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La Fiebre Q


Ana L. García-Pérez*, Jesús F. Barandika e Ianire Astobiza
Neiker-Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario
*agarcia@neiker.net
Imagen cedida por los autores

La fiebre Q es una zoonosis de distribución mundial causada por una bacteria intracelular, Coxiella burnetii. Las únicas zonas que están consideradas libres de fiebre Q son la Antártida y Nueva Zelanda. En Europa es un problema de salud pública en Francia, Holanda, Reino Unido, Italia, Alemania y Grecia, además de España. Inicialmente se consideraba una enfermedad ocupacional que afectaba a personas que estaban en contacto con animales domésticos; sin embargo, también se ha observado un aumento de casos esporádicos en áreas urbanas y en personas que habían tenido contacto ocasional con animales.

Los orígenes de la fiebre Q se remontan a 1935, cuando se produjo un brote febril entre los trabajadores del matadero situado en Brisbane (Queensland, Australia) que, tras los primeros análisis laboratoriales, resultaron ser negativos a todos los patógenos conocidos hasta ese momento. Así, en un principio, se denominó a esta nueva enfermedad Q fever (la “Q” es la abreviatura de query que en inglés significa interrogación o pregunta: query fever), y a pesar de que a lo largo de estos años se ha ido conociendo su etiología, vías de transmisión, reservorio animal y espectro clínico de la enfermedad en animales y personas, el nombre se ha mantenido hasta hoy.

El reservorio animal de la fiebre Q

Además de las consecuencias para la salud pública, la fiebre Q en rumiantes causa importantes pérdidas económicas para los ganaderos. Si la infección se produce cuando los animales no están gestantes, la coxielosis pasa desapercibida y los animales no muestran ningún síntoma. Pero si los animales están gestantes, tras un periodo de incubación variable, puede originar abortos al final de la gestación, endometritis, infertilidad, parto prematuro y un bajo peso de las crías al nacimiento. La gestación parece ser un momento crítico para la reactivación de la infección, y los animales infectados excretan numerosas bacterias con la placenta y los fluidos amnióticos, tanto en el caso de aborto como durante el parto normal. C. burnetii también se puede eliminar al medio a través de la leche, la orina y las heces.

En el ganado ovino el porcentaje de abortos no suele ser en general muy elevado (5-6 %), pero en algunos casos los abortos pueden afectar hasta al 50 % del rebaño. En el ganado caprino, hasta el 90 % de los animales gestantes puede llegar a abortar a causa de la fiebre Q. Sin embargo, en la siguiente paridera tras el brote de abortos, los problemas reproductivos disminuyen, si bien en el caso de las cabras los abortos pueden volver a repetirse en sucesivas gestaciones. En el ganado bovino predominan los problemas de infertilidad, metritis y mastitis, y también se pueden ver síntomas de neumonía; además, los terneros recién nacidos pueden padecer diarrea y problemas respiratorios. Algunos de estos síntomas también se pueden observar en perros, gatos, conejos y otras especies domésticas.

La importancia relativa de cada una de las especies de rumiantes domésticos en producir brotes de fiebre Q en humana varía según la zona del mundo, dependiendo de la actividad ganadera que en ella se lleve a cabo. Se cree que el brote de fiebre Q en Holanda estuvo relacionado con el ganado caprino, especie que había experimentado varios brotes de abortos por fiebre Q durante los años anteriores, con una tasa media de abortos del 20 %. Así mismo, hubo un considerable aumento del censo de esta especie, ya que de 5.000 cabezas censadas en el año 1985 se pasó a 375.000 cabezas en el año 2009. Además, entre otros factores que podrían explicar el brote se pueden citar la proximidad de las granjas a grandes núcleos urbanos y la dimensión de las explotaciones, con una media de 700 cabezas por explotación. No obstante, si bien los pequeños rumiantes son la causa de la mayoría de los brotes en humanos (tabla 1), también el ganado vacuno está asociado a estos, aunque en menor medida.

La infección se ha detectado también en especies silvestres que podrían desempeñar un papel como reservorios, manteniendo y difundiendo la infección por contacto directo con especies domésticas. En el ciclo silvestre de la fiebre Q se han involucrado diferentes especies debido a evidencias serológicas y moleculares. Así, recientemente, se ha detectado ADN de
C. burnetii en ratones domésticos y ratones de campo en el entorno de las explotaciones ovinas, así como en corzos, liebres, jabalíes y aves carroñeras del País Vasco y ciervos de la zona centro de España. Teniendo en cuenta que los rumiantes en sistemas extensivos comparten las zonas de pastoreo con diversas especies silvestres, es evidente el riesgo que éstas pueden suponer para la transmisión de
C. burnetii y otros agentes patógenos a las especies domésticas y viceversa.

Vías de transmisión de la bacteria

La principal fuente de contagio de C. burnetii para las personas y los animales es la vía aerógena, mediante la inhalación de aerosoles contaminados con la bacteria eliminados al medio por animales infectados que, tras el aborto o durante la paridera, expulsan grandes cantidades de bacterias a través de la placenta y los fluidos fetales. Además, tras el parto (o el aborto), estos animales excretan la bacteria en la orina, heces y leche durante unos meses, lo cual es primordial en la propagación de la bacteria en el medio ambiente y, por lo tanto, en la transmisión de la enfermedad al hombre y a las especies animales susceptibles.

El momento de la paridera de un rebaño infectado por Coxiella burnetii constituye un riesgo para la diseminación de la infección.

