Carmen Caballero Patiño
Veterinario
Todo comenzó con la visita a un sitio 2, manejado en bandas semanales, con capacidad para 7 bandas de 750 lechones cada una, todos ellos de un mismo origen. Cuando llegamos a la citada granja, se nos presenta la situación que podemos observar en las figuras 1 y 2: se trata de uno de los dieciocho lechones que a la entrada en la granja y, por lo tanto, en el momento del destete, presentaban bultos en cuello, escroto, ingle y/o extremidades.
Estas lesiones aparecían tanto en hembras como en machos. Era la ganadera quién durante la descarga, los marcaba como “malos” (no viables) por presentar numerosos bultos alrededor del cuerpo. Al tacto, los nódulos de consistencia dura parecen abscesos, y decidimos abrirlos y comprobarlo. Efectivamente, al abrirlos nos encontramos una gran cantidad de pus en estado sólido-semisólido que emana de la lesión. De igual modo, decidimos abrir todos los abscesos que no comprometiesen la viabilidad de los lechones y administrar un espray antibiótico para evitar una reinfección por bacterias y sanar la herida.
En este mismo sentido, sacrificamos uno de los lechones, que estaba herniado, e hicimos la necropsia. Abrimos el animal y vimos que tenía gran cantidad de fibrina en pericardio y peritoneo. Estas lesiones son compatibles con otras enfermedades como puede ser la enfermedad de Glässer, pero en este momento nos centramos en la etiopatogenia de los abscesos.
Al cabo de unos días, nos avisa la ganadera que los bultos punzados se cierran y vuelven a acumular pus en su interior, haciendo indiferente el sanearlos o incluso empeorando la situación por que pasaban de ser heridas cerradas a heridas abiertas y supurantes. Pero no solo nos da esta noticia, sino que en la banda siguiente vuelve a haber un par de decenas de animales con bultos. Ante la falta de efectividad de las medidas tomadas decidimos ir a la granja de madres e investigar el origen de esas lesiones.
Empezamos viendo las camadas con una semana de vida y nos fijamos que las que ya están procesadas tienen sangre en las colas y que estas no están bien cauterizadas. En los lechones con dos y tres semanas de vida se observan colas tumefactas, calientes, mal cicatrizadas e incluso algunas cojeras de extremidades posteriores que pueden estar relacionadas con la reacción inflamatoria que presentan alrededor del rabo. También apreciamos que algunos machos presentan la zona escrotal escamosa, con costras y suciedad.
Volvemos a fijarnos en los lechones más pequeños y efectivamente, se observa que los machos no tienen un buen proceso de cicatrización después de castrarse y que los ligamentos del testículo se exteriorizan atravesando la línea incisional haciendo imposible que se forme una cicatriz limpia y dejando abierta una puerta para numerosas bacterias y, por lo tanto, infecciones.
Las lesiones observadas en colas y región escrotal nos llevan a pensar que está habiendo un fallo en el procesado, aún no sabíamos por qué: cuchillas en mal estado, camadas procesadas en festivos, etc., pero estaba claro que esas lesiones dejaban paso a las bacterias que posteriormente se movilizarían por sangre y se acantonarían por distintas localizaciones hasta formar los abscesos que estábamos observando.
Tras hablar con los operarios, nos dimos cuenta de que, debido a la gran rotación de personal que hay en las granjas, un nuevo trabajador se había incorporado al equipo y había estado procesando y castrando por primera vez. Este hecho conllevó que los lechones presentaran infecciones después del procesado, ya sea porque no se cambiaban lo suficiente las cuchillas para rabotear, no se cauterizaban bien las colas, rapidez o excesiva lentitud en el proceso, etc.
Un mal procesado, en este caso, por la incorporación de un operario nuevo al equipo de trabajo, puede conllevar problemas sanitarios graves que impiden el buen desarrollo de nuestros animales y favorecen el desarrollo de patologías.
La solución es simple. Por un lado, prestar más atención a la hora de procesar los lechones, sobre todo en situaciones adversas: trabajador nuevo, camadas de fin de semana o festivos, etc. Por otro, emplear más tiempo en formar a los nuevos operarios y que tengan un supervisor cuando empiecen a desarrollar las tareas solos. Como en muchas ocasiones, en el ABC está el problema y la solución.
Este caso clínico aparece en el número 254 (marzo de 2024) de Suis. Suscríbete aquí para tener acceso completo a este y otros contenidos de la revista.