Albert Finestra Uriol
Asesor veterinario
albertfinestra@colvet.es
No estoy seguro de que vayan a producirse, pero deberían hacerlo, creo que nos hacen falta y tengo mis motivos para pensar esto. En primer lugar, nos encontramos ante una nueva generación de veterinarios con otras inquietudes y con valores diferentes. Por otra parte, la situación sanitaría es la más compleja que uno es capaz de recordar en los últimos 30 años, por lo que la labor veterinaria es probablemente la más delicada desde la erradicación de la Peste Porcina Africana. En aquel momento, el sector era otro, nada que ver con el tamaño y la profesionalidad de hoy en día. En tercer lugar, las herramientas que durante tantos años han sido las de mayor uso veterinario, en este momento están en tela de juicio y su uso está siendo muy restringido o incluso prohibido. Y, por último, cada vez tenemos más presión de la administración pública, porque todo se burocratiza y, no sé por qué, va directo al veterinario.
En otras entregas ya he hecho referencia a la importancia del veterinario de campo en porcino, pero es bueno recordarlo. Además, siguiendo esa tendencia que tenemos todos a compararnos, sería bueno también revisar en qué nos diferenciamos de los servicios veterinarios de otros países. En esta ocasión, he tratado de enumerar las labores que de por sí se supone que son de obligatorio cumplimiento por parte de los veterinarios de explotación, de granja, de empresa o, como a mi gusta definir, el de campo.
Además, ahora tenemos un nuevo Real Decreto, concretamente el 364/2023 de 16 de mayo, por el que se establecen las bases de desarrollo de la normativa de la Unión Europea de sanidad animal, en lo relativo a las obligaciones de vigilancia del titular de la explotación y al plan sanitario integral de las explotaciones ganaderas, y por el que se modifican.
El nuevo real decreto desarrolla la figura del veterinario de explotación, recoge el contenido mínimo del plan sanitario integral de las explotaciones ganaderas y establece la frecuencia mínima de las visitas zoosanitarias. Sin perjuicio de lo que indica el real decreto, me he entretenido con la ayuda de colegas de profesión en enumerar los quehaceres de nuestro día a día y me aparecen los siguientes:
Espero no haberme dejado ninguna, aunque probablemente así haya sido. Estaré encantado de recibir feedback y vuestros comentarios para completar la lista. Es cierto que no es necesario ser un experto en todas ellas, pero el Real Decreto en cuestión enumera 9 funciones y 4 obligaciones, una de ellas estar en posesión del título universitario, parece lógico.
Sea de una forma o de otra, todas estas atribuciones, más que las que seguro llegarán, hacen de nuestro trabajo una labor muy vocacional que requiere de muchas horas de dedicación. Ahora vienen nuevas generaciones, muy preparadas, pero con un proyecto de vida diferente al que hemos tenido hasta ahora. Eso implica disponer de tiempo libre. Tenemos que ser capaces de adaptarnos a los nuevos tiempos y ser capaces de adoptar esa nueva visión sin perder la esencia de nuestra profesión basada en la responsabilidad que implica tener a nuestro cargo a los animales y sus cuidadores, dándoles apoyo cuando y donde lo necesiten, además de alcanzar los retos productivos marcados.
Ese es nuestro verdadero reto, de ahí el “efecto bisagra”, debemos juntar lo mejor de todos para seguir atrayendo talento y reteniéndolo, que en ocasiones parece que lo despreciamos. Los graves problemas sanitarios que sufrimos pasarán y volverán y nunca dejaremos de tener nuevas amenazas. Esperemos que la profesión, las personas que nos dedicamos a ella vocacionalmente, tengamos al menos el respeto de la administración, de las empresas, de los ganaderos e incluso de la comunidad científica. Mantengamos la bisagra bien engrasada para que no chirríe y eso es responsabilidad de todos.