Aparte de la inhalación de aerosoles contaminados, también existe la posibilidad de transmisión por vía oral, aunque no está del todo clara. Existen estudios en los que se ha observado seroconversión frente a C. burnetii pero no síntomas clínicos en personas que han consumido leche sin pasteurizar e infectada por C. burnetii, pero también existen otros estudios en los que no se ha observado seroconversión alguna tras la ingesta. Por otra parte, el riesgo de adquirir la infección a través del consumo de carne infectada con C. burnetii es incierto.

La fiebre Q está incluida en el grupo de enfermedades transmitidas por garrapatas, pero el papel de las garrapatas en la epidemiología de la fiebre Q es complejo y aparentemente su importancia radica en ser reservorios de la infección. En España, los primeros aislamientos a partir de garrapatas tuvieron lugar a finales de los años 40 y principios de los 50, y los principales géneros implicados fueron Hyalomma y Rhipicephalus. Más recientemente, con la aplicación de las técnicas moleculares, se ha observado la presencia de ADN de C. burnetii en diversas especies de ixódidos. Así, en la zona centro de España se ha encontrado positividad en un 7 % de garrapatas recogidas en la vegetación, y han sido las del género Hyalomma las que mostraban una prevalencia más alta. En el Norte de España, por el contrario, no parece que las garrapatas desempeñen un papel importante, ya que la presencia de C. burnetii ha sido detectada a niveles mínimos.

C. burnetii es muy resistente en el medio ambiente, y puede ser transportada por el viento a varios kilómetros, hecho que se ha constatado en varios estudios epidemiológicos de diversos brotes humanos. Coxiella puede mantenerse viable durante cuatro meses en el suelo a temperatura ambiente; nueve, en la lana; hasta 36 meses, en el agua corriente y casi dos años, en las heces de garrapatas. Además, también es capaz de resistir bajas temperaturas (puede resistir a -20 ºC más de dos años). También se ha detectado C. burnetii en diferentes tipos de productos de origen animal como huevos, mayonesa, productos lácteos (mantequilla y queso fresco), en los que permanece al menos 42 días, y carne fresca donde se ha detectado la bacteria hasta al menos un mes a 4 ºC. Además, C. burnetii también puede permanecer viable en la ropa en condiciones de alta humedad, bajas temperaturas y sin exposición directa al sol. Debido a la alta resistencia de Coxiella, a su alta infectividad y a su transmisión por medio de aerosoles, y a que le afectan muy poco los cambios ambientales extremos, los cultivos de esta bacteria han sido clasificados en la categoría A de armas biológicas. Diferentes autores estiman que entre 1 y 10 bacterias podrían provocar una infección en humanos.

Por ello, el control de la fiebre Q en los animales domésticos es clave para reducir la incidencia de la enfermedad en humanos, por lo que es importante establecer planes de control basados principalmente en el tratamiento y en la profilaxis. La vacuna en fase I ha demostrado reducir la incidencia de los abortos, y disminuir la eliminación de la bacteria a través de fluidos vaginales, heces y leche, con la consecuente disminución de carga bacteriana en el ambiente, por lo que es una buena opción para plantear un plan de control de la fiebre Q en explotaciones de rumiantes. Esta vacuna ya ha sido aplicada en rumiantes tanto en condiciones experimentales, como en explotaciones comerciales infectadas naturalmente, resultando especialmente eficaz en animales susceptibles no infectados previamente y no gestantes.

La fiebre Q humana

En los humanos C. burnetii causa manifestaciones clínicas muy variables, desde casos agudos hasta infecciones crónicas fatales; sin embargo, el 60 % de las infecciones cursan de forma asintomática, detectándose únicamente la presencia de anticuerpos frente a C. burnetii. La fiebre Q en su forma aguda tiene un periodo de incubación que oscila entre 2 y 3 semanas, dependiendo de la dosis infectiva del agente y de la edad del individuo. Comienza de una forma similar a una gripe con fiebre elevada, dolor de cabeza, pérdida de peso, mialgia y tos. En ocasiones se pueden observar sarpullidos en la piel, nauseas, artralgia, temblores, sudoración y fotofobia. Puede desarrollarse una neumonía atípica o hepatitis.

Aproximadamente entre el 1 % y el 5 % de los casos, la enfermedad puede hacerse crónica, desembocando en una endocarditis fatal, en síndrome de fatiga crónica o abortos repetidos en mujeres gestantes. La endocarditis es la manifestación más frecuente y más grave de la fiebre Q crónica, y suele aparecer varios meses o años después de padecer la infección aguda, en general en personas que han padecido una valvulopatía previa.

Además, la fiebre Q puede presentarse en forma de brotes epidémicos, con un gran número de personas afectadas, suponiendo un gran problema de salud pública. Ejemplo de ello es el gran brote de fiebre Q humana acontecido en Holanda a partir de 2007, que ha dado lugar a un incremento de las investigaciones realizadas sobre esta enfermedad, considerada últimamente como una zoonosis reemergente.

En España, la fiebre Q humana es endémica en muchas comunidades. La sintomatología clínica de la enfermedad es distinta en la zona norte y sur de España, aunque no se conocen las causas de estas variaciones. Así, en la zona norte la principal manifestación clínica en la mayoría de casos de fiebre Q aguda es la neumonía atípica, mientras que en la zona sur y en Canarias es la forma hepática. En la tabla 2 aparecen los resultados de algunos estudios de seroprevalencia realizados en humana.

Bibliografía disponible en www.albeitar.grupoasis.com/bibliografias/fiebreQ173.doc

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