Un equipo de especialistas veterinarios, procedentes de diferentes Facultades de Veterinaria españolas, realiza un viaje anual a la base militar Miguel de Cervantes ubicada en el sudeste del Líbano, en el Oriente Próximo, para realizar revisiones periódicas a los animales de producción de varias poblaciones del país.
Hablamos con Librado Carrasco, antiguo decano de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Córdoba, quien inició estos viajes hace más de una década para que nos cuente cómo es esta experiencia.
¿Cómo arrancó este proyecto anual de visitas veterinarias a explotaciones del Líbano?
El proyecto se inició como resultado de la estrecha relación entre la Universidad de Córdoba y la Brigada X "Guzmán el Bueno”, lo que facilitó que pudiéramos visitarla en su primer despliegue bajo la bandera de las Naciones Unidas. En el transcurso de esa visita, y tras conocer la zona y diferentes reuniones con los militares españoles, los alcaldes y los representantes de diferentes ONG que están desarrollando allí su trabajo, se puso de manifiesto la importancia y la situación en la que se encontraba la agricultura y la ganadería en la zona.
A nuestro regreso a España y coordinándome con los militares españoles desplegados en el Líbano, organizamos que un equipo de tres veterinarios (Librado Carrasco, José Julio León y Francisco Requena), unos 60 kg de medicamentos y un ecógrafo portátil, nos desplazáramos a la zona de operaciones. Allí, trabajamos conjuntamente con los militares que desarrollaban los proyectos de colaboración cívico-militar y, junto con los militares españoles y el indispensable intérprete, visitamos las explotaciones ganaderas de diferentes localidades del sur de Líbano.
Cuéntenos cuáles son los objetivos de este proyecto tan interesante.
Los objetivos de este proyecto están agrupados en dos grupos, unos más relacionados con la actividad veterinaria y otros con la actividad de colaboración cívico-militar. Entre los objetivos que, como veterinarios, siempre nos planteamos destacarían: evaluar las condiciones de los animales y de las explotaciones de la zona; la formación de los ganaderos de la zona sobre la importancia de un manejo adecuado de los animales; las principales características y condiciones que deben reunir las instalaciones ganaderas (materiales, orientación de las construcciones, ventilación, etc.); establecer el diagnóstico de las principales enfermedades de la cabaña ganadera, aplicando su correspondiente tratamiento, si es posible; e intentar implementar planes de desparasitación y el correcto uso de antibióticos. Así como recomendar aquellas medidas de prevención y control de enfermedades que pudieran aplicarse y aquellas otras que permitirían mejorar la rentabilidad de las explotaciones.
Como objetivos de la colaboración cívico-militar destacaría transmitir el interés de España por la población de la zona y su desarrollo, como lo demuestra el hecho de que hemos ido involucrando a las autoridades locales y nacionales del país, hasta el punto de que durante nuestra última estancia en el Líbano se desplazó a la zona un grupo de 20 estudiantes de veterinaria de la Universidad de Beirut a los que estuvimos formando durante nuestras visitas a las explotaciones ganaderas.
Además, durante nuestras visitas se produce un efecto que yo denominaría “ganar los corazones”, ya que todos los equipos veterinarios que se ha desplazado a la zona de operaciones han empatizado con la población local, hasta el punto de que es muy frecuente que después de visitar a los ganaderos nos inviten a compartir un café o incluso quieran invitarnos a comer. Algo que se consigue, aparte de con la cercanía en el trato con los ganaderos, con respetar en todo momento las normas y costumbres de las diferentes religiones, y recordar que somos unos invitados en su país.
¿Cómo es el día a día como veterinario en el Líbano?
Todos los días comenzamos como un militar más, hay que levantarse con el toque de diana y, tras un buen desayuno, ir a la zona designada para configurar los convoyes, ya que para salir de la base hay que contar con al menos dos vehículos por equipo, en los que acomodar desde los medicamentos hasta los equipos de protección personal (chalecos y cascos) y las bolsas de comida, ya que no se regresa a la base hasta el atardecer. También es el momento de la última coordinación, ya que los equipos los conforman veterinarios, militares e intérpretes, y es muy importante repasar las características de los pueblos a visitar. Antes de llegar al pueblo nos solemos reunir, en un punto acordado, con el ejército libanés, quién actuara de escolta. Tras la llegada al pueblo, y antes de comenzar la asistencia, nos reunimos con el alcalde quién nos facilitara un guía, en muchas ocasiones un policía local o un ganadero (algunos de los cuales, y después de tantos años, se han convertido en buenos amigos) para conducirnos a las diferentes explotaciones, que previamente han sido avisadas para que tengan preparados los animales, y no los hayan sacado a pastar.
Las visitas a las explotaciones tienen dos partes, una inicial de evaluar como están y las posibles mejoras que se han producido, así como saber si han tenido alguna enfermedad importante en el último año, y una segunda fase en la que establecemos los diagnósticos, tratamientos y, en muchos casos, desparasitamos a todos los animales de la explotación. Al atardece solemos regresar a la base. En esta lo primero es la desinfección y limpieza de las botas, para seguidamente reponer los medicamentos que se han ido gastando a lo largo del día.
Una vez todo organizado y tras realizar un pequeño informe de lo que se ha hecho (número de ganaderos, animales y patologías tratadas) llega el momento de disfrutar de un momento de compañerismo en la cantina de la base.
¿Con qué retos y dificultades se han encontrado con los ganaderos libaneses?
La primera dificultad fue la desconfianza de los ganaderos, ya que eran muy reacios a mejorar sus instalaciones o aplicar tratamientos preventivos. Curiosamente, el uso del ecógrafo para el diagnóstico de gestación fue la mejor herramienta para convencerlos de seguir las indicaciones que dábamos en nuestras primeras visitas.
Otra de las mayores dificultades fue la comunicación con los ganaderos, ya que utilizan nombres locales para describir las enfermedades, a lo que se unía que, en muchas ocasiones, los intérprete no habían tenido nunca contacto con el ganado. Poco a poco hemos ido elaborando una especie de “diccionario” de esos nombre locales. Por ejemplo, lo que allí describen como “fiebre amarilla” se corresponde con casos de piroplasmosis.
Por último destacaría la falta de medios para confirmar los diagnósticos y la limitada cantidad de medicamentos de que se dispone, ya que, en muchas ocasiones, los únicos medicamentos a los que tienen acceso muchos de los ganaderos a los que atendemos son los que podemos transportar en nuestros vehículos durante nuestra visita anual.