdas. Otra alternativa en hembras muy delgadas es la administración de altrenogest durante 8 días comenzando el día anterior al destete. La hembra recupera su estado corporal y sale en celo tras la retirada del progestágeno. Como medida preventiva del anestro estacional también puede ser útil la inyección de peforelina o 400 UI de eCG y 200 UI de hCG al destete o al día siguiente al destete.
El incremento térmico, la disminución del apetito y el aumento de la hormona del crecimiento podrían relacionarse con una reducción de la actividad aromatasa que convierte los andrógenos en estrógenos en las células de la granulosa de los folículos antrales (Xu y col., 1995). Como consecuencia de los niveles menores de estrógenos, los síntomas de celo pueden ser más débiles tanto en las cerdas nulíparas como en las multíparas. Estos celos silenciosos son difíciles de identificar y solo es posible hacerlo en aquellas granjas que tienen personal muy cualificado y un excelente protocolo de detección de celo. En el resto de las explotaciones aparece un elevado porcentaje de hembras erróneamente clasificadas en anestro estacional (pseudoanestro) (Falceto y col., 2004).
En verano existe mayor variabilidad del intervalo entre el comienzo del celo y la ovulación, y puede ser más corto. Es probable que aparezca un desfase entre el momento de la inseminación y la ovulación y aumente la infertilidad o disminuya el tamaño de la camada. Para evitar este problema, la sincronización del momento de la ovulación mediante el uso de análogos de la GnRh (Falceto y col., 2014) podría ser una interesante alternativa durante el verano.
En algunas hembras, tras una reducción de la ingestión de alimento motivada por las altas temperaturas del verano el pico preovulatorio de LH puede ser menor. Se ha encontrado una correlación significativa y negativa entre la temperatura y la tasa de ovulación (Falceto 1992) y una mayor frecuencia de quistes únicos durante el verano (Falceto y col., 1994). El fallo en la ovulación de un folículo no interfiere necesariamente en la ovulación de los otros folículos y en la posibilidad de gestación (figura 3).
Figura 3. Folículo quístico único junto con los cuerpos lúteos de gestación. |
Las hembras primerizas son más sensibles al calor que las cerdas más viejas y, por tanto, más predispuestas a repeticiones de celo tanto regulares (18 a 24 días) como irregulares (25 a 38 días) y tardías (39 a 150 días) (Lida, 2013). En las cerdas adultas son más frecuentes en verano las repeticiones de celo regulares por fallo en la concepción o pérdidas embrionarias muy tempranas y en otoño las irregulares por mortalidad embrionaria.
Tras el periodo de infertilidad estival se aprecia una menor tasa de partos posiblemente relacionada con fallos de la preñez asociados a disminución de la progesterona por desarreglos hormonales o mala calidad luteal (figura 4), aumentando el número de abortos (síndrome del aborto otoñal) y cerdas vacías a parto.
La disminución del apetito en verano puede condicionar una menor secreción basal de LH en hembras gestantes primerizas y multíparas. La LH es una hormona luteotrofa. La atenuación del pico de LH parece afectar al proceso de luteinización del cuerpo rubrum (Aherne y Kirkwood, 1985), lo que puede comprometer la calidad del cuerpo lúteo y, por tanto, el mantenimiento de la gestación.
Figura 4. Ovarios con cuerpos lúteos de mala calidad y escasa producción de progesterona. |
La influencia del verano sobre el tamaño de la camada es diferente según la zona geográfica, ya que se observa una reducción en los países cálidos (Wegner y col., 2016) y valores normales en los países fríos. En verano, cuando hay una reducción de la ingestión de alimento durante la lactación, puede comprometerse el desarrollo folicular posdestete, la calidad de los ovocitos, el proceso de implantación del embrión y su supervivencia, lo que aumenta la mortalidad embrionaria y disminuye el tamaño de la camada. Niveles de insulina menores favorecen la atresia folicular y disminuyen el pool de folículos seleccionados para su ovulación. La disminución del factor de crecimiento insulínico tipo 1 (IGF-1) (Simmeny col., 1998) dificulta la foliculogénesis y la maduración nuclear de los ovocitos con repercusiones en la fecundación y en la supervivencia embrionaria. Durante las épocas de calor se podría reforzar la dieta inmediatamente antes y después del destete.
La mayor duración del parto en los meses cálidos tiene como consecuencia el aumento del número de lechones nacidos muertos. Con el calor también aumenta la mortalidad periparto, especialmente en las cerdas jóvenes.
Una menor ingestión de alimento en las cerdas lactantes durante el verano y principios de otoño podría disminuir la producción de leche y reducir el peso de la camada.
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Falceto, M.V., Ubeda, Jl., Calavia, M.,Gomez, A.B., Collell, M.; Jimenez, M.; Menjon, R. 2014 “Single fixed time insemination in multiparous sows with an injection of Gonadotropin-releasing hormone agonist (Receptal)” 6th European Symposium of Porcine Health Management. Sorrento, Italy 7-9 Mayo 2014. Cod 1501.
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