Los actuales sistemas de etiquetado referidos al bienestar animal deben simplificarse, y hay una clara demanda de información por parte de los consumidores que no se está satisfaciendo. La Dirección General de Salud y Seguridad Alimentaria de la Comisión Europea (DG Sante) ha publicado su informe final sobre las iniciativas en marcha en la UE en el ámbito del etiquetado respecto al bienestar animal, que recoge datos de 51 modelos de etiquetado en los Estados miembros de la UE, el Reino Unido y Suiza. De ellos, la gran mayoría de los que se aplican son por iniciativa de operadores privados.
Los consumidores de la UE tienen un bajo nivel de conocimiento de las condiciones en las que se mantienen y cuidan los animales, y al menos la mitad de los consumidores europeos querría recibir información sobre las condiciones en las que se mantienen y tratan los animales de granja. Para dos tercios de los consumidores, la información proviene de los medios tradicionales más que de las etiquetas y no es suficiente para tomar decisiones informadas sobre el bienestar animal.
Los aspectos sobre los que querrían tener más información son el sacrificio y la alimentación de los animales, seguidos por la accesibilidad a espacios abiertos y las condiciones de estabulación. El estudio señala que, a pesar del impacto que tiene en el bienestar animal, el transporte es el aspecto que menos interesa a los consumidores europeos, solo a un 28 %. España, junto con Italia y Finlandia, está entre los países donde destaca la sensibilidad por el bienestar animal en todos los productos de origen animal.
La información debe cubrir todas las especies animales y el soporte preferido es la etiqueta real, en forma de texto o logotipo en lugar de un código QR o un sitio web. El grado de confianza en la etiqueta es mayor si el sistema de etiquetado lo gestionan oenegés o autoridades públicas europeas, en lugar de autoridades nacionales u operadores de empresas alimentarias.
El estudio de la DG Sante señala que los modelos de etiquetado existentes crean distorsiones en la competencia entre productores, no solo por los diferentes niveles de bienestar que muestran sino también por la diversidad de parámetros utilizados, que impiden la competencia de manera uniforme.
Otro elemento distorsionador es la diferencia inherente entre los diversos modelos, así como la importancia que se le da al bienestar animal para la definición del precio de compra final. Al analizar la distribución del valor a lo largo de la cadena de suministro, los productores son los operadores que reciben el margen más bajo de los sistemas de etiquetado. Incluso cuando se compensa a las explotaciones ganaderas por los mayores costes que asumen, el productor primario no puede obtener un nivel de ventaja suficiente o comparable al que se obtiene con los procesos de producción tradicionales.
Analizar en qué medida los sistemas de etiquetado de bienestar animal conducen a una mejora significativa en la calidad de vida de los animales es difícil de evaluar con precisión, admite la Comisión Europea, que atribuye la dificultad a la ausencia de líneas de base precisas y a la falta total o limitada de criterios de seguimiento y evaluación. De ahí que vincular las mejoras del bienestar animal y los modelos de etiquetado es un desafío.
El objetivo, concluye la Comisión, es satisfacer la demanda de los consumidores a través de etiquetados que puedan aportar valor agregado en todos los niveles. En el contexto de la estrategia "Farm to Fork", puede ser la Unión Europea, a través de iniciativas de la Comisión, la que dé un valor añadido al bienestar animal y haga que se entienda mejor su importancia a lo largo de la cadena alimentaria